Tokio 2020 evidenció muchas aristas, ya sea dentro o fuera del plano deportivo. Una de ellas fue la globalización que vive el mundo atlético, acrecentada por las constantes nacionalizaciones, la fuga de talentos y el carácter mercantil del deporte.
En esta edición olímpica, 93 países obtuvieron al menos una medalla, cifra nunca antes vista en lides bajo los cinco aros. De ellos, 66 se alzaron con un pergamino dorado.
La delegación china comandó el medallero durante buena parte de la lid, sustentado en soberbias actuaciones en deportes como tenis de mesa, bádminton, gimnasia, halterofilia, clavados y tiro deportivo. Los tres últimos le reportaron más de la mitad de sus medallas doradas. Sin embargo, Estados Unidos protagonizó un sprint violento en las dos últimas jornadas, para rematar en el final y sobre la misma línea de meta llevarse por tercera ocasión consecutiva la cima olímpica.
El título de la selección femenina estadounidense de voleibol fue el que decantó la victoria, al cerrar la cuenta con 39 medallas de oro para los norteamericanos, una más que los asiáticos. Por medallas, el éxito fue más holgado, con 113 preseas por las 88 del equipo chino.
Ambos países mostraron que el duelo entre superpotencias va más allá de posiciones estratégicas o primacías económicas, y que en el deporte también tienen su propia pugna. China ha sido la única nación capaz de arrebatarle la cima del medallero a los Estados Unidos en lo que va de siglo, cuando en Beijing 2008 se adjudicaron 51 coronas, por 36 sus rivales.
No obstante, el botín alcanzado por Estados Unidos representa una disminución de la cosecha en las últimas citas estivales, pues desde Atenas 2004 un país no ganaba los Juegos con menos de 40 diademas. Esta merma habla a las claras de un medallero repartido y en el que la disputa por la cúspide se torna cada vez más encarnizada.
El dominio estadounidense sufrió una pérdida de 7 oros con respecto a Río 2016, mientras China recuperó el segundo peldaño que les arrebató Gran Bretaña en la edición precedente, gracias a 12 títulos más.
Los 10 primeros
Japón aprovechó su condición de país sede y se coló en el último escaño del podio con su tercer lugar, para igualar lo hecho en Tokio 1964 y México 1968. Los 27 títulos logrados por los deportistas japoneses contribuyeron a la mayor cosecha de medallas en su historia olímpica.
Al cuarto peldaño cayó Gran Bretaña, mientras los atletas rusos (representados por su Comité Olímpico) recalaban quintos. Australia vivió uno de los ascensos más importantes, del décimo puesto hace cinco años, al sexto ahora.
Países Bajos, Francia, Alemania e Italia le siguen por ese orden, todos con 10 primeros lugares. Los holandeses se aferraron a su tradición en el ciclismo para materializar 36 premios, tres más que los galos, quienes sorprendieron al mundo por el vertiginoso ascenso en deportes colectivos, a pesar del visible estancamiento a tres años de que sean anfitriones en París 2024.
El estreno
Con poco más de 60 km de extensión y 30 mil habitantes, San Marino inauguró el casillero de medallas. Su delegación se estrenó a lo grande, con una plata y par de bronces. El subtítulo vino del tiro deportivo en foso mixto, deporte que también les dio un tercer lugar junto a la lucha libre.
Turkmenistán, con una plata en halterofilia, y Burkina Faso, con un bronce en triple salto, comenzaron su palmarés bajo los cinco aros.
Por otra parte, India, el segundo país más poblado del mundo, obtuvo el primer oro en atletismo de su historia, cuando Neeraj Chopra se alzó como campeón en el lanzamiento de la jabalina. Chopra, por cierto, es entrenado por el único hombre capaz de enviar el implemento más allá de los 100 metros, el alemán Uwe Hohn.
Cuba, entre gigantes
Nuestro país acaparó 15 medallas, de las cuales 7 fueron doradas. Los deportes de combate halaron del carro nuevamente, y el canotaje alcanzó ribetes históricos.
El boxeo mostró una eficiencia de niveles insospechados. Con cuatro coronas, los púgiles cubanos destrozaron pronósticos y enrumbaron propósitos hacia puerto seguro. Roniel Iglesias, Arlen López y Julio César La Cruz elevaron a once los bicampeones olímpicos del boxeo en Cuba, cuyos representantes no pierden una final desde Londres 2012. Otro nivel.
Idalis Ortiz mantuvo al judo entre los premiados, luego de una plata con sabor a oro, mientras Rafael Alba le devolvía al taekwondo de la Isla su presencia en el medallero, después de la ausencia en Río 2016. Además, la lucha grecorromana dominó por segunda ocasión consecutiva, a la vez que Luis Orta se proyectaba en sorpresa y Mijaín López esculpía la leyenda.
Aunque Cuba logró una muy meritoria actuación y ocupó el lugar 14 entre más de 200 comités olímpicos nacionales, aún restan análisis sobre la preparación y estudio para optimizar un movimiento deportivo que tiene en la masividad su piedra angular.
