Hoy me auto elevaré el ego con lo que voy a comentar. Soy propietario de un libro que tiene por título: Cuerdas de la Memoria, del guitarrista concertista Ildefonso Acosta, recientemente fallecido. El texto vio la luz en el 2004 y pertenece a Ediciones Matanzas.
Ildefonso, mi amigo, me dedicó el ejemplar que cuido celosamente. El músico plasmó su dedicatoria en la hoja donde agradece a sus padres y a otros que hicieron posible la edición de la obra.
Dice en su dedicatoria: “Para Tirse, gran amigo, admirado periodista, hombre de Arte y Cultura, de su Ildefonso Acosta”. ¿Ven por lo que me elevo yo mismo el ego? Quizá parezca bambolla, pero me siento agradecido por tal deferencia.
En la contraportada se dice que este no es un libro autobiográfico, tampoco son sus memorias ni una cronología de la vida del músico matancero. Este es un libro de recuerdos, vivencias, memorias, donde mediante crónicas, relatos, anécdotas y pinceladas con fina ironía y cubanísimo humor cuenta su andar y nos deja un grato recuerdo.
El libro abarca un amplio diapasón de su extenso recorrer, es un texto que te cautiva y no quieres desprenderte de él, porque cada uno de estos recuentos tiene una magia asombrosa. En lo particular disfruté mucho: El colchón del Louvre, aunque conocía la historia me la refrescó; otro que me gustó fue: Y se quedó vacío. Este último me comprometo a transcribirlo completo en otra oportunidad.
Y se quedó vacío, sólo diré que está relacionado con una presentación en la Casa de Cultura de Los Arabos, quizá muchos arabenses no conozcan esta historia protagonizada en su territorio.