Seguimos haciendo ciencia

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Desde el espacio no nos vemos. Somos una pequeña isla: un pedazo de tierra rodeado de mucho mar justo en medio del Caribe. Algunos no nos ven, y otros no nos quieren ver. Pero estamos, y sonamos. No somos desarrollados, ni poseemos una economía sólida. Arrastramos décadas de bloqueos y limitaciones. Pero nos hemos permitido soñar en grande. 

Somos una pequeña Isla, subdesarrollada, tercer mundista (como nos llaman todo el tiempo), pero donde se hace ciencia. ¡Y de excelencia! Aunque las tecnologías puedan ser obsoletas, nos encarezcan los recursos por restricciones internacionales (que tienen nombre) y perdamos talentos (unos robados, otros fugados), seguimos desarrollando áreas científicas que pudieran parecer impensables. Y no hay dedos que puedan tapar ese sol.

“El futuro de nuestra Patria tiene que ser, necesariamente, un futuro de hombres de ciencia, de hombres de pensamiento”, vaticinaba Fidel Castro en 1960, cuando apenas despuntaba la Revolución, más en calidad de visionario que de líder en este caso.

Estaba consciente de que éramos un pequeño pedazo de tierra sin recursos, que necesitaba crecerse para sobrevivir a los embates del tiempo y las aves de rapiña que acechaban. 

El primer empeño fue alfabetizar a toda una nación, sembrar hasta en un joven campesino de la zona más recóndita el ansia de conocer, y crecer intelectualmente en los más variados ámbitos. Luego, la reforma agraria, nacionalizar industrias y crear instituciones de investigación. Así de a poco, fuimos desarrollando las ciencias. 

Aquellas que predicen huracanes mucho antes de acercarse a las costas cubanas, ganándose tiempo para poner a buen resguardo vidas  y valiosos recursos económicos.  

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Las mismas, además, que crearon VA-MENGOC-BC, primera vacuna en el mundo eficaz contra el meningococo del serogrupo B en el lejano 1989, y que en 2021 desarrollaron a Soberana, Abdala y Mambisa para sobrevivir a una pandemia que colapsó el Orbe y arrebató millones de vidas.

Hablo de esas que nos permiten excavar en los suelos e identificar vestigios del pasado, como por estos días es noticia en la antigua Batería de Peñas Altas, aquí, en la Atenas de Cuba; y que ayudaron a identificar las víctimas fatales del incendio en Supertanqueros, el mayor siniestro de ese tipo del que se tienen referencias. Saberes que, incluso, compartimos a escalas internacionales y hacen de nuestro país un paradigma incontestable en tal sentido.

Evidencia fehaciente de los logros de nuestra ciencia es la Clínica al Neurodesarrollo Rosa Luxemburgo de Cárdenas, que cada año rehabilita a cientos de niños, y los reinserta en la sociedad, a pesar de que algunos puedan presentar notables discapacidades; y también la Estación Experimental de Pastos y Forrajes Indio Hatuey, centro de investigación vital en el desarrollo de la agricultura e industria pecuaria.

Desde el espacio no nos vemos. Pero aquí estamos, y seguimos sonando. Somos una Isla pequeña en dimensiones, pero grande en proyectos y sueños. Una Isla donde con limitaciones y bloqueos se sigue haciendo ciencia de calidad, y eso que nadie lo dude.