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Roberto, multiplicado desde la tierra a las alturas

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Numerosos recuerdos atesora Roberto Tápanes Vázquez, el sencillo y humilde obrero que por imperativo de la vida naciera en un bohío vara en tierra. Lo recibió su bisabuela materna. El padre, barbero de profesión, conoció del parto al regresar al hogar. Lejos buscaba el sustento de la profusa familia.

“No incluyo en la historia que contaré a mi hija Yanira, a la nieta Asly, o a Carmen Rosa, mi actual esposa, porque, obviamente, son complementos indisolubles de mi persona, sino a aquello que considero por igual interesante, no en atributo personal, sino como parte de cuanto se debe hacer por el bien de los demás donde quiera, dentro y fuera de la tierra a la que perteneces.

En unión de la familia disfruta de unas horas, en las que Asly surge como protagonista y motivo de alegría. Fotos: Fernando López Duarte

“Sí, pasé necesidades allá, en mi Madruga nativa, como otros muchos cubanos en aquellos tiempos, con la Revolución triunfante en ciernes, heredera de los rezagos de un pasado oprobioso. Soy el tercero de cinco hermanos; los otros, Ricardo, Sonia, Israel y Nidia. Desde bien temprano nos pegamos a cuanto hiciera falta para ayudar a papá que, en Matanzas, cortaba y peinaba pelo del amanecer al ocaso”.

Lo hallé una de estas frías mañana en el pequeño taller, erigido en el patio de su hogar, en el barrio del Naranjal Norte, en la capital yumurina, enfundado en un overol azul, rodeado por varios conductores de vehículos y amas de casa que acuden al lugar para reparar bombas de freno, cloches, juntas de cafeteras, ollas, zapatillas de agua y de reguladores de gas. “Esto último, lo casero, sin costo alguno, porque me gusta ayudar a la comunidad; y lo otro con precios módicos, sin abuso”.

Al preguntarle el porqué de esa actitud, su respuesta resultó contundente: “Vivo agradecido de la Revolución, de cuanto me ha dado. Procedo de la humildad, debo practicarla por principio.

“Cuando llegamos a Matanzas, a Ricardo y a mí nos enviaron para el internado Julio Antonio Mella durante el ciclo completo de la primaria, y así transcurrió mi niñez y juventud, en la que me gradué de Mecánico Montador de Tuberías en la escuela Antonio Maceo, aledaña a la Bellotex. Pero no ejercí, a los 18 años de edad me llamaron para el Servicio Militar Obligatorio, desde el cual partí como chofer para la República Popular de Angola, como parte de una unidad de desembarco y asalto.

“Estuve en Cangamba, donde se produjo la inolvidable batalla contra la Unita del 2 al 10 de agosto de 1983. Fracción enemiga apoyada directamente por Sudáfrica. No participé en la guerra, estaba en la retaguardia, hacía guardia casaca, fuertemente armado, como soldado de protección y también de almacenero. Estuve en algunas escaramuzas. Allí permanecí hasta el 14 de febrero de 1985”.

La llegada a la sala de Asly, de cinco años de edad, obliga al paréntesis, por lo que la madre acude y la lleva cargada hacia una de las habitaciones. No resultó fácil, quería estar junto a su abuelo, quien muestra a sus espaldas las perdurables huellas de su estancia en África: colgadas de la pared hay fotos relacionadas con la epopeya bélica. Aparece con varios compañeros de campaña junto a un blindado.

Gratos recuerdos dejaron en Roberto sus estancias en África y en la República Bolivariana de Venezuela. En esta dialogó con el anterior presidente Hugo Rafael Chávez Frías. Fotos: Fernando López Duarte

A su regreso labora por varios años en el Contingente de la Construcción IV Congreso, primero como carpintero y luego como chofer. Participó en la construcción de los cuatro tanques de combustibles que ardieron en la Base de Supertanqueros de la Zona Industrial en agosto del 2022. Pronto le solicitaron su apoyo a la construcción de viviendas en la República Bolivariana de Venezuela. Aceptó de inmediato.

“En el 2007 partí para ayudar en el Programa de Viviendas Camino a los Indios, en un lugar que en la actualidad se nombra Ciudad Caribbean, entre las ciudades de Caracas y Vargas, en el que también erigimos túneles de circulación  vial. Tiré tierra de las planicies a las montañas, por lugares difíciles. Es aquí donde se produjo el inolvidable encuentro con el Comandante Hugo Rafael Chávez Frías, del que guardo esta foto”, dice y la enseña con sano orgullo. No temo errar al escribir que aprecié humedad en sus ojos y un brillo inusual.  

“Era valiente, muy guapo, porque había llovido y no se podía llegar sobre vehículo alguno hasta donde estábamos, pero él lo hizo, conduciendo. Aquello estaba resbaladizo, era arcilla.

“Desde donde estaba lo vi y partí a saludarlo, me detuvieron los compañeros que lo protegían, pero él, al darse cuenta, les dijo que me dejaran pasar. Al llegar hasta donde estaba solicité saludarlo y abrazarlo, y accedió. De inmediato me preguntó el nombre, se interesó por la familia y qué hacía allí en particular. Le expliqué. 

“Con una mano sobre mi hombro derecho, de inmediato comenzó a hablarme de Cuba, de Fidel, de lo grandioso de la Revolución cubana y de cómo estaba el mundo. ‘La Revolución nuestra es hija de ustedes, con Fidel como padre, maestro y guía. Nuestras naciones son hermanas en todo. Juntas marchamos adelante’, manifestó. La foto junto a Chávez me acompaña siempre, muestro con orgullo este grato recuerdo. Es histórica para mí”.

Roberto quiso permanecer en esa tierra sudamericana otro año, sin embargo, problemas de salud se lo impidieron; “pero cumplí la misión, solo deseaba extenderla un año más.  

“La humildad y convicción revolucionaria son parte de mi personalidad y, como tal, actúo, puedes preguntar en el barrio. Al que pueda ayudar lo hago sin interés alguno. Jamás olvido mis raíces, el bohío donde nací, el hacer de mis padres por cada uno de nosotros, y lo agradecido que estoy, reitero, de mi Revolución cubana”, concluyó quien en su juventud también concibió la idea de ser paracaidista civil, y lo materializó mediante varios vuelos aéreos.

Lo dejo entonces entre quienes en ese momento solicitan su servicio para diversas necesidades del hogar o fuera de él, a los que recibe con su principal divisa: saludo y sonrisa.

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