Grupos violentos no estatales, entre los que se incluyen terroristas, supremacistas blancos, y carteles de drogas han utilizado las redes sociales maliciosamente para reforzar sus agendas durante la pandemia de la COVID-19, con el propósito de aumentar la polarización mundial, la desconfianza en los Gobiernos y así reclutar adeptos para infundir el odio y el terror, según revela un nuevo informe del Instituto de Investigación Interregional sobre Crimen y Justicia de las Naciones Unidas.Redes sociales y COVID

De acuerdo con el estudio, esos grupos han diseminado deliberadamente teorías conspirativas sobre el origen del SARS-CoV-2 que atribuyen a los Gobiernos, determinadas etnias o religiones, supuestas redes secretas, compañías o empresarios, los cuales, según ellos, planean la aniquilación de la población, el control mundial o el enriquecimiento mediante la venta de vacunas y tratamientos.

Por ejemplo, personas asociadas a organizaciones terroristas como ISIS y Al-Qaeda afirman que el virus es un “soldado de Alá” que está castigando a los incrédulos y a los enemigos de los musulmanes.

Desde esta perspectiva, el informe señala que la difusión de esas teorías tiene tres objetivos fundamentales.

En primer lugar, socavar la confianza en los Gobiernos y al mismo tiempo reforzar narrativas extremistas como una estrategia de reclutamiento.

Así, el grupo supremacista Blanche Europe ha dicho que la solución a la crisis de salud es exterminar a las poblaciones inmigrantes y evitar que las minorías étnicas reciban tratamiento médico. Además, culpó al Gobierno de Francia por no actuar rápidamente para prevenir la crisis y no priorizar a las “familias blancas”.

En segundo lugar, los actores no estatales pretenden incrementar el “terrorismo inspirado” o la motivación de los terroristas auto-radicalizados para perpetrar ataques reales.

Grupos de extrema derecha, como CoronaWaffen-reseña el sitio web de Naciones Unidas-pidieron explícitamente a sus seguidores que propagaran el virus tosiendo en su minoría local o asistiendo a lugares específicos en los que se reúnen minorías religiosas o raciales.

En tercer lugar, intentan promover una imagen positiva de sus organizaciones como reemplazo viable de las instituciones de salud y como actores políticos responsables, apoyando directamente a la población con la distribución de desinfectantes y alimentos.

Sin embargo, el propósito real es proteger sus intereses criminales, pues les preocupa que una gran crisis de salud provoque la participación de las fuerzas del orden en las áreas bajo el control del crimen organizado y, por tanto, estén en peligro sus actividades ilegales.

Los actores no estatales violentos se han aprovechado de las características de las redes sociales y las aplicaciones de mensajería que facilitan la publicación de contenidos de forma anónima, instantánea y sin costo alguno.

Otro aspecto importante es el uso malintencionado de social bots o chatbots. Se trata de algoritmos informáticos que producen contenido automáticamente, interactúan con humanos en las redes sociales e intentan influir en su opinión y comportamiento.

La investigación destacó la elevada probabilidad que la acción corrosiva de estos violentos actores no estatales no se limite a la crisis actual, sino que continúe después, pues los grupos terroristas, extremistas violentos y criminales buscarán influir en las políticas establecidas en “la nueva normalidad” para su propio beneficio.

El uso efectivo de la tecnología para detectar y desacreditar las noticias falsas-concluye el estudio-debe tener como objetivo involucrar y empoderar a los usuarios para que puedan comprender el problema y tomar su propia decisión informada sobre lo que es verdad y lo que no.