Caudales de un Humedal: El Macondo cenaguero o la eterna aldea fantasma

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El aire bien denso, con una neblina que cubre casi todo el ancho del terraplén que, cual camino de nunca acabar, parte en dos grandes bloques el Parque Nacional Ciénaga de Zapata para internarse en su zona más occidental, tierra de cocodrilos y mosquitos, cuna de las historias más inverosímiles jamás contadas en tierras cenagueras. Entre las malezas que golpean el techo del camión que se desplaza a poca velocidad por las irregularidades del terreno, se puede sentir a intervalos la humedad característica de esta zona deprimida, dejando sendos charcos de agua en el rostro de los más curiosos que se asoman ante cualquier claro del bosque para disfrutar de la belleza incomparable de la vegetación cenagosa.

Después de hora y media de recorrido, la desesperación de llegar, conjugada con el cansancio de los saltos que obligan a recorrer el vehículo de una punta a otra, una gigantesca área devenida sabana por incendios que devastaron la vegetación boscosa que la cubría, causa un impacto visual encantador y el espectador se olvida de las vicisitudes para aumentar su curiosidad por el destino trazado.Ya el calor se hace sentir y las gotas de agua se precipitan sobre la hierba que bordea ininterrumpidamente la vía de acceso. En un santiamén, cuando menos se espera, aparecen las primeras casitas del poblado Santo Tomás, referencia obligada para todo amante de la naturaleza puesto que en términos de biodiversidad y endemismo es uno de los lugares más conocidos de toda la geografía cenaguera.

Una pequeña parada de unos diez minutos para saludar y aclimatarse un poco, es todo el tiempo que se permite pues aún queda por recorrer algunos kilómetros para llegar al destino. En marcha nuevamente la guagua -camión deja atrás la silueta de los únicos dos niños del pequeño pueblito que se despiden con nostalgia de la tropa, que se alarma ante la amabilidad con que fueron recibidos por los infantes. El bosque se cierra por tramos, lo que dificulta el movimiento del vehículo para ello se hacen paradas obligatorias para quitar alguna rama o tronco del medio y se aprovecha sobremanera la ocasión para hacer unacaminata que, aunque breve, ayuda a quitar la tensión muscular. La marcha no se detiene, el chofer- guía advierte la llegada con antelación y cada uno lleva en sus rostros la expresión de gratitud y esperanzas de poder conocer las maravillas de las que tantas personas hablan del lugar.

Paradójicamente se muestra una sequía descomunal, una columna de polvo se levanta frente a todos ante la proximidad de un tractor que traslada a pescadores de una empresa radicada en Playa Larga. Todo vuelve a la normalidad y tras el polvo se muestra una estupenda vista de lo que era el pueblito del Vínculo, construcciones erguidas entre arbustos que ante el paso de los años intentan cubrir sus paredes. Un silencio sepulcral se apodera de todos para solo ser interrumpido por los sonidos del bosque, mágica escena en que los bloques de cemento replican la música del entorno. Rienda suelta a la imaginación del visitante hace concordar en que parece un pueblo dormido y se espera que de un momento a otro comience la algarabía de su gente ante la llegada de los visitantes.La mañana invita a un trago de café, pero nada más da para refrescarse con un poco de agua de uno de los pozos que aún conservan una extrema transparencia cual si fueran atendidos constantemente por la gente que ya no vive allí o, al menos no se les ve, porque realmente se tiene la sensación de ser observado. Cualquier escritor desearía poder visitar este sitio que inspira cual “Macondo” de García Márquez. Un pueblo que floreció pero que infelizmente las circunstancias obligaron a su gente a buscar mejores condiciones de vida cuando, entre ciclones y carencias, el Estado decidió otorgarles viviendas hacia zonas más cercanas a la cabecera municipal.

El propósito del viaje no ha sido visitar estos vestigios, sino los entornos naturales que rodean toda la extinta comunidad pero casi por consenso y , después de haber recorrido lagunas , sábanas y bosques extraordinariamente impactantes, que no existió u existe  un mejor lugar en todo el sector donde se pueda conjugar tanta belleza y a la vez se conserve una infraestructura cautivadora como en el Vínculo y ojalá las nuevas generaciones puedan encontrar la vía para que no queden entre malezas tantas historias por contar pero por sobre todo tantas historias por construir. Perfectamente pudiera ser este sitio emblemático el epicentro de proyectos que cumplan con las expectativas del cenaguero y por vez primera se imbuyan en ellos para lograr el desarrollo sostenible del que tanto se habla pero que continúa siendo una aspiración.La tarde obliga al regreso, esperanzados vuelven los expedicionarios con el ánimo de promover nuevas ideas para la conservación de los valores naturales, históricos y culturales de la zona que van quedando en el olvido. Todos con excepción del chofer, claro está, vuelven acostados sobre la cama del camión, agotados pero satisfechos y cargados de sueños.

(Por: Lic. Yoandy Bonachea Luis)