La cocinera de Castamar

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El marco histórico peninsular emerge con trazos precisos: la España inmediatamente posterior a la Guerra de Sucesión, que a principios del siglo XVIII enfrentó a las casas reales de Habsburgo y Borbón

Autor: Pedro de la Hoz | Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Quien vio cientos de escenas de duelos a espada en las pantallas desde que el cine es cine, sufrió una honda decepción ante la batida entre el duque de Castamar y el marqués de Soto: cruce de aceros soso, resuelto de la manera más burda.

Quien esperó no ya por un desenlace ajustado a las coordenadas sociales de la época, sino por el mínimo respeto de guionistas y realizadores a la lógica argumental que hasta entonces prevalecía en aras de colocar, de acuerdo con el título del último capítulo, a cada quien en su lugar, cayó de bruces ante la evidencia de que se le había vendido un cuento de hadas carente de originalidad al que faltaba únicamente en los créditos de la despedida el cartel: «colorín, colorado; este cuento se ha acabado».

Al telespectador de casa debe haberle sorprendido la alusión a Cuba por parte de Gabriel, el hermano negro del duque, que en su afán de hallar un sitio adonde escapar con su amada Amelia Castro, señala la isla como un sitio en el que no se extrañaría el color de la piel y podrían ambos ser felices. Nadie sabe cómo iban a concretar la ilusión en una colonia que se levantaba a base del trabajo de mano de obra esclava africana, régimen justificado mediante una cultura racista antinegra, aun cuando luego vendrían tiempos peores con el auge de la economía de plantación.

¿Quiere esto decir que hay que hacer tabula rasa de La cocinera de Castamar? La serie transmitida por Cubavisión –producción de la compañía española Buendía Estudios, que alcanzó altísimos índices de audiencia en 2021 en la cadena Antena 3 y luego en la plataforma Netflix, basada en la novela homónima de Fernando J. Múñez– posee ingredientes suficientes como para situar en la balanza elementos positivos que los desastres de las postrimerías no pudieron opacar, como tampoco los hilos de una intriga que se parece demasiado y está mucho mejor contada en Las amistades peligrosas, libro y película.

El marco histórico peninsular emerge con trazos precisos: la España inmediatamente posterior a la Guerra de Sucesión, que a principios del siglo XVIII enfrentó a las casas reales de Habsburgo y Borbón, triunfante esta última en Madrid. El primer monarca Borbón es uno de los personajes de la serie, Felipe V, el Animoso, encarnado por el actor Joan Carreras con todos los pelos y señales. El rey padeció un desorden síquico que se acentuó con el tiempo. En el plazo descrito por la serie, este preparaba a su primogénito Luis para el trono, jugada que le salió mal: Felipe abdicó en 1724 en favor de su hijo, pero este apenas reinó 229 días, pues falleció de viruela. Felipe retomó el cetro, mas como se observa en la serie, el poder real pasaba por las manos de su segunda esposa, la italiana Isabel Farnesio, interpretada por Silvia Abascal.

Aunque el Ducado de Castamar no existió, ni su palacio, hubo sumo cuidado en la ambientación, la escenografía y la selección de locaciones que transmitieran la visualidad de las primeras décadas del siglo XVIII, como se desprende de las edificaciones patrimoniales de Madrid y Segovia escogidas por la producción.

En una serie donde la gastronomía ocupa un plano protagónico, los realizadores gastaron proyectiles de largo alcance, al contratar a Sonia Jabalera, experimentada cocinera madrileña que recreó la cocina española del 1700, desde la masa de azúcar que sirvió de puente de amor entre Clara y el Duque, hasta las fabulosas cornucopias. Si bien las riendas de la restauración por entonces eran llevadas por hombres –en la corte de Felipe V a cargo de los maestros Pedro Chatelain y Pedro Benoist–, no falta a la verdad histórica el papel de la mujer en la cocina de aquellos tiempos; en 1740 apareció un impreso de 38 páginas titulado Libro de apuntaciones de guisos y dulces, de la autoría de María Rosa Calvillo de Teruel. De modo que la Clara Belmonte (Michelle Jenner) de la ficción, no es totalmente ajena a la realidad.