Andy Cruz: el boxeo es mi vida

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Dicen que uno nace con cierta predestinación en la vida y casos como el de este jovencito de Alacranes, Matanzas, demuestran que sí, que hay gente hecha para algo, con un propósito y una estrella, la de Andy  Cruz está, sin dudas, sobre el ring.

 

Comenzó a boxear con 10 años en su pueblo natal. Me cuenta que en la escuela era como «un gallito de pelea», pero cuando consiguió subirse al cuadriulátero, remedio santo, todas aquellas energías las concentraba allí: «el deporte siempre ennoblece y crea disciplina».

 

Andy pasó por la natación, donde duró muy poco y por el kárate, pero… «tenía la suerte de que cada vez que prendía el televisor, siempre me encontraba con peleas de Mario Kindelán, que hoy por hoy es mi ídolo y así fue como empecé en el boxeo en un combinado que tenemos en el pueblecito de Alacranes, junto a mi primer entrenador Gustavo Delgado y El Indio, que también fue de los primeros en descubrirme a mí como boxeador. Gracias a dios encontré el boxeo y hoy por hoy es mi vida».

 

Desde esos primeros años, Andy Cruz comenzó a soñar en grande: «El sueño de todo atleta es llegar a ser de los mejores en su país y por supuesto que era mi sueño también. Llegué con mucho sacrificio, ya los entrenadores veían en mí destellos de talento, veían que tenía posibilidades de llegar, hacerlo bien y representar a mi país en cualquier ámbito internacional y sí, fue difícil, pero siempre en mi mente estaba seguro de que podía lograrlo y ya ven la prueba, así es y así va a seguir siendo en lo que me queda de carrera».

 

De hecho, muchos lo consideran el mejor boxeador amateur del mundo libra por libra, sin embargo, cuando le hablas del tema él responde sin falsa modestia, pero con la humildad que también lo engrandece: «realmente yo siento que cada cual en su peso es el mejor, yo en el mío trato de ser el número uno, para eso trabajo, para ganar, pero bueno, cada persona tiene su opinión».

 

Ha sido campeón de todo o casi todo lo que se puede ser campeón en el boxeo mundial, pero allá en Matanzas, en Alacranes y en su corazón, sigue siendo «el hijo de Vivian», como dice la canción «normal, natural» y muy agradecido:

 

«En mi formación como atleta influyó mucho mi mamá, siempre digo que mi madre es mi principal entrenadora y además el apoyo de mi papá, de mi hermano, del pueblo de Alacranes, que siempre siguió mis peleas y vio mis primeros pasos en el boxeo desde pequeño. El apoyo de ellos ha hecho posible todos mis resultados hoy por hoy».

 

Como joven, Andy disfruta compartir con amigos, cantar, jugar fútbol, bailar… pero sobre esto tenemos que hablar más, porque esta última afición ya la sabíamos:

 

«Desde mis primeros pasos como boxeador, siempre bailaba cada vez que terminaba una pelea, pero en la medida que fui creciendo dejé de hacerlo, ganaba mis combates y los celebraba normal, hasta que gané un Mundial en el 2017 y la emoción me dio por recuperar ese baile y a la gente le gustó de tal manera que ya no puedo dejar de hacerlo. Es algo que me sale del corazón, me dejo llevar por la emoción y ahí mi cuerpo baila solo y que salga lo que vaya a salir.»

 

Justamente ese Mundial Andy lo recuerda como uno de los momentos más difíciles de su carrera: «una semana antes del Campeonato falleció mi abuelita y psicológicamente me afectó mucho. Pensé que que no iba a poder asistir por lo mal que me estaba sintiendo, pero gracias a dios y al apoyo que recibí pude ir y alcanzar la medalla de oro que tanto esperaba.»

 

Y el alegrón de su vida lo gozamos también usted y yo hace aproximadamente un mes: a la una de la mañana media Cuba estaba en pie esperando que Andy tirara su primer pasillo olímpico: «es algo que no tengo como describir, pero la verdad es que es muy grande, es el sueño de todo atleta y también el mío».

 

Andy se subió a lo más alto del podio en Tokio 2020 y cerró con broche de oro, (nunca mejor dicho), el medallero de la isla en la cita estival. Iba preparado para eso, pero afirma que confiado jamás:

 

«Sabía que muchos me daban como favorito, pero yo soy el que tengo que demostrar, la última palabra siempre la tengo yo y no podía hacer quedar mal al pueblo cubano, ni a mí mismo, que también me sentía como un oro. Así que salí sin confiarme para que no hubiera ninguna sorpresa, a hacer mi trabajo y tener el resultado que el pueblo cubano y yo esperábamos».

 

Sobre la estrategia que lo ha llevado hasta esos éxitos, comentó: «Para ganar mis peleas me baso primeramente en saber lo que tiene el rival, saber sus virtudes y también sus defectos y trabajar en base a sus defectos, yo me acoplo según lo que me da el rival».

 

En Tokio, los Domadores se comportaron una vez más como el buque insignia de nuestra delegación, pero en las actuales circunstancias el mérito es doble:

 

«Fue un ciclo difícil debido a la Covid, pero lo que trajo de positivo fue la unión que mantuvimos como la familia que somos y, a pesar de no haber tenido muchas competencias nacionales ni internacionales, pudimos hacer una base bastante buena. Físicamente estábamos muy bien, solamente faltaba pulir detalles técnicos y ya con la maestría que la mayoría teníamos ahí en el equipo, se sabía que íbamos a «entrar en caja» bastante rápido. Así mismo fue y se vio el resultado en estos Juegos Olímpicos».

 

Dentro de tres años, el baile será en Paris y Andy espera que el pueblo de Cuba confíe y lo acompañe como hasta ahora.

 

*Cubasí

 

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