Para los cubanos que nacimos entre 1980 e inicios de los noventa, la frase “Te atraparé por el cuello y te lo voy a apretar” no encierra ningún tipo de amenaza, más bien es un pasaje de regreso a nuestra adolescencia o a los últimos años de la infancia.

En el desorden que últimamente aflora en mis anaqueles, se puede encontrar Trilogía Sucia de La Habana, de Pedro Juan Gutiérrez, entre un libro de William Faulkner y la poesía de Marienne Moore. No me pregunten por qué,  son cosas del azar.

Los libros entran y salen de los estantes en dependencia del apetito literario con que afronte el día y, por lo general, no regresan a sus lugares de origen. Trilogía se ha mudado varias veces. INRI, de Raúl Zurita; y Necrópolis, de Santiago Gamboa han sido otros de sus usuales vecinos.

“Soy una sombra de lo que un día fui”, enuncia el personaje que interpreta la  actriz Liliana Lam, mientras interpela al proscenio con una mirada entre la desesperación y la impotencia. Desde ese momento, nosotros, el público congregado en Teatro Sauto la tarde de este domingo 24 de marzo, supimos que no tendríamos más remedio que acompañarla en esa suerte viaje del amor al dolor, que propone la puesta en escena de Habibi

Hace apenas 24 horas el Icaic (Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica) cumplió su aniversario 65. Gloria para la cinematografía cubana que, con limitados recursos técnicos, pero también con mucho empeño y creatividad, ha sabido superarse ante los obstáculos materiales y brindar a los cinéfilos obras que han impactado favorablemente en el gusto popular, ya sean dramas, comedias,  aventuras.