Te espero allí, allí donde tú sabes

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Matanzas te oyó nacer.

 

Yo quiero que tú me quieras, dijiste, así, sin artificios.

 

Trajiste contigo el baile que constreñía a un ladrillito los cuerpos y expandía al universo la imaginación.

 

Domeñaste a los timoratos que te consideraban escandaloso social y melódicamente, y con espontaneidad y gracia natural te impusiste a la seudoaristocracia ignorante y mimética.

 

Contigo se cantó, se danzó, se enamoró, se soñó.

 

Matanzas te oyó crecer.

 

Primero te cubrió el manto de Baile nacional de Cuba; luego recibiste la corona de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Nación Cubana, un día como hoy en el 2013, un día que pudo ser otro cualquiera.

 

Humilde, subiste en Pinar del Río a la Loma de Belén, con un lento aé revertido eá.

 

Anecdótico, invitaste a llorar a Papá Montero, zumba, canalla rumbero.

 

Melancólico, invocaste a una Perla Marina violeta, tierna, del mes de abril.

 

Oraste con la Virgen de Regla, disfrutaste del suavecito vaivén, acariciaste el tronco del árbol, espinas y olor, donde la niña se eternizó.

 

Días de vinilo redondo y negro, encajes y sayas largas, sombreros de pajilla, abanicos y bastones, purito sentimiento y una cierta e inocente picardía.

 

Días de hambre y gloria, de duelo entre el almidón y la galanura, entre la cadencia sugestiva y el rock and roll desenfrenado.

 

Ay, Cheo Belén; dónde la magia de Romeu, cuándo Barbarito… Y ahora la Faílde, heredera e innovadora.

 

Espérame, allí donde tú sabes. Mi promesa es sola una: quererte como quisiste. Contigo me voy, mi santo, Danzón mío y de tantos.