Con la charla habitual de la mañana, en la que se orientan todos los objetivos a cumplir en la jornada, se le suele encontrar habitualmente a Andrés Hurtado en medio de un grupo de jóvenes que lo observa como un padre, cuando les advierte sobre la necesidad de hacer las cosas lo mejor posible para mantener los éxitos alcanzados en la Estación Hidrobiológica del Parque Nacional Ciénaga de Zapata.

“Hoy es un día importante”-dice el líder que ya ha sobrepasado las seis décadas, pero que mantiene las mismas energías con las que se inició en este mundo de la conservación de la fauna dulceacuícola en el Gran Humedal Ciénaga de Zapata-; «la estación será objeto de visita por la dirección de nuestra unidad” y, sin advertir algún tipo de nerviosismo, cada cual ha comenzado su tarea cotidiana como un día cualquiera.

Para la persona que aún no ha tenido la dicha de visitar esta hermosa geografía de la Isla de Cuba, tan pronto se sumerja en esta fabulosa aventura, notará un lugar paradisíaco, de encanto, el que resulta imposible evitar observar su notable belleza paisajística. Allí en las márgenes del majestuoso, “Canal de los Patos”, como habitualmente le llaman los cenagueros, porque se intentó muchos años atrás la crianza sin éxito, para bien del humedal, de estas aves, se ubica esta instalación que se dedica a hacer ciencia, pese a todas las limitaciones existentes y gracias al ingenio, la creatividad y dedicación de todos sus trabajadores. En ella hoy se reproducen con éxito dos especies muy importantes dentro de la Reserva de Biosfera Ciénaga de Zapata: el manjuarí y la jicotea cubana, ambas bajo amenaza por la caza y pesca furtiva.

Avanza el día y se trabaja en la limpieza de los estanques y la alimentación de las jicoteas: para ello se emplea una especie de pienso, resultado del ingenio de Andrés, el que sustituye la carne para alimentarlas, dada su escasez, y aprovechando que estas son omnívoras, o sea, comen tanto vegetales como animales, ha mezclado sangre con otros productos de origen vegetal para lograr la aceptación de esta comida preelaborada por las recién eclosionadas.

Para la alimentación de los manjuaríes pequeñitos el problema es mayor: ellos necesitan comer Moina, una especie de crustáceos diminutos  conocidos por “pulgas de agua” que solo se reproducen en condiciones muy específicas,  y  aquí se ha puesto a prueba una vez más el ingenio de este equipo de conservacionistas que, en condiciones desfavorables, “resolviendo por aquí y por allá”, han creado el medio de cultivo necesario y lo mantienen estable para que en unos pocos días se reproduzca toda la comida necesaria.

Ello exige constancia, porque en ausencia de equipos que mantengan el flujo de agua, necesitan periódicamente hacerlo con sus propias manos, mantener la temperatura e iluminación adecuadas, llevar a laboratorio cada día muestras para comprobar si no han muerto o han sido “invadidas” por otros organismos, entre otras acciones. ¡Una tarea compleja digna de todo el reconocimiento!

Y mientras todo esto sucede acaba de llegar la visita esperada. El recorrido por los estanques, la oportuna explicación de su líder y el reconocimiento especial a Andrés y su equipo no se hizo esperar.

Se habla de avanzar más allá, de buscar la sostenibilidad de este gran proyecto, captar un segmento importante de turismo con estos fines, mayor divulgación de los trabajos, marcar pautas en la investigación científica y la colaboración con instituciones afines, mejoras en la infraestructura para garantizar éxitos reproductivos mayores, educación ambiental en el territorio: siempre tan necesaria.

Muchos son los sueños que quedan por cumplir, sueños alcanzables que de seguro estos muchachos lograrán más temprano que tarde. Una tormenta se avecina  cayendo la tarde y allí van corriendo operarios, jardineros y todo el consejo de dirección a poner bajo resguardo todos los logros de esta magnífica estación, ejemplo a seguir.

(Por: Lic. Yoandy Bonachea Luis)