Para Joe Biden, el inhumano personaje que ocupa hoy la presidencia de Estados Unidos, el mundo vivirá un cambio del orden internacional y su país debe liderar el nuevo sistema.
«Ahora es un momento en que las cosas están cambiando. Va a haber un nuevo orden mundial y tenemos que liderarlo. Y tenemos que unir al resto del mundo libre para hacerlo», afirmó en un mensaje que deja líneas sin definir.
Porque, puestos a analizar, ¿qué voluntad dispone que el gigante norteño se yerga como líder mundial? ¿Se trata de un mandato divino o una consecuencia económica? ¿O simplemente, una vez más, se aplica la ley del más fuerte?
Sólo con la afirmación anterior ya existe motivo para descalificar a quien se erige como mandamás internacional. Pero no le basta.
Explicó que Washington tiene que «hacer lo que sea necesario para apoyar a Ucrania«.
Puestos ya en el camino de la duda, vale cuestionarse hasta dónde se extiende el concepto de que deben hacer lo que sea necesario. O sea, puede incluir mentiras y puede incluir decisiones en contra del propio pueblo que dicen defender, pues ya a estas alturas resulta obvio que no se trata de proteger a la población ucraniana, sino de cuidar los intereses propios.
Y sigue: «La OTAN nunca ha estado más fuerte o más unida en toda su historia de lo que lo está hoy, en gran parte debido a Vladímir Putin». No, no, no corresponde a Putin ese desaguisado, sino a las fuerzas militares y económicas que han decidido que sus intereses son más importantes que la propia muerte.
Por alabar, el presidente estadounidense mencionó también al grupo del Diálogo de Seguridad Cuadrilateral (Quad), formado por EE.UU., Japón, India y Australia, el cual ha sido repetidamente criticado por Pekín por constituir una herramienta antichina en el área del Pacífico.
Y para resumir, elogió a Japón por haber sido “extremadamente fuerte, al igual que Australia, en términos de lidiar con la agresión de Putin. Presentamos un frente unido en toda la OTAN y el Pacífico», declaró Biden.
Vuelve a la mente el archimanido refrán: Dios los cría, y el diablo los junta.