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Orgulloso de ser cartero

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La primera vez que le vi estaba entre compañeros, con el Periódico Girón entre sus manos y en su mejor debate sobre la recién iniciada serie beisbolera de las Estrellas. La algarabía era grande en aquel pedacito de oficina donde había prácticamente más personas que espacio. Yo necesitaba conocer hasta dónde se extendían ciertas rutas de entregas de periódicos, y me recomendaron a Carlos Jerónimo del Valle López, porque era el cartero más experimentado.

“Dentro de poco cumplo 25 años en el mismo trabajo. ¡Imagine!”, afirma.

Decir “25” no tiene grandes complejidades, es un número cualquiera, facilito de pronunciar; pero dedicar más de dos décadas a una profesión tan humilde y de tanta entrega lo convierte en una persona admirable y digna de reconocer. Solo basta decir que recitó todas las rutas, de calle a calle, como quien declama el poema memorizado con una gestualidad e interpretación perfectas. Luego de ese encuentro, prometí regresar por su historia, y unos días después cumplí con mi palabra.

“En mi casa existía la cultura de leer periódicos y mi abuela era suscriptora. Inicio en este mundo porque con mis problemas de salud no podía seguir en mi anterior trabajo. El señor que era cartero en mi casa me inspiró. Estaba en planes de jubilación, se llamaba Ricardo Bofill y de él aprendí la pasión por el oficio, la entrega y el amor a servirle a los demás. Ese hombre subía la escalera del edificio para llevar la prensa diariamente”.

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Técnico medio en electricidad, Carlos fue cobrador del servicio eléctrico en una zona muy encumbrada de Versalles, por los años 90; pero su fuerte padecimiento de asma le impidió continuar. 

“Amé mucho aquella profesión. Aquí en el correo hago cositas de electricidad, lo que se rompa y pueda arreglar, lo hago. Siempre han podido contar con mi colaboración en la parte técnica.

“En agosto de 1999, comencé como cartero también en ese Consejo Popular. Ricardo, mi tutor, no dejó de trabajar enseguida, esperó enseñarme todo lo que debía aprender. En ese entonces los carteros eran muy buenos. Puedo mencionar a los hermanos Fuente y los Piloto, Félix del Sol, para mí, instituciones dentro de Correos de Cuba, muchos de ellos ya fallecidos”.

Carlos se describe como un hombre “corto de palabras”. De hecho, aún se pregunta cómo logré convencerlo de una entrevista, porque a eso le ha huido más de una vez. Pero lo cierto es que le cuesta guardar silencio cuando se trata del oficio al que le ha dedicado más de dos décadas, y que convirtió aquel pedacito de oficina en su segundo hogar. 

“Para quien llega a amar la profesión, lo que hace no es trabajo, y si además te pagan, pues es una bendición. Lastimosamente, hoy en día tenemos el problema de que los que quedamos somos personas mayores. Aquí, por ejemplo, los que estamos en el casco histórico, que residimos en el Correo Central: dos tenemos más de 60 y el otro 53. 

“Ojalá y el relevo generacional llegue, porque esta profesión no debe morir; aunque las nuevas tecnologías han reducido considerablemente el número de cartas, es muy necesaria porque le llevas a las personas, además de las referidas cartas, periódicos, publicaciones, y lo agradecen. También le pagamos a los jubilados y asistenciados”.

Bien saben los que viven en zonas distantes, y que para cobrar sus pensiones deben subir lomas tan tristemente famosas como la del Centro Médico, cuán importante son los carteros. En estos tiempos de plantillas incompletas y limitaciones exacerbadas, sería bueno clonar muchos Carlos, que además de brindar un servicio, lo hagan con tanto amor.  

“Por coincidencia, vivo en el barrio donde trabajo. Fíjate cómo es la relación que se llega a entablar que, cuando en estos días ha habido problemas con el combustible para traer el periódico, los vecinos van a mi casa, no para preguntarme por el periódico, sino para saber si tengo algún problema, porque saben que mi esposa está discapacitada. En el correo tengo las mejores relaciones con mis compañeros y compañeras”.

Aunque esto último lo pongo en dudas, porque cuando le tocan a sus Cocodrilos… ¡Cuidado! 

“Tengo la cultura desde niño de leer el diario y ya con la profesión me ha sido más fácil, porque recibo todos los periódicos y les tiro un vistazo. A veces no tengo tiempo para leer, pero Girón siempre es mi prioridad porque es el que más me gusta, además de ser el de mi provincia. Busco noticias, sobre todo de béisbol, que es una pasión incontrolada y ahora, con el triunfo de los Cocodrilos, más todavía”, y mientras me lo afirma deja escapar una sonrisa pícara.

“Es importante leer el periódico y estar actualizado, para después poder transmitir la información a las personas, sobre todo ahora que hay escasez de papel y las suscripciones están suspendidas desde hace años.

“Lo que más se reparte actualmente son telegramas, o sea, citaciones que emite el Bufete Colectivo, por ejemplo, y giros postales. Cartas ya llegan muy pocas, de cuando yo empecé a ahora la proporción es de cien a cinco. Cualquiera piensa que nos alegramos porque tenemos menos contenido de trabajo y es menos sacrificio, pero no; el placer aquel con que uno llevaba la carta a cualquier casa, daba igual la procedencia, y ver cómo te recibían, con aquel beneplácito por ser portador de noticias, se extraña.

“A todos los carteros nos ha pasado alguna vez que, terminando un recorrido, nos damos cuenta de que dejamos de entregar una carta que era al principio; por respeto a la profesión y a uno mismo, se regresa, aunque cueste 20 minutos más de trabajo. Ese es un detalle que yo aprendí de mis maestros, de los que me siento muy orgulloso, y que son leyendas de la cartería aquí en la ciudad de Matanzas”.

Hay que ver cómo le resplandece el rostro cuando habla de su oficio, cuando cuenta las anécdotas de los que le antecedieron, cuando la emoción incontenida le desborda los ojos. 

“Lo que más me gusta de ser cartero es estar en contacto con personas humildes, de pueblo. Próximamente, dentro de un año y pico, llegará mi jubilación. Llevo más de 40 años trabajando y tengo una necesidad imperiosa de dedicarme a la casa y a mi esposa, pero nunca dejaré a un lado este oficio. Nunca dejaré de venir a ayudar, y si es necesario que algún día yo ‘tire’ el periódico, pues lo haré. Mientras mis facultades tanto físicas como mentales lo permitan, podrán contar conmigo”.

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