René Quirós, el reparador de sueños

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René Quirós, el reparador de sueños

Muchas metas y proyectos han marcado la trayectoria de este longevo educador.

A escasos días de haber cumplido 83 años, camino de nuestra entrevista, su paso fue interrumpido en varias ocasiones para ser saludado con abrazos afectuosos, e interpelado como “mago”, “grande” o “ícono de la cultura matancera” por diversos conocidos. 

Con alegría casi infantil me comentó sobre las felicitaciones que no paraba de recibir desde diversas partes del mundo, de los que un día fueron niños ávidos de su magia. Por algo, mientras transcribo sus palabras, con motivo de tributar mediante ellas al Día del Educador, no se me ocurren términos más apropiados que mago, grande o ícono para definir a René Quirós.

“Nací en Matanzas, en Maternidad Obrera, si bien me crié en Unión de Reyes, un lugar que aprecio mucho por sus palmas, su puente viejo, su iglesia, su estación de ferrocarril… Allí transcurrió mi primera etapa de vida, junto a mis padres y hermanos, en un barrio muy cerca de la rumba, de las tradiciones unionenses. En ese famoso paseo donde hay una buena cantidad de álamos, el segundo de atrás hacia delante lo sembré yo con cinco años.

“Mi mamá se ocupaba de la casa y de varios trabajos por doquier, lavando o limpiando, y mi papá era vendedor de periódicos, por lo que desde muy pequeño estuve yo también ayudándolo en su actividad. También dibujé y gané concursos, participé en actividades escolares, aprendí a leer y a querer a Martí gracias a mi maestra de kindergarten.

“En Unión de Reyes estudié hasta que mi mamá empezó a echar la vida para que yo tuviera una profesión, y durmió muchas noches en portales de La Habana buscándome una beca, y a partir de cuarto grado me sumé a la Ciudad Estudiantil de Colón, le debo mucho a los curas canadienses que la dirigían. De allí me gradué de bachiller, como contador privado y secretario comercial en español e inglés. Como ingresé a una banda en la que tocaba trompeta y redoblante, me vi inmerso en iniciativas dedicadas a la Navidad, a los fines de curso, a las efemérides.



”Cuando terminé de estudiar, volví a Unión para trabajar en el montaje de obras teatrales y formé parte de un primer Consejo Popular de Cultura que se creó. Gracias al aviso del poeta Néstor Ulloa, me presenté a una entrevista de prueba en La Habana para formarme como instructor de arte. El tribunal dijo que me faltaban conocimientos de carácter teórico, pero allí estaba Isabel Monal, la prestigiosa investigadora, quien dijo ‘Lo que le falta lo aprenderá, pero ese guajirito tiene talento’.

“Siento que tuve a los mejores y más destacados profesores de este país, artistas e intelectuales. Todo lo que rodea mi profesión se fortaleció en ese entonces, a partir de ese curso intensivo a todas horas que me formó y creó, a partir de quienes me enseñaron y mostraron el camino para unir cultura y pueblo. Orgulloso de pertenecer a la primera graduación de instructores de arte.

“Cuando empecé a ser instructor de arte, me mandaron de vuelta a Unión de Reyes e hice un grupo con el que montamos La esquina de los concelajes, de Nicolás Dorr, y ganamos premios en la provincia y a nivel nacional.

“El vínculo con estudiantes, trabajadores, gente de campo, contribuyó a formarme en los tiempos difíciles que me tocaron. Por ejemplo, al trabajar en la Ciénaga de Zapata, en la comunidad de Cocodrilo, que apenas había aprendido a leer y escribir y yo tenía que enseñarles el texto de una obra de teatro, como un alfabetizador más. Esa cercanía, ese ‘pasar trabajo’ que la gente dice, me marcó mucho, como organizar el movimiento pioneril y cultural en la escuela unionense Felipe Poey.

“Además, resultó esencial todo mi acercamiento en general a los niños, a los jóvenes del pueblo, a una granja de presos políticos, a todas las secundarias básicas en un proyecto sobre Martí cuando vine en el 67 para Matanzas… El instructor de arte, además de educar, cumple varias funciones: es un promotor, sociólogo, psicólogo. Hay muchas vertientes, y le transmito a mis alumnos que hay que ser un poco de todo para realmente alcanzar el concepto de cultura que nos define, no solo la artística, la literaria, sino también la educación, la manera de comportarnos, lo que inculcamos a nuestros hijos. Ahí también está la cultura que he defendido todo este tiempo.

“He pasado por una buena cantidad de eventos, de todo tipo. Los festivales de aficionados son muy importantes en mi trayectoria, siempre figuré a la vanguardia con mis grupos de teatro; gané premios con las FAR, con el Minint, con la Feem, con los pioneros. Sobre todo, destaco por su interés y calado el plan Cultura-Mined, en que se instruía a los niños, a través de la radio y la figura del propio maestro de la escuela, para una educación integral con el apoyo de un grupo de especialistas conformado por artistas y pedagogos. En Matanzas fuimos iniciadores de este programa, que después se extendió a todo el país

“Un amigo muy especial decía que yo soy un mago, porque conozco a un niño y a los pocos minutos él está poniendo en práctica algunas de mis enseñanzas básicas. Supongo que esa, cariñosamente, era la manera de resaltar que hay una magia para los Reparadores de Sueños.

“Este proyecto fue un anhelo de mucho tiempo atrás. Me llamaron una vez de Cultura para decirme que haríamos una Colmenita matancera, y yo me negué: ‘¡Aquí ya hay una Colmenita, y son los Reparadores de Sueños!’. Es una gran familia que se ha consolidado a lo largo de más de tres décadas, la experiencia que me ha superado. He logrado que sean artistas, arquitectos, ingenieros, médicos; también los hay que barren las calles, con los que a veces me encuentro, como un trabajador de Servicios Comunales que al verme me dice: ‘Tú me ensañaste que para mover un títere había que usar este dedo así y este así…’.

“El mayor logro de los Reparadores de Sueños es haber logrado que estos infantes y adolescentes sean mejores personas y que la familia contribuya a tal fin. Es maravilloso ver todo lo que pueden lograr los jóvenes. Si se les acerca a cualquier profesional, este, cuanto menos, siente admiración y respeto por ellos.

“Dicen que soy amoroso, y tal vez con razón, pero a la vez soy bastante exigente y me gustan las cosas bien hechas. El proyecto surgió en momentos difíciles, en medio del período especial, cuando había que buscar todos los recursos deambulando por toda la ciudad. Una vez me dijeron, y eso me impactó, que Reparadores de Sueños es mi vida. En efecto, pienso que lo es, pero no el final del camino. Solo el acceso a otro más ancho y abierto, por el que se avanzará con gran satisfacción.

“Adoro a mi familia, que es grande, pero tengo otra, esa familia no sanguínea que es inmensa. Mis amigos lo son en lo bueno y en lo malo, no soy selectivo porque la profesión me los ha dado en buena cantidad. Con la edad que tengo, a veces pienso que unos y otros ya me están mimando, pero bueno… Agradezco a mi mujer, que ya no está, por soportar todas las vicisitudes de mi carrera. Cuando trabajé lejos de ella, cuando estudié en el extranjero varias veces, cuando cumplí misión en Mozambique y luego en Centroamérica, tanto ella como mi madre asumieron responsabilidades que eran mías. Esas dos mujeres están en un número uno.

“Me quedan por hacer muchas cosas que no quisiera dejar al azar, sino consolidar. Quiero que los continuadores de esta labor cumplan nuestros objetivos, entre ellos, vincularnos más a los lugares tradicionales como Simpson, el Pompón, la escalera de Jesús María, el balcón de Jáuregui, el Estero, la Cueva del Indio… Lograr que este trabajo demuestre por qué es importante”.