¿¡Azúcar!?

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No pocos han sido los memes que ha despertado la novela cubana actual Los hijos de Pandora, en las redes sociales, debido a la afición desmedida de la abuela Petra por hacer dulces. La abundancia de la serie de ficción, evidentemente grabada años anteriores, contrasta con la escasez y los altos precios de algunos productos casi ausentes del mercado estatal, entre ellos la harina, el huevo y el azúcar.

Y me detengo en este último porque, si me hubieran dicho meses atrás que el preciado alimento iba a “fugarse” de las tiendas y muchos terminaríamos endulzando con un poco de miel, hubiese pensado que era un chiste de mal gusto.

Sin embargo, la inexistencia del dulce en la red estatal, a veces, incluso en las bodegas, debido a tardanzas en su entrega u otros factores, además de la ausencia durante algún tiempo del azúcar refinada o blanca, ha provocado incomodidades y aprietos en los matanceros.

Esta situación, por supuesto, genera el encarecimiento desmedido de su precio en el mercado informal, donde una libra, si la encuentras, puede llegar a costar hasta 150 pesos, casi un lujo para quienes viven de un salario.

A ello se suma que la mayoría de las producciones ofertadas a la población como pulpas de frutas y mermeladas vienen sin el dulzor acostumbrado. Y ya sé que muchos argumentarán que es hasta más saludable, pero lo cierto es que el gusto por un poco de azúcar en dulces, jugos u otras elaboraciones está muy arraigado en las costumbres de los cubanos. 

Para nadie es un secreto que nuestra industria azucarera está deprimida, y que desde hace unos cuantos años cumplir con los planes de cada zafra, aunque ínfimos, se ha convertido en una tarea titánica y escurridiza para este sector, antes uno de los punteros de nuestra economía.

Por ejemplo, tan solo en la zafra 2021-2022, los 36 centrales que molieron fabricaron 480 000 toneladas de azúcar, convirtiéndose en la producción más baja en más de cien años en Cuba. Difícil es entender que un país con una tradición tan antigua y sólida ya no satisfaga ni las necesidades básicas de sus habitantes en este sentido.

Deficiencias organizativas y de dirección, equipos rotos, baja calidad de la materia prima, indisciplinas laborales y tecnológicas, y problemas acumulados en la infraestructura de los centrales han sido algunas de las causas objetivas y subjetivas expuestas por el grupo azucarero Azcuba, que han influido en la baja productividad.

No se requiere ser especialista en el tema para notar que la agroindustria azucarera cubana requiere urgentemente de un impulso tecnológico y organizacional. Así lo han reconocido nuestros principales dirigentes, y como punto de partida se ha propuesto para la venidera campaña una zafra de nuevo tipo, más pequeña, en la que la estrategia es producir para satisfacer el consumo nacional doméstico e industrial, y exportar otra parte.

Creo que conocimiento y tradición hay de sobra en cada rincón de Cuba para echar a andar una industria vital. Pegar el oído a la tierra y escuchar el criterio de los expertos, para no repetir desaciertos del pasado, ha de ser también parte de esa estrategia que busca revitalizar el ramo.

A fin de cuentas, vale todo esfuerzo para que el dulce vuelva a nuestra mesa y no sea otra de las tantas preocupaciones de los cubanos.