En el andar cotidiano de los matanceros por la ciudad, siempre se cruzan con el Puente Giratorio. Las jóvenes generaciones saben de su existencia, pero pocos conocen la historia detrás de su estructura de metal.
En el año 1903 a bordo del vapor Olinda, llega a Matanzas desde Estados Unidos el denominado Puente de Oro, apodado tiempo después Puente Negro por su apariencia oscura.
El primer giro de 90° grado ocurrió el 8 de abril de 1904. Las goletas navegaban desde el puerto hasta los almacenes del San Juan en busca de azúcar. El puente tenía semáforos y aceiteras, y los mecanismos se engrasaban todos los días. Se giraba al menos una vez a la semana, aunque no fuera necesario.
Como una curiosidad podemos citar que el tren inaugural, en el que viajó L. D. Mout, el ingeniero contratista del puente, era del Ferrocarril de Matanzas, y transportaba 100 sacos de azúcar procedentes del central Santa Catalina.
La base de madera que lo sostenía se sustituyó en 1981 por pilotes de hormigón armado. Fue el único de la provincia que soportó los fenómenos atmosféricos procedentes del Atlántico. En el centenario del puente retiraron los mecanismos giratorios de la estructura. Los engranajes se encuentran en el Museo del Ferrocarril de Cuba.
Hoy el Puente giratorio de Matanzas sirve de trampolín a intrépidos jóvenes de la urbe, que se refrescan en las aguas del San Juan, otros prefieren tomarse fotos para las redes sociales.
A más de 110 años de su llegada, el único puente de su tipo en Cuba, desafía al tiempo y a la historia. Un deseo persiste en la población yumurina, la restauración de uno de los atractivos longevos de la ciudad.