Alquelia, una enfermera de familia

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Tener presente, en los momentos más arduos de su trayectoria profesional, el juramento que en julio de 1982 realizara al graduarse deviene máxima para Alquelia Almeida Ramírez. Desde muy joven abrazó por vocación la carrera de Enfermería General, y en la actualidad la ejerce y ostenta como símbolo de consagración.

Esta genuina representación de la familia sencilla y humilde matancera nació en el poblado de Jovellanos el 11 de septiembre de 1964. “Mis padres me dijeron que estudiara lo que me gustara, y así lo hice”, confiesa Alquelia.

A raíz de que la entonces pequeña estudiante venciera el noveno grado, sus padres anidaron la esperanza de que lograra vestir definitivamente la bata blanca que exhibiera durante los círculos de interés a los que acudía con marcada disciplina y rigor.

“Tenía 12 años cuando di mis primeros pasos. Asistíamos cinco hembras y 12 varones los sábados en la mañana. Nos enseñaban a hacer curas, inyectar, saber de temperatura y de presión arterial. Cuando íbamos al policlínico, me fascinaba el departamento de curaciones; jamás hice rechazo a ver sangre, lo veía como algo normal.

“Cuando logré la boleta para estudiar, mis padres sabían que en lo interno, becada, no tendría dificultad, porque desde bien temprano mi madre me instruyó en los deberes del hogar. Deposité toda mi atención en los estudios, en la explicación de instructoras como Mercedes Armenteros, Zoila Ojito e Iraida Santana. No se les escapaba una, estaban al tanto de todo, meticulosas, rectas en el aula como en el hospital al efectuar las prácticas.

“Aprendí a escribir historias clínicas, poner sondas y cómo tratar al paciente, lo que consideraban muy importante, y lo hemos constatado en la profesión a partir de esas personas que guardan significativos recuerdos de nosotros al pasar por los hospitales Psiquiátrico, Oncológico, Pediátrico y Clínico-Quirúrgico; aunque para todas partes es similar en cuanto a hacerlo con amabilidad.

“Constituía un mundo maravilloso, nos encantaba. Aquello me fascinó de tal forma que nunca me he desvinculado. Es algo que debes conocer bien porque se atienden seres humanos, pacientes para quienes una de las principales curas y medicamentos es el trato bondadoso y de respeto que merecen.

“Es necesario el estudio para no cometer errores cuyo costo, por lo general, es grave. Sean de cualquier edad los enfermos, a todos nos debemos. Si bien, cuando son niños, existe un sentimiento especial por lo que representan, la atención es similar, sin distinción en cuanto a consagrarnos y luchar por sus vidas.

“Deben cumplirse con mucha seriedad las indicaciones del médico, atenderse el estado de salud del enfermo, la entrega de los medicamentos según el padecimiento, y demás funciones que nos corresponda. Ha de ser así en hospitales de cualquier especialidad, policlínicos, postas médicas, visitas de terreno u otras formas de atenciones del sector de la salud”.

GÉSENIS FAMILIAR

El diálogo se interrumpe unos minutos porque las doctoras Lianet Frómeta y Liana Laura Suárez la solicitan para la atención a un paciente que recién ingresa al Consultorio M/F # 11, del Consejo Popular El Naranjal. Terminada la consulta y sin otro requerimiento, se reanuda el intercambio.

“Transcurridos aquellos años de amor y maternidad, pues dar a luz y criar a mis hijas me alejó un poquito de la profesión, retomé mis labores. Después del comienzo en Matanzas, me trasladé a la capital de Jovellanos y de allí pasé a residir en el poblado villaclareño de Quemado de Güines.

“Regresar a mi tierra natal fue enaltecedor. Durante 19 años trabajé como enfermera en la Cooperativa de Créditos y Servicios Arturo Suárez. Desde hace alrededor de 24 meses lo hago en el mencionado consejo popular de la ciudad de Matanzas”.

Apoyo a la doctora Lianet en momentos de atención médica en consulta.

Queda callada, observa a las citadas galenas y a dos pacientes que, en tarde invernal, reciben ayuda médica (oxígeno), regresa la mirada hacia su inmaculada bata blanca. De pronto, confiesa: “Existen muchas formas de ver la vida, con sus diversos colores, gustos y sinsabores, y considero que nada es perfecto ni exacto. Mi profesión es una de las cosas más lindas que me han ocurrido. La amo con pasión y la defiendo, sin olvidar que tiene sus ingratitudes.

“Atiendo a cada paciente como a mis seres queridos. Junto a los medicamentos, les entrego cuanto soy, de forma atenta y humana”.