Un homenaje para apaciguar el dolor

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Hay noticias que desarman hasta arrebatar el aliento. Por más que se intente apaciguar el dolor, el golpe permanecerá ahí, hiriente, penetrante, como la muerte. Para un artista siempre resultará más fácil inspirarse y describir momentos apacibles de la vida, que  esos otros que laceran el alma, aunque al final también consigan regalar a la posteridad obras sobrecogedoras y trascendentales. Quizás por ello a José Manuel Díaz Herrera le costó tanto culminar una pieza que en otras circunstancias le hubiera tomado apenas tres días.

El siniestro de la Base de Supertanqueros, el pasado agosto, le produjo un efecto tan profundo que aún hoy al hablar del tema se le hace un nudo en la garganta que le impide que las palabras afloren con naturalidad. Algo similar le sucedió con la pieza en la que se sumergió durante un mes, como una forma de rendir homenaje a los bomberos caídos en el cumplimiento de su deber. 

 

Cuando Noly Díaz, como conocen al artista, intentaba avanzar, la tristeza le provocaba una especie de estremecimiento que paralizaba el intento. Muchos sentimientos se le agolpaban adentro, porque en su mente conserva nítidamente el trato con muchos de los héroes que fenecieron aquella jornada aciaga que enlutó a la ciudad.

Solo el contacto con los familiares dolientes le recordaba el compromiso contraído y su necesidad de hacer algo por la memoria de los caídos. Su principal preocupación era no herir a nadie, sentía un temor constante de hurgar en heridas que aún no sanan, ni sanarán jamás.

Por eso reafirma una y otra vez que se trata de su escultura más difícil y la más emotiva. Cómo encerrar en una pieza todo lo que representa un bombero: la lealtad, el compañerismo, la valentía extrema, a riesgo de la propia vida.

Todo esos valores quería resumirlos en un objeto y nada mejor que ese aditamento que acompaña a todo integrante de ese Cuerpo, hasta convertirse en un símbolo: el casco. Así surgió la idea y comenzó a trabajar deteniéndose por momentos, regresando a la escultura, en la que permanecía inmerso durante horas junto a su máquina de soldar, muchas veces ocultando las lágrimas.

Desde que sintió la inquietud de realizar el homenaje, supo que el resultado final debería descansar en el Cuartel de Bomberos, bajo la Virgen de los Desamparados, Patrona de los combatientes que enfrentan las llamas. 

 

Para su confección empleó materiales reciclados, y contó con el apoyo de personalidades sensibilizadas con su quehacer, como la directora del Museo Farmacéutico Marcia Brito, o la viuda de Agustín Drake. Un dosificador de espuma empleado durante el incendio sostiene el casco. La obra muestra una Cruz de Malta, símbolo universal representativo de los bomberos voluntarios donde descansa el número 17, la cifra de fallecidos en el siniestro.

“Honor, disciplina y valor”, es el lema que siempre acompaña a esos hombres y mujeres desde que trepan al camión que los expondrá al peligro, y es la frase que mejor define la obra culminada que recientemente obtuviera los más valiosos reconocimientos en el pasado Salón de Invierno que organiza la Asociación Cubana de Artesanos Artistas.

Desde la sede de esa institución salió una peregrinación hasta el Cuartel el pasado domingo, para colocar la escultura en su lugar definitivo, junto a un candelabro con 17 velas que complementan el conjunto escultórico. La pieza viajó en brazos de los compañeros de algunos de aquellos jóvenes caídos.

Cuentan que el domingo, como cada día cinco, a las cinco de la tarde, sonaron 17 campanadas en el recinto y luego se hizo un silencio hondo. Noly Díaz sabe que quizás su gesto no logre amainar el dolor lacerante de familiares y amigos, pero será sin dudas de los más sentidos homenajes, y su escultura más entrañable, esa que nació del dolor.