Nostalgias de un mochilero: Isla de la Juventud

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De mis dos viajes a la Isla de la Juventud, es sin dudas el primero del que más vivencias conservo.

De mis dos viajes a la Isla de la Juventud, es sin dudas el primero del que más vivencias conservo. En el segundo formaba parte de un equipo de softbol compuesto por periodistas matanceros, que asistían a un torneo organizado por la Unión de Periodistas de Cuba. Este tipo de eventos institucionales siempre cuentan con itinerario, donde los organizadores intentan mostrar las bondades del territorio, y a nadie seguramente se le ocurriría incluir en el programa de actividades una visita al cementerio. Y tengo que confesar que una de las tantas cosas que me cautivaron de la isla en el primer viaje como mochilero, fue precisamente el camposanto de Nueva Gerona.

Habíamos llegado en catamarán, y luego de varias horas de navegación por unas aguas de las que no logré descifrar la tonalidad. Por momentos me parecía de un azul turquesa, y luego de un tono blanquecino.

Recuerdo que mi primera gran impresión la produjeron los largos islotes que fungían como una especie de muralla, y que se abrían en una abertura estrecha para darte entrada a la isla mayor.

En mis experiencias de mochilero pocas veces gocé del privilegio de descender de una embarcación con cierta pose de conquistador, pero la escena resultaba tan cotidiana en un lugar donde el enlace con la isla grande se realiza solo por vía aérea o marítima, que seguramente pocos repararon en aquellos muchachones con grandes ansias de aventura.

Entre los momentos más esperados, aguardaba con gran expectación mi primer encuentro con la Playa Bibijagua, ya que nos hospedaríamos en el Campismo Arenas Negras. Quizás fue esta mi primera desilusión, porque tengo que confesar que no hallé atractivo alguno en esas arenas oscuras y compactas. Pero el litoral sí merecía un recorrido con sus inmensos riscos y ensenadas.

Si bien Playa Bibijagua, esa que tanto conocía desde mi libro de geografía de secundaria, no colmó mis expectativas, algo bien distinto sentí en la playa del Hotel Colony. Para llegar hasta ella debimos viajar hasta Nueva Gerona y de ahí tomar otra guagua hasta el lugar.

La instalación, construida en los años 50 según me dijeron, conservaba cierto aire clásico, con habitaciones de grandes ventanas con cortinas muy blancas y mueblería de madera preciosa.

A quien haya nacido a pocos kilómetros de Varadero siempre le costará reconocer que alguna playa del país se le iguale en belleza, pero debo confesar que aquella porción de arena con aguas de poca profundidad y extenso muelle de madera ha sido de las más hermosas que he visto. La arena era muy blanca y fina, la transparencia del agua te permitía observar los peces en el fondo.

A ello se suma lo apartado del paraje y la poca presencia de personas, un atributo muy valorado por algunos. A lo lejos sí distinguí algunos veleros y hasta yates.

La geografía de la Isla es llana en su mayor parte con varias elevaciones, incluso un sistema montañoso que se nombra Sierra Las Casas, muy próxima a Nueva Gerona.

Entre los rasgos más llamativos de esta ciudad se puede mencionar el silencio de sus calles, una característica que llamó mucho mi atención.

A cualquier hora que se recorriera el boulevard, las personas lo transitaban en silencio, sin estridencias. Disfruté la quietud al principio, aunque llegado el punto me comenzó a inquietar, como si caminara por una especie de urbe fantasma o deshabitada. Pero los pobladores estaban ahí, muy gentiles por cierto.

También debo destacar que la gastronomía estatal, en aquellos tiempos al menos, dejaría boquiabiertos a muchos, por la limpieza de los establecimientos y las ofertas económicas y bien elaboradas.

Casi me causa estupor la abundancia de carne de cerdo barata, y la presencia de mariscos y pescado en todos los restaurantes estatales a precios módicos. Vale aclarar que en un país como Cuba, las cosas pueden cambiar mucho en el transcurso de seis años.

En uno de esos recorridos por Gerona llegamos al cementerio y admiré la limpieza y cuidado del camposanto. Pero más me llamaron la atención las lápidas sobre las tumbas, confeccionadas con mármol. Junto a las palabras de los dolientes, aparecía la imagen del fallecido, con tal exactitud que parecía una fotografía.

Muchas veces uno apenas repara en la noticia de la suspensión del transporte marítimo entre Nueva Gerona y Batabanó, que transmiten los medios ante la proximidad de un evento meteorológico. Pero que te sorprenda un mal tiempo de visita en la Isla y te obligue a permanecer más del tiempo previsto, desatará en ti un alto nivel de ansiedad, al punto de provocarte asfixia, desespero, rozando el pánico. Y entonces entiendes la traición de la psiquis, porque toda tu vida has permanecido en otra isla sin padecer esos síntomas.

Justo cuando el clima retorna a la normalidad, partirás con la convicción de que algún día deberás volver a esa otra gran isla que compone el archipiélago cubano.