Cuando era niño, allá en el Círculo de Colonos del Valle de Guamacaro, la primera obra de teatro que admiré en mi vida fue una dedicada a la infancia de Martí, cuando descubre a un esclavo colgado de un ceibo del monte. Esa puesta en escena mereció el premio de Teatro La Edad de Oro, 1970.
Siempre culpo a esas imágenes de mi persistencia por atrapar la vida a través del teatro y la literatura. Por eso, hay que darle importancia a la cultura, a sus esencias; por eso hay que defenderla.
En Matanzas, el teatro ha tenido a Martí como un referente, fundamentalmente mediante puestas de Teatro de Las Estaciones. Los zapaticos de Rosa ha constituido uno de los hitos del grupo liderado por Rubén Darío Salazar, quien realiza un bellísimo aporte al imaginario martiano, en el que se defienden valores identitarios y de una raigal humanidad de amor al prójimo. La obra volverá a escena este 28 de enero en la sala, mientras que en la televisión se transmitirá la versión audiovisual.
Con Los dos príncipes, de María Laura German, Las Estaciones volvió al Apóstol para hablarnos de otros amores, del dolor por las pérdidas, de las esperanzas; pero también para dialogar con el niño desde las esencias en que siempre Martí lo hizo, como escritor, hombre y patriota, desde lo hondo de las problemáticas a las que se enfrenta en la vida.
Teatro D' Sur es otro de los colectivos que ha asumido el legado de nuestro Héroe Nacional, en este caso desde la perspectiva pedagógica de doctor en ciencias y actor de Wilfredo Mesa, quien se ha conectado con los infantes a través de lo didáctico, lo lúdico y lo teatral, siempre con belleza literaria y profundidad intelectual.
Hierro, de Carlos Celdrán, que por cierto es una de las novedades de Ediciones Matanzas para la Feria del Libro en abril, no solo está en el catálogo editorial nuestro, sino que desde el 2020 forma parte de las piezas del Museo en Madera de la Dramaturgia Cubana, una recreación homenaje de Adán Rodríguez Falcón, que aporta una estremecedora mirada a la pieza de Celdrán, estrenada por Argos Teatro y que esperamos ver algún día en el Sauto.
La reinvención de Adán Rodríguez de la obra es estremecedora: Martí dentro de una Palma, que nos mira, mientras que nosotros, los espectadores, debemos mirar a través de una abertura para desentrañarlo.
No quisiera olvidar Abdala, recreado por el maestro Armando Morales, o Martí en Cádiz, de Abel González Melo, recién estrenado en esa ciudad española.
Abdala es un texto clave del joven Pepe, que fue llevado a prisión por sus ideas políticas, sometido a vejámenes que ningún adolescente debe sufrir por sus ideas, y los remito a El Presidio Político en Cuba.
La puesta de Armando Morales, que los matanceros como siempre, muy actualizados en cuestiones teatrales, admiramos en nuestros escenarios, constituye un reflejo espiritual del patriota, que habita en las imágenes de cada personaje, desnudos, sobrios, que construyó el maestro. Abdala, y su “amor, madre, a la patria”, aún vibra en mi sensibilidad de espectador.
Este 28 recordaremos a José Martí. El teatro cubano lo tiene entre sus mayores paradigmas. Lo hace vivir de una manera muy particular, lo hace humano.
Cada vez que veo nacer de la palma el anillo de hierro donde está inscrito el nombre de Cuba, pienso, si