Bajo las piedras, que renazca la historia

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El castillo romano de Gaziantep, antes y después del terremoto. Foto: Tomada de Twitter

Desde la Antigüedad hasta la Edad Media, cuando la tierra se movía bajo los pies de los hombres y caían a la par casa y monumentos, se culpaba a algún dios enfurecido o al movimiento vigoroso de enormes criaturas que se acomodaban bajo el manto terrestre. Ahora sabemos que esos misteriosos seres se llaman «placas tectónicas», y que su desplazamiento puede derrumbar una ciudad y enterrar siglos de historia en pocos segundos.

Los recientes sucesos de este tipo que han conmocionado a la humanidad ocurrieron el 6 de febrero, en Türkiye, y afectaron también a Siria. Con 7,8 grados y 7,6 grados en la escala de Richter, no son, por mucho, los sismos más fuertes de la historia; ese lugar corresponde al terremoto de Valdivia, Chile, en 1960 con 9,5 grados. Tampoco han sido los más letales (47 000 víctimas mortales), pues algunos desastres como este han dejado 87 000 (Pakistán 2005 y China 2008), 160 000 (Haití 2010) y hasta 228 000 (Indonesia 2004), por solo mencionar los ocurridos en este siglo.

No solo las vidas fueron arrebatadas sin aviso, también cayeron las piedras de algunos edificios patrimoniales, sitios históricos de una región que por siglos estuvo en el centro del mundo conocido y en la mira de los grandes imperios.

El castillo de Gaziantep, declarado por la Unesco Patrimonio de la Humanidad, con unos 2 000 años de historia, está ubicado a unos 18 kilómetros del epicentro del primer temblor. Sus orígenes se remontan al Imperio Hitita, pero la estructura actual fue construida por el Imperio Romano, durante los siglos ii o iii de nuestra era. El sismo destruyó bastiones y muros en las partes este, sur y sureste del castillo, y se teme por la estabilidad del resto de la estructura.

A pocos kilómetros de allí se localiza la mezquita Sirvani, construcción del siglo xvii que se derrumbó parcialmente. Otros edificios que también sufrieron daños durante el siniestro fueron la mezquita Yeni, en Malatya; la Iglesia católica de Alejandreta; el santuario Göbekli Tepe; la zona arqueológica de Nemrut Da, el asentamiento de Tell de Ars lantepe, y los jardines de Hevsel.

En el territorio sirio se han reportado daños en la Ciudadela de Alepo, también Patrimonio de la Humanidad. Se dañaron parte del molino, muros del palacio medieval y la mezquita. Muchas estructuras de Alepo estaban debilitadas debido a los bombardeos durante la guerra en este país.

No es la primera vez que estas naciones enfrentan este tipo de fenómeno, pues están localizadas sobre una de las zonas sísmicas más activas del mundo, según explica la revista National Geographic, donde la placa tectónica de Anatolia hace contacto con la placa arábiga.

Monumentos dignos de leyenda se han convertido en escombros por el golpe de un sismo. El mítico Mausoleo de Halicarnaso, actual Bodrum, en Türkiye, sobrevivió a invasiones y ataques desde 350 a.n.e., hasta que un terremoto sellara su destino en 1404. Sus restos fueron utilizados casi un siglo después para la reparación del Castillo de San Pedro de Halicarnaso.

En esta nación, incluso la fabulosa ciudad de Troya, la misma que a finales del siglo XIX se pensaba que era solo mitos y cuentos de bardos hasta que se descubrieron sus ruinas, sufrió alguna vez el embate de un desastre como este.

En estos días de tantas noticias desalentadoras, incluyendo un nuevo sismo, hace apenas unas horas, el futuro de esa parte del patrimonio histórico parece incierto. Con buena suerte, esperemos que las columnas que han mantenido de pie a Türkiye y a Siria durante los últimos miles de años –su cultura, su historia, su gente– no se debiliten por más que se agite la tierra, y puedan ser convertidas, una vez más, las ruinas en pilares.