La combatividad debe ser la norma

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Por cómo vamos, puede suceder que quien enfrente lo mal hecho despierte cierto recelo en sus vecinos del barrio, y se sienta señalado por las miradas acusadoras que se posan en su cerviz, cual rara avis.

Es cierto que las carencias nos pasan factura y el costo a pagar será muy alto. Llegado el día donde finalmente se estabilicen los precios, habremos perdido esas cualidades elementales que bien nos distinguen como cubanos: sensibilidad y honestidad.

Y de insensible se cataloga a todo el que desde una responsabilidad social afecta a sus congéneres sin inmutarse apenas. En ocasiones nos cuesta entender cómo un país puede lograr grandes hazañas, hasta despertar la admiración de tantos, a pesar de que en las pequeñas luchas cotidianas no halla una forma certera de erradicar las prácticas negativas que alimentan el malestar de la población.

Corremos el riesgo de que dichas actitudes se tornen habituales y entonces la rareza consista en afrontarlas. A veces da la impresión de que exigir un derecho provoca el cuestionamiento desfavorable en el resto de los afectados. El osado que pide un mejor trato en el servicio, o que el producto adquirido presente el peso real, suele ser etiquetado como un advenedizo que llegó para alterar el orden natural de las cosas, como lo son el maltrato, el timo, la escasa transparencia.

Basta exigir la presencia de un administrador en un local que brinda un servicio, para que los dependientes te miren con extrañeza. Y no sabrás si el desconcierto se relaciona con la poca práctica de que un directivo responda a los requerimientos de un cliente, o porque casi nunca está en el recinto.

Pedir información sobre la llegada y existencia de los productos en los puntos de ventas de TRD y Cimex también es recibido frecuentemente con sorna, cuando ese ejercicio propiciaría transparencia y evitaría ciertos cambalaches que suceden a la vista de todos. 

Los propios consumidores tienen la potestad de intervenir cuando saben que uno de los integrantes del Grupo de la Lucha Contra Coleros no reúne los requisitos para pertenecer a ese movimiento. Para ello el delegado también debe jugar un papel más activo en esta designación. Sin embargo, existen ejemplos donde los encargados de velar por las manifestaciones negativas en una cola son precisamente quienes permiten el desorden y el trasiego de mercancías desde una posición de poder. 

Incluso, se dan casos de amenazas contra los comprometidos con la honestidad que osan llamar al orden y contrarrestar el favoritismo y la reventa de artículos de primera necesidad en estos establecimientos. Así va creciendo la impunidad ante el nulo enfrentamiento, convirtiéndose la masa de afectados en rehenes o propiciadores de situaciones deleznables, más aún en tiempos de crisis.

Llama la atención la existencia de múltiples mecanismos para hacer frente a estas tendencias perjudiciales. En el Gobierno Provincial y la Dirección Estatal de Comercio se recepcionan a diario decenas de llamadas en sus Oficinas de Atención a la Población. Allí se les da seguimiento, hasta determinar la pertinencia o no de las denuncias y, en correspondencia, la medida a aplicar. Mas, lo ideal sería que justo donde sucede el problema se encarara con resolución; por supuesto, siempre con comedimiento y respeto. 

Se debe atacar la acción que provoca el malestar, y sobre todo se hace preciso que quienes obran en detrimento de los consumidores y clientes, quienes se apropian de los bienes del pueblo, quienes esquilman al prójimo, perciban la repulsa que desata su comportamiento; solo así existirán más personas combativas y menos infractores, lo que sin duda convertiría a esta Isla en un lugar más vivible y amable.