Hace algunos años leí un artículo de nuestra prensa que enumeraba razones por las que sentir el orgullo de ser cubanos. Ahí, entre diversos criterios que me convencían, me chocó de pronto uno por la superficialidad con que se insertaba.
El autor se refería, entre las muchas características positivas de este pueblo, a una en concreto, de esas que «se extrañan en la lejanía», parafraseando: el cliché de la viejita vecina chismosa.