Más allá de los límites que algunas bibliografías establecen para determinar el marco etario de la juventud, este texto aborda no solo al joven, sino a todo aquel capaz de redirigirle mi discurso desde su madurez y, tal vez, desde su ejemplo; tanto quien ha vivido las consecuencias del fenómeno en cuestión como quien no, pues hasta el pasado más intachable puede albergar la huella del alcohol y aún así apuntar a un futuro alentador.
¿Por qué afronto esta relación entre bebidas alcohólicas y sus consumidores más jóvenes? Debido a que nunca he sido gran partidario de la “tomadera” ni su practicante más resistente, pero, como muchos, le he hecho concesión en ocasiones especiales y he observado a mi lado, a tiempo, el daño que el azar bien pudo designarme.