Laura María Hernández Lima: “Tejer siempre fue una opción”

Imprimir
Inicio desactivadoInicio desactivadoInicio desactivadoInicio desactivadoInicio desactivado
 
Valoración:
( 0 Rating )

Probablemente si eres fan de la bisutería artesanal conozcas su trabajo. Made by Lau, el emprendimiento de Laura María Hernández Lima, ha colocado en los últimos meses en Matanzas una tendencia de aretes coloridos y originales de crochet, que continúa ganando espacios dentro de la artesanía cubana.

A pesar de saber tejer desde muy pequeña, Laura no recuerda su primera creación. “Tendría cuatro o cinco años, tal vez fuera alguna ropa para las muñecas; pero no sé con certeza, porque desde que tengo memoria siempre ha habido en mis manos o a mi alrededor una aguja de tejer”.

No es casual que desde niña se acercara al crochet. Su madre y su abuela siempre tejieron “para la casa” y con fines comerciales. De hecho, la génesis de Made by Lau se remonta a la pandemia y a la idea que junto a su madre desarrolló de vender artículos por un grupo de Telegram con este mismo nombre. 

Para Laura, psicóloga de profesión, llevar a la par su trabajo a tiempo completo en el Hospital Faustino Pérez de Matanzas y asumir los encargos de este emprendimiento ha implicado un esfuerzo inmenso que, sin embargo, disfruta muchísimo. Sentarse en el sillón de la sala con los pies cruzados y dejar que el tiempo vuele mientras teje girasoles no solo es uno de sus mayores placeres, sino un ejercicio de abstracción profundo. 

—¿Cuándo supiste que podías hacer de este arte que siempre estuvo en tu vida un emprendimiento? 

—Mi acercamiento al crochet viene como en tantos otros casos de una influencia familiar fuerte. Tejo desde que soy niña porque mi abuela tejía, y mi mamá; las dos en su momento hicieron cosas para el turismo. También tejíamos para nosotras, por ejemplo, hicimos muchas piezas cuando nació la niña, pero todo era para mí; en esos momentos no vislumbraba que el tejido me pudiera llevar por este camino. 

“Y te digo que es algo familiar, porque del mismo modo en que yo lo hago desde pequeña, mis hijas han aprendido y hacen algunas cositas, lo que toca para la edad, pero saben. Y es lógico porque desde que una abre los ojos ve a la gente trabajando en eso. 

“Tejer siempre fue una opción. Me sentí atraída por la bisutería. Soy muy ‘gangarriera’ e hice accesorios para mí; también por mi papá y lo que hace.

«Antes de los aretes hice diversos artículos para vender: bolsos, carteras y algunos aretes vinculados con la piel, que es en lo que trabaja mi papá con el tejido; en algunos combiné el crochet con las telas, durante la pandemia. En esa época mi mamá y yo incluso abrimos el canal de Telegram, pero fue un proyecto que luego abandonamos. 

“Ocasionalmente, colocaba mis aretes en alguna mesa del Fondo Cubano de Bienes Culturales, pero, de manera oficial, me decidí a hacer de esto un emprendimiento a mediados del año pasado. Llegó el momento en que entendí que podía desarrollar un proyecto con un nombre, una estructura, un objetivo, y me lancé. Por supuesto, eso llevó un tiempo de pensar cuál iba a ser el público, de qué manera podría funcionar mejor, y que esto de producir aretes no fuera solo para mí o para hacer regalos, sino que creciera.

“Empecé abriendo la cuenta de Instagram para visibilizar mi trabajo. Le doy gran importancia a las redes sociales, porque hoy para cualquier emprendimiento creo que es fundamental y el público al que quiero llegar también está ahí. Fue un proceso de mucho aprendizaje, en el que he tenido la suerte de contar con la ayuda de disímiles personas”.

—Sin embargo, a pesar de ser un emprendimiento joven, cuenta con muchísima aceptación. ¿Cómo valoras los resultados que has alcanzado hasta hoy?

—Estoy muy contenta porque realmente no imaginé que el proyecto tuviera en tan poco tiempo tal aceptación. Pienso que está funcionando, que está saliendo bien, y eso es una motivación importante.

“Para mí es un proceso que no quiero apresurar, sino vivirlo paso a paso. Acabo de crear un catálogo que ya está disponible en Instagram. En estos momentos se encuentra en un período de prueba, pero ahora mismo cumple su función, que es mostrar lo que hago y que la gente conozca los precios y pueda realizar sus encargos. 

“A veces las personas creen que lo que uno está haciendo es extremadamente caro y no preguntan. En Made by Lau me gusta promover el hecho de que la gente pueda personalizarlos; me parece que hasta ahora ese ha sido un gancho importante, porque vienen con una idea y para mí es fácil llevarla a cabo. Incluso, he tenido clientas que me han traído modelos de aretes que les han gustado y se los he hecho.

Es decir, no es solo la propuesta que les ofrezco, sino que el cliente puede sugerir y sentirse parte.

—¿Cómo fluye ese proceso creativo, teniendo en cuenta que trabajas a tiempo completo como psicóloga?

—Es difícil, pero no imposible. El momento más productivo es la tarde noche, cuando regreso de las consultas en el Faustino. Me compré una especie de cesto de madera en la Calle Medio, lo forré yo misma y aquí tengo los materiales; mientras veo televisión, me siento y adelanto en ese sentido. Saco lo que voy a usar y así hasta que me voy a dormir.

“En el nivel de producción influyen múltiples factores. No me gusta trabajar en serie, pero, por una cuestión de aprovechar el tiempo y de cumplir con los encargos que puedo tener, a veces me toca. Digamos que en un día, desde la mañana hasta la noche, puedo hacer entre cinco o seis pares de aretes, porque no es solo tejerlos, es ensamblarlos con cuidado; depende también del tamaño o la complejidad. 

“He tenido pedidos grandes, recientemente uno de 30 pares de aretes que tuve que terminar en un fin de semana; creo que ha sido mi tope más grande. 

“Es un trabajo que implica ser muy meticuloso para que quede bien. Igual, no logro estar 100 % sentada tejiendo en un día, porque tengo a las niñas y es complicado; pero aquí nos hemos tenido que ajustar. El problema es que tejer lleva tiempo, es decir, no se te puede quedar ninguna hebra detrás porque el acabado no es el mismo, y tienes que mantenerte contando para que resulte exacto al otro; entonces, no debo estar apurada porque lo puedo hacer mal.

“Por otra parte, me gusta ‘inventar’, incluso aunque tenga varios modelos siempre estoy innovando con algún detalle. En el catálogo no aparecen todos, y hay otros que aunque se incluyen, por temporadas, no puedo hacerlos porque la materia prima no es estable y en ocasiones bastante cara”. 

—¿El crochet tiene hoy en Cuba el espacio que merece? 

—Pienso que sí, aunque no es muy común. Ahora aquí en Matanzas existe un grupo de emprendedores que están haciendo muy buenas cosas. Un ejemplo son las muchachitas de La química del crochet; tienen maravillas, sobre todo en ropa o bikinis, que para mí son su fuerte.

“Hay otra muchacha aquí en Matanzas trabajando esta técnica, y en La Habana conozco dos o tres personas más que hacen muy bien accesorios a crochet. Pero tampoco es el gran boom que tienen otros tipos de accesorios. A mi juicio, muy pocas personas en Cuba se dedican a esto; por el contrario, es algo muy desarrollado en el mundo.

“Me gusta, me parece que es algo muy exclusivo. En el verano saqué algunos aretes de botón que eran de acero inoxidable, especiales para llevar a la playa, y la gente los compró bastante porque se ajustaban a esa época.

“Los que nos dedicamos a tejer chocamos constantemente con la escasez de materia prima. No hay un mercado ni tampoco estabilidad para comprar. Por suerte, cuento con personas y amistades que me traen los materiales sin costos extralimitados. No obstante, por ejemplo, tengo un modelo de aretes, de los más demandados, que en estos momentos están agotados porque no poseo los materiales necesarios. 

“Más allá de eso, creo que sí, que es un arte y una tradición que tiene un lugar en Cuba y que puede crecer”.

—¿Has pensado en tener tu propio espacio para comercializar tus creaciones?

—Claro, como proyecto está, es una idea que ha estado ahí desde que surgió, pero no le quiero poner fecha porque tampoco es algo que me plantee de inmediato.

“Ahora mismo estoy feliz con haber logrado colocar mis productos en varios espacios de aquí de Matanzas, como Caprichitos, Regalo con ksita, la tienda Aurora y en Alma Shop en La Habana. Eso me permite tener más producción, y ver cuánto el mercado puede aceptar lo que estoy haciendo. Conozco la experiencia de algunos emprendimientos que han intentado tener su propio espacio y no ha resultado, y yo quiero que cuando me decida no sea un lugar más.

“Para poder tener un espacio como Caprichitos, por ejemplo, no puedes cubrirlo solo con tus cosas. No funciona ni desde el punto de vista rentable ni desde lo visual. Al menos hay que tener una producción muy grande y muy variada, para combinar todo un espacio. 

“La idea que tengo es la de un local donde confluyan otros emprendimientos, donde el producto principal sean los aretes, pero además otros de varios artesanos. Alcanzar eso y que no sea un merolico o una mesa más es complicado; por eso quiero hacerlo cuando estén creadas todas las condiciones.

“Mi objetivo mayor es seguir trabajando, tener estabilidad. Sí aspiro a que la gente identifique mi trabajo, a que vean un par de aretes de crochet y sepan que es una obra de Laura. Por supuesto, es importante que venga vinculado con la economía; pero creo que lograr un estilo propio le aporta valor a lo que se hace”.