En casa del herrero…

Raúl Castillo: herrero por hobby

Raúl Castillo pudiera hablar de su labor como delegado de Circunscripción, o de los tantos años dedicados a Etecsa. Sin embargo, no cree que el otro oficio, que practica desde hace tiempo y por el que muchos acuden a él, le merezca algún reconocimiento especial; aunque un doctor que recurrió a él lleve más de media hora desviviéndose en loas por el trabajo terminado.

Le trajo una vieja hacha sin cabo, porque al veterano galeno le costaba desecharla. Al escuchar sobre el talento de Raúl, se llegó hasta su casa, quizá con un poco de incertidumbre; pero, una vez con la herramienta reparada en la mano, no se cansaba de elogiar la pericia del amolador de cuchillos.

Hace alrededor de una década que Raúl decidió explorar un nuevo campo del conocimiento, mientras dedicaba la mayor parte del tiempo a cuidar a su madre anciana. Necesitaba algún hobby para combatir el estrés, que también se conoce como Síndrome del cuidador. Fue así que comenzó a afilar los primeros cuchillos, luego a fabricar los mangos, y ya ha llegado a dominar como pocos su quehacer.

Con los años entendió que su pasión por las labores manuales la heredó su padre, al recordarlo afilando los serruchos o, según el argot propio de los herreros, “dándole traba” para que los dientes trozaran mejor la madera.

Quizá fue así que nació su predilección por adquirir y conservar herramientas de trabajo, las que coloca en un abarrotado cuarto de desahogo donde apenas queda espacio para algo más. Eventualmente, ha ido acumulando instrumentos, que localiza con facilidad en aquel universo de madera y metal. Tal parece que, más que un herrero, se trata de un coleccionista que disfruta apreciar cada utensilio que descansa en su taller.

Se ha convertido en un especialista y logra arreglar varios cuchillos en tan solo minutos, sin afectar la calidad del resultado final. 

El sonido de la piedra eléctrica de amolar y las chispas que desprende al rozar la hoja del cuchillo le brindan la paz que su mente necesita; sobre todo cuando se enfrenta a las jornadas intensas de un delegado del Poder Popular. Por ello, no duda en afirmar que trabajar en su taller es de los instantes que más disfruta del día.

Por supuesto que también le satisface que su labor sea admirada, para eso pone tanto empeño en cada trabajo, lo que le ha valido cierta reputación de artista y artesano, si de afilar y reconstruir cuchillos, serruchos y tijeras se trata.