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Béisbol y libertad... made in Miami

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El porrista y amigo de Posada Carriles,, Miguel Saavedra dio el sábado su show anticubano en las afueras del restaurante Versalles. Foto: miamiherald.com

Imaginen que la selección de béisbol de EEUU juega en Cuba y, desde las organizaciones de la Revolución cubana, se organizan protestas en su contra, por ser el “equipo del imperialismo y del bloqueo” contra la Isla. Imaginen que el gobernador de La Habana anima a la población a llenar de carteles el Estadio Latinoamericano, y que la prensa y televisión repiten, sin cesar, que los beisboleros representan a un imperio genocida y asesino, a una plutocracia y a un régimen violador de los derechos humanos.

Sería, además de una injusticia contra unos deportistas, una estúpida politización del béisbol que generaría un gran escándalo político y mediático.

Pero si esto ocurre al revés, la politización y la injusticia no equivalen a escándalo. Como ejemplo, lo ocurrido este domingo, en Miami, en el partido Cuba-EEUU del Clásico Mundial de Béisbol.

Allí, las autoridades locales, la ultraderecha anticastrista y los medios de comunicación ejercieron un acoso permanente contra el equipo de Cuba, por “representar al régimen represor castrista” (1) (2).

Un día antes del partido, el presentador del canal América TV pedía, incluso, la prohibición del partido, metiendo de paso en el potaje político… ¡a Rusia! (3): “Nos hemos preguntado, ¿no se podría impedir (el partido)? Porque ¿el estadio es público o es privado?”, preguntaba Juan Manuel Cao. “El estadio es público, el dueño es el condado de Miami-Dade”, respondía el ex alcalde de dicho condado Carlos Giménez. “Es un término que se usó en la época de Obama –continuó el periodista-, la `política del béisbol´. De hecho, Obama fue a un juego de pelota (en Cuba). (…) Forma parte de todo este acercamiento (que está) en contra de la lógica, porque Cuba sigue siendo un aliado de Rusia”.

Los anticastristas más ridículos destruían, con una apisonadora, bates y guantes del equipo Cuba, y otros apoyaban con sus gritos ¡al equipo contrario, al de EEUU! (4). "Esperamos que la dictadura castrista sea derrotada en este terreno de juego", declaraba el “disidente” Antúnez (5).

El alcalde de Miami, Francis Suárez, informaba de que sus presiones sobre el equipo de los Marlins, que gestiona el estadio de juego, habían dado resultado: a nadie se le impediría ingresar “con pancartas (…) y camisetas” con “la inscripción `Patria y vida’" (6). Está en juego, aseguraba, "el virus del socialismo y del comunismo, que es un engaño", y metía en el potaje a un nuevo enemigo: la “involucración de China en el hemisferio occidental”.

Suárez denunciaba que en Cuba "la gente no puede expresarse libremente", frente a “la libertad como un derecho fundamental en EEUU”. ¿Libertad? Veamos.

A los beisboleros del equipo Cuba que residen en EEUU se les prohibió viajar a la Isla para los entrenamientos previos y, de haber vencido, tampoco habrían podido celebrar el triunfo en su país (7).

El miedo al boicot hizo que varios de los jugadores cubanos en EEUU renunciaran a competir por su país (8), y los que aceptaron se han apartado completamente de los medios, por la misma razón. Los únicos que han hecho uso de la “libertad de expresión” son aquellos que repiten el discurso de odio contra Cuba (9).

Y es que, definitivamente, lo que más molesta en Miami es que en Cuba se produzcan los cambios que un día exigieron a la Isla. Si, en la economía cubana, crece la iniciativa privada, ¿se apoya a este sector desde el sur de la Florida? No, se le hunde (10). Es lo que ocurrió con las sanciones de Trump, a iniciativa de la mafia de Miami, a viajes y cruceros a la Isla, que obligaron a cerrar a decenas de negocios turísticos familiares.

En 2018, Cuba llegó a un acuerdo con las Grandes Ligas de Béisbol de EEUU, por el que ya los peloteros cubanos jugarían en el Norte sin problemas (11). ¿No es lo que exigían en Miami? Pues no. La mafia obligó a Trump a prohibir ese acuerdo, porque destinaba un pequeño porcentaje al deporte base de la Isla (12). Hoy, la cosa sigue exactamente igual: para acceder a las Grandes Ligas, los cubanos deben romper con su federación, residir fuera de Cuba, no pagar impuestos en la Isla y declarar su no afiliación comunista (13). Todo, en el país de “la libertad como derecho fundamental”.

Por eso, no es extraño que el nuevo cambio adoptado por la Federación Cubana de Béisbol, el de integrar a peloteros profesionales residentes en otros países, sea también boicoteado en Miami (14).

Por cierto, el canal CNN en español fue uno de los medios más recalcitrantes en el acoso politizado al equipo Cuba. Así trataba de hacer entender lo que nadie, en sus cabales, puede entender: que un aficionado cubano de béisbol, resida en La Habana o en la Luna, esté en contra del equipo de su país (15). Escuchen: “Para esas personas que no entienden, que quizás nos ven en Argentina, México o en algún lugar del Caribe, que no entienden el contexto político, ¿cómo podrías tú, de manera muy sencilla, siendo cubano, explicarlo?”, preguntaba la periodista cubana anticastrista Elizabeth Pérez al periodista cubano anticastrista Alfre Álvarez. Que respondía: “Bueno, es muy sencillo, durante todos los años que en Cuba existe una dictadura, el gobierno cubano es el que se ha encargado de hacer estos equipos de pelota. (…) Es un equipo que no nos representa, porque es un equipo que ha sido organizado y preparado por la Federación Cubana de Béisbol”.

Por cierto, en Cuba, el país donde -nos dicen- hay censura, se transmitió íntegro el partido, incluidos carteles y coros anticomunistas (16).

Hay quien asegura que Miami es una dictadura mafiosa. Otros, que es un psiquiátrico para fascistas.

(Tomado de Cubainformación)

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