Mi ciudad huele a campo, huele a mar
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La ciudad no tiene torres, ni rascacielos. Nació en el fondo de un valle, circundada por dos ríos, y subió en cascada inversa hacia alturas que, metros más allá, vuelven a proponer descensos de vértigo.
Hoy no cumple años, pero el domingo se extiende tras la siesta, y reclama un pensamiento y una prueba de amor.
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