Unos jinetes incansables dominan con destreza sus corceles, y al compás de palmadas, bailarines medio inseguros ante la presencia de este equipo de periodistas intrusos, se emocionan al escuchar que pin pon se va a dormir.
Ellos apenas recordarán el pedazo de tela que por más de un año de sus vidas debieron usar permanentemente para cubrir la mitad de sus rostros o el extremo cuidado que mantienen las educadoras de su círculo infantil Botoncito de Rosa en Cárdenas.