Inocencia: otra excusa para volver al cine

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¡Ah, ir al cine! Esa cosa tan simple que en la ciudad de Matanzas parece un privilegio. Uno pasa frente al cine teatro Velasco y ni se toma ya la molestia de buscar la cartelera, pues las más veces ni siquiera existe.

Por eso fue tan tremendamente reconfortante, como volver a casa después de una larga ausencia involuntaria, sentarme en una butaca del Velasco para disfrutar el filme cubano Inocencia, lo más reciente del director Alejandro Gil.

Mi compañera y yo temíamos ser los únicos en la bien llamada Ciudad Dormida interesados en ver una película aquel viernes a las 5:30 de la tarde, pero no fue así. Había gente cuando entramos puntuales a la sala ya en penumbras, y mucha más cuando las luces volvieron a encenderse.

Pero ¿qué decir de Inocencia? Parece cosa de locos o de tontos criticar lo que a otros tantos gusta. Uno, que no es crítico de arte ni mucho menos, prefiere no pisar el terreno minado, y conformarse con apuntar la opinión de un simple espectador.

Pese a un “primer tercio” –como le escuché decir a un colega- que se me hizo cuesta arriba, la película me enganchó por la fuerza emotiva del suceso real que cuenta.

Para evitar rodeos, cito la sinopsis oficial:

“Cuba, noviembre de 1871. Los estudiantes de primer año de Medicina son encarcelados por una injusta acusación, pero solo ocho de ellos serán víctima de un inesperado desenlace. Después de dieciséis años en los que Fermín Valdés Domínguez, amigo y compañero de celda de las víctimas, ha luchado por demostrar la inocencia de aquellos jóvenes, una nueva pista lo acerca a la clave que desentrañaría la verdad oculta. Una historia que irá develando la incansable pesquisa de Fermín y aquellos estremecedores sucesos que condujeron a los acontecimientos más dramáticos y sensibles de La Habana del siglo XIX. Basado en hechos reales.”

Ya nos sabemos la historia del Fusilamiento de los Ocho Estudiantes de Medicina, así con mayúsculas como aparece escrita en los libros escolares. Porque la sabemos, ¿verdad? El filme parece echarnos en cara que desde la primaria a la universidad ese pasaje histórico tan sombrío en el mejor de los casos se cuenta por arribita, y en el peor se cuenta mal.

En algo menos de una hora y media de metraje me estremecí ante el asesinato de jóvenes inocentes, eché de menos un guión más inteligente y un Fermín Valdés Domínguez mejor interpretado, viajé al siglo XIX por la gracia de una lograda reconstrucción de época que mucho debe a la fotografía y las locaciones…

Con sus luces y sombras, porque de ambas tiene, Inocencia saca la nota más alta si de lo que se trata es de conmover a su público, especialmente el cubano, con un mensaje de valor universal.

Acaso el mayor acierto de la cinta a la luz de nuestro tiempo sea hacernos meditar acerca de las consecuencias nefastas de la soberbia, el odio, la intolerancia.

Solo lamento que la película me resulte algo ingenua, porque sus espectadores, afortunadamente, no lo somos.