Pastora, la enfermera de los niños

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Pastora, la enfermera de los niños

“Eternamente seré enfermera para atender y cuidar de los pequeños. Basta una sola de sus sonrisas para vivir orgullosa de cuanto hacemos por ellos”. Fotos: Del autor y cortesía de la fuente.

Pastora Pérez Mendoza mantiene la delicadeza, ternura y pasión que durante casi medio siglo la distinguiera como enfermera en el cuidado de niños, pues la Pediatría la atrapó desde que era adolescente.

La raíz familiar se halla en el poblado de Guane, tierra fundamentalmente tabacalera, pero donde también se cultiva la caña de azúcar. Allí, terminado el nivel medio, dio curso a su vocación por la hermosa y, a la vez, honrosa y sacrificada profesión.

Tenía 15 años de edad cuando encaminó sus pasos hacia la Escuela de Enfermería Marina Azcuy, devenida años después Politécnico de la Salud. Siempre contó con la anuencia de sus abuelos paternos Felicia y Rodolfo, quienes vieron con buenos ojos la inclinación de la joven hacia tales derroteros.

Pastora, la enfermera

“Ese lapso de tiempo, entre labores y cursos afines para ampliar los conocimientos, transcurrió en mi tierra natal, pero luego, hace ya 41 años, sembré mi destino acá, en Matanzas. Desde entonces me consagré a compartir mi vida con los pequeños en el Hospital Docente Pediátrico de Matanzas Eliseo Noel Caamaño.

“Cuando alguien me pregunta por cualquier motivo si a la especialidad médica en mi carrera llegué por azar, le aclaro la duda. No, no. Es que desde pequeñita mi tía paterna Estrella me llevaba a conocer niños que recién nacían, y me acostumbré a llevarles algún regalito, a saber de ellos, su desarrollo, y eso creó en mí el anhelo de verlos siempre sanos.

“Con el tiempo esto influyó en mí más allá del obsequio, determinó mi vocación, al igual que los círculos de interés de Enfermería en la escuela primaria Isidro Berrera, donde estudié. Los sábados por la mañana allí acudía el personal de Salud Pública a adentrarnos en estos menesteres. Jamás falté porque quería aprender todo cuanto nos explicaban. Era la base del saber y yo lo aproveché hasta donde daba mi capacidad de entendimiento”.

Queda pensativa unos minutos, reordena su decir. A lo lejos se siente el retumbar de descargas eléctricas naturales, como aviso de que pronto el barrio de Los Mangos, en las alturas de la ciudad de Matanzas, donde reside Pastora, recibirá una oportuna y esperada ‘visita’ húmeda, que aplacará un poco el agobiante calor.

Ella reanuda el intercambio. “No quiero continuar sin mencionar a quienes tanto aportaron para labrar parte de mi carrera, como a la profesora Clara Loveda, exigente al máximo. Se presentaba en el área de práctica directa, real, a cualquier hora del día, para chequear lo que hacíamos. Aquello nos parecía exagerado, pero luego comprendimos cuánto valor tenían tales enseñanzas, y lo agradecemos en lo infinito. También al doctor Humaran, profesor y pediatra, así como a muchos otros que recordamos con profundo e infinito amor.

“Ellos motivaron en mí el conocimiento por la enfermería pediátrica, general y médica, cirugía pediátrica. Al aula por el día y parte de la tarde, y en la noche práctica rotativa. Es una carrera de enorme campo, pero debes saber aprovechar el tiempo de clases porque atiendes seres humanos y, en mi caso, niños con variados problemas de salud, padecimientos que requieren diversas atenciones y medicamentos que debes llevar a la historia clínica, con especial concentración en cuanto haces, práctico y escrito.

“De nosotros depende parte de la salud de los infantes. Ellos, junto a su familia, depositan en el médico y la enfermera la esperanza de recobrar el buen estado de salud. Estremece cuando acarician nuestras manos como gesto de gratitud. ¡Qué mejor agradecimiento que verlos de nuevo sanos o estables de sus dolencias! Toda nuestra vida de enfermeras la depositamos en ese instante, en la sonrisa que aflora de sus labios y la alegría del rostro”, asevera con cierto brillo en sus ojos.

Refiere momentos muy especiales en su vida laboral junto a reconocidas colegas matanceras, venidas de diversos lares de la provincia. Así mismo habla de los tensos, de peligros para pacientes que la oportuna llegada de una ambulancia, la intervención exitosa de un galeno, apoyados por el resto del personal, incluido el de Enfermería, arrebató de los brazos de la muerte a un pequeño, por enfermedad o cualquier otra causa. Su mirada, directa al suelo, indica estar reviviendo tales momentos, como recuerdos imborrables de quien no solo en su Patria, sino allende los mares, asumió esas responsabilidades.

“Estuve en la provincia de Huambo, República popular de Angola, durante el período de guerra (1977-1978) contra quienes querían arrebatarles la libertad. Trabajaba en un hospital, aunque también impartía clases. Sí, estábamos expuestas a riesgos, pero lo hacíamos conscientes de lo que vivíamos y, sobre todo, de cuánto nos necesitaban allí.

“Regresé a ese país hermano en junio del 2013 hasta dos años y un mes después, tiempo dedicado principalmente a la vacunación en la provincia de Huila. Entonces teníamos que recorrer inmensas extensiones, a veces lugares intrincados, entre aldeas de rústicas viviendas o, como le llaman los cubanos, ‘quimbos’, en los que atendíamos a todas las personas, muchas con padecimientos, impedidos físicos, embarazadas; a los que curábamos y distribuíamos medicamentos”.

Laureada en varias ocasiones por su distinguida actitud como enfermera, incluida las Medallas de Internacionalista y Forjadora del Futuro por su aportes técnicos en la especialidad pediátrica, ostenta la Distinción por 25 o más años de labor ininterrumpida en el sector de Salud Pública. Hay otro muy especial evento llegado durante su profesión: el de ser madre, que manifiesta con orgullo, máxime que Saylín Cruz Pérez, su hija, continuó sus pasos y es licenciada en Bioanálisis Clínico. Desde hace tres años presta colaboración técnica en Antigua y Barbudas.

“No hay palabras, al menos no las hallo, para expresar cuánto siento por mi profesión. Eso sí, desde mi hogar, ya jubilada, puedo asegurar que, como el primer día, adoro a los niños y estoy dispuesta a prestar idéntica colaboración cuantas veces me lo soliciten, porque lo que se ama se defiende hasta con la vida”.