La obra quedó oficialmente inaugurada en una ceremonia-homenaje a Agustín Drake, el 20 de octubre, Día de la Cultura Cubana.
Un enorme corazón de metal, rojo fuego, ha tomado posesión de la ribera del río San Juan. Su color contrasta vivamente con el verde de las aguas y es un imán para las miradas de todos los que se mueven entre los puentes de Tirry y San Luis.
Se trata de la escultura cinética El corazón del San Juan, último proyecto del artista plástico Agustín Drake Aldama (Sabanilla, 1934-Matanzas, 2022), realizada póstumamente por un grupo de creadores y amigos del maestro.
Leonor Jorge-Vergara, viuda de Drake, recuerda el devenir del proyecto: “Agustín se metía mucho en la historia y siempre llamó su atención lo que quedaba de los inicios de la industria azucarera, cuando la salida de los productos era a través del río. Le interesaban esas grúas desde que estaba en la Academia Tarascó.
“Cuando se hizo la primera edición de Ríos Intermitentes ya pensaba en esta pieza, primero en llevarla a cabo con materiales efímeros: tela, papel. Después tuvo la posibilidad de que un grupo de jóvenes lo apoyara para hacerlo en metal. Hasta el último momento estuvo pendiente de su ejecución”.
Para el artesano Luis Octavio Hernández, El Corazón… es un símbolo de la necesidad de llevar la belleza de la reanimación también a la otra orilla del San Juan, a la calle Comercio; y cuando lo vemos “nos da esa energía tremenda de pensamiento, de arte, de cubanía, de esperanza.
“Esta idea ya existía en 2019 y él, con su humildad extraordinaria, la aplazó hasta 2022 porque decidió darle paso a la realización de las escaleras, de Rubiel Bernabéu. Prefirió admirar el trabajo de un colega y postergar el suyo.
“Representa un orgullo para los matanceros inaugurar, en el Día de la Cultura Cubana y con gran esfuerzo de un grupo de creadores, de las autoridades, organismos e instituciones, esta obra que pende de la historia de nuestra ciudad, la última grúa que queda de lo que fueron los muelles del azúcar”.
Correspondió al artesano-artista José Manuel Díaz (Noly) soldar las piezas de metal que dieron vida al corazón, en un proceso de ensamblaje que representó una constante lucha contra la adversidad.
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“Fue difícil de hacer. Cuando me enfrenté a la tarea, tuve que empezar a llamar personas por el alto nivel de complejidad. No teníamos materiales. Incluso me enfermé, porque las planchas que conseguimos eran de balitas de gas recicladas y al comenzar a picarlas su olor me afectó los pulmones.
“Se armó en mi taller, en partes, porque allí no cabía. Luego lo sacamos al portal de la vecina, se cayó dos veces, se desbarató y determinamos hacerlo por pedazos y montarlo en el lugar de su emplazamiento.
“Me siento muy agradecido, pues tuve la suerte de aprender de Drake y de trabajar en esta pieza junto a otros artistas; todos aportaron algo”.
REMEMBRANZA DEL MAESTRO
El legado espiritual y artístico de Drake ha tomado más de una plaza durante las jornadas de celebración de la cultura cubana. La galería Espacio 34 de Varadero exhibe Homenaje, dedicada a él por el propio Noly. La sede matancera de la Uneac presenta Otra vez, las cosas de Agustín, con algunas de sus últimas obras, nunca antes mostradas.
En torno a estas exposiciones se concentra un grupo de creadores que reconoce el magisterio imprescindible del escultor. Entre ellos, el diseñador Rolando Estévez Jordán lo evoca como su profesor, quien lo enseñó con disciplina y rigor.
“Conocí a Agustín en 1969, cuando entré a la escuela de arte. Era un verdadero creador, absolutamente original. Su obra representa un discurso de lo encontrado, lo reciclado, lo ensamblado. Esa mecánica imaginativa resulta única y admirable.
“Hay una hibridez muy bonita en su propuesta: con influencias de lo real-maravilloso, del barroco latinoamericano, de toda esa atmósfera de lo negro, de lo místico.
“No creo que se le pueda considerar un escultor; para mí fue y es un artista total. Estas piezas que ahora vemos, hechas ya en sus últimos momentos, dejan fe de la inmensa creatividad de un octogenario.
“Un hombre que no tenía miedo de hacer artesanía. Caminando por la orilla del río recogía palos y toda suerte de objetos para construir unas Yemayá fabulosas. Alguien con muchas alternativas para vivir y para crear.
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“No entiendo cómo se fue sin el Premio Nacional de Artes Plásticas, algo que también pasó con Pepe Fundora, siendo ambos pilares de la plástica cubana. Me siento muy orgulloso de haber sido su alumno y aún sigo aprendiendo cosas de él”.
Por su parte, el escultor y ceramista Osmany Betancourt (Lolo) tiene firmemente grabado su primer recuerdo de Agustín Drake. “Todavía puedo verlo en mi memoria, detrás del aula donde su esposa Leonor me daba clases, poniendo algo en su polaquito. Para mí él representaba al artista que yo quería ser.
“Después coincidimos en el Taller de Cerámica de Varadero, conversábamos mucho y él me brindaba sus experiencias. Ya instalado en mi taller de Narváez, colaboré con algunas piezas que, por su edad, él no podía realizar, como el caldero, titulado Ofrenda, que está ubicado cerca de allí”.
Para el pintor Adrián Socorro, estas memorias están salpicadas de amenas charlas en las que siempre aprendía algo importante de historia, de plástica, de la propia cotidianeidad.
“Fue un representante de su tiempo pero, a la vez, se mantuvo a la vanguardia. Nunca se puso viejo para la creación.
“El corazón me parece una idea brillante, una lección para los más jóvenes. Justo en el momento en que resulta tan necesario ese nivel de sensibilidad, de poesía en el arte y en la vida, aparece este señor mayor con una obra increíblemente actual”.
