En el asalto perdieron la vida cinco de los asaltantes. El resto de los asesinos fueron perseguidos, torturados y posteriormente asesinados. Sus cadáveres quedaron expuestos en la explanada del Cuartel Goicuría hasta su enterramiento.
Aquel domingo, el último de abril de 1956, ni Reynold García ni los más de 50 hombres que pretendían tomar el cuartel Goicuría por sorpresa podían adivinar el destino fallido de la acción que durante meses habían preparado con especial recelo. Nada indicaba que el sueño casi acariciado de entregar armas al pueblo y combatir definitivamente a la dictadura después de tres años de represión e incertidumbre, fracasaría; ni que la muerte del principal líder de la acción, ni la masacre que sobrevino al encuentro en la posta número 6 serían la gran sorpresa del asalto.