Adrenalina en el Morro. Foto: Heydy Montes de Oca

Cuando me asomé a la escalera que baja hacia los fosos de El Morro estuve a punto de virar para la casa. Recordé el momento exacto en que tomé la decisión de irme a escalar y el embullo con que lo había hecho.

Nunca fui particularmente cobarde pero aquellos escalones desiguales, corrompidos por el salitre y el tiempo,  que descendían alrededor 20 metros, sin pasamanos ni protección alguna, hace que una empiece a dudar de su propio cuerpo.

Vencidos mis primeros miedos miré hacia arriba. Pensé lo mismo que antes de subir el Turquino: ¿Seremos capaces de llegar tan alto? Y no, al menos aquí no fui capaz, pero fui valiente y escalé hasta que mis pies comenzaron a temblar.

El Castillo de los Tres Reyes del Morro es uno de los lugares del país, junto a Viñales, la Escalera de Jaruco  y Bosque de La Habana, donde se puede practicar este deporte.

Lo que ahí viví me hacía dudar si realmente estaba tan cerca de la ciudad. El clima fresco a pesar del sol rajapiedras, la tranquilidad que venía acompañada de silencios y a veces de acordes de guitarras, las vistas diferentes, desde abajo, la arena fría bajo mis pies, convidaban a recostarse, y entre leyendas y certezas, imaginar la historia que las piedras que nos rodeaban.

Adrenalina en el Morro. Foto: Heydy Montes de Oca

Adrenalina en el Morro. Foto: Heydy Montes de Oca

Adrenalina en el Morro. Foto: Heydy Montes de Oca

Adrenalina en el Morro. Foto: Heydy Montes de Oca

Adrenalina en el Morro. Foto: Heydy Montes de Oca

Adrenalina en el Morro. Foto: Heydy Montes de Oca

Adrenalina en el Morro. Foto: Heydy Montes de Oca