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La Colla: historia, cultura y tradición (+Fotos)

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La mañana del domingo 11 de diciembre, los matanceros volvieron a subir la cuesta que lleva hacia las alturas de Monserrate para celebrar La Colla, una festividad de origen catalán, que estuvo interrumpida por dos años producto de la pandemia covid-19.

Con el pan y el vino “haciendo el camino”, llegaron los peregrinos hasta la ermita, convertida actualmente en centro cultural. Para algunos de los más jóvenes, hacer el trayecto, acompañados por el sonido de las gaitas, los músicos y bailarines ataviados a la usanza y el hondear de banderas rojigualdas, representó toda una novedad. 

¿De dónde surge esta singular romería que mezcla las tradiciones española y cubana y tiene como eje temático la veneración de la Virgen de Montserrat y el espíritu de confraternidad entre sus fieles?

Según Leonel Pérez Orozco, conservador de la ciudad, La Colla es la única fiesta española que permanece de manera original en América Latina. “No existe nada similar en el resto del continente.

“Otros países de Iberoamérica fueron mezclando su esencia con el legado amerindio y derivaron en algo muy diferente. Aquí se mantuvo como mismo se hacía en el siglo XIX”.

Su origen es fundamentalmente religioso, dedicado a la patrona de Cataluña, aunque también incorpora cierta añoranza por la tierra de origen y sus costumbres.

“Pertenece al conjunto de solemnidades que se celebraban en la Matanzas decimonónica: la procesión del Corpus Cristi y la de San Carlos Borromeo, la cabalgata del día de reyes o el paseo de la Virgen de Regla en barco por la bahía”.

En nuestra ciudad existía una gran comunidad de naturales de esa región y, como señala el propio Orozco, ellos habían identificado, desde 1856, la loma del valle de Yumurí “como un área potencial para honrar a La Moreneta porque les recordaba a la montaña de Montserrat”, hogar del monasterio del mismo nombre y centro de su culto. 

“Las primeras fiestas catalanas que se efectuaron eran muy particulares y espontáneas. Se compartía el vino y el pan después de subir la cuesta desde la ciudad. Esto se fue haciendo hábito y en el año de 1872 decidieron construir una ermita.

“Al terminarla, en 1875, se celebró la primera Colla oficial. Se reunieron en el Casino Español y caminaron por Contreras hasta llegar a la altura, donde los esperaba un gran agasajo”.

A partir de entonces se hizo tradición entre los españoles llegados de todas partes, que acudían a recibir la bendición de la Virgen.

“En la tercera década del siglo XX había decaído bastante, claro está, los peninsulares no eran tantos como en el XIX, y se mantenía a duras penas. Ya por los años cincuenta o sesenta desapareció totalmente”. 

EL RESCATE

Una investigación que se realizó por toda Cuba, para crear un atlas de las tradiciones culturales, propició el renacer de La Colla en 1981. 

El equipo de trabajo, liderado por el profesor Roberto Ruesca, se dio a la tarea de documentar los orígenes y los objetivos centrales de esta festividad y buscar a las personas que aún conocían sobre ella.

“El desarrollo de este proceso fue muy hermoso porque no solo estuvieron implicados los herederos del legado ibérico, sino también la vanguardia artística” explica René Quirós, instructor de arte, quien fue testigo de aquel momento.

“Se quiso traer de vuelta el espíritu de romería que tenía la original, desempolvar las canciones características de cada una de las comunidades y cantarlas durante el trayecto. También, sumar a las familias de canarios, gallegos, asturianos y otros, y hacer una celebración que reavivara esas raíces”.

Para este incansable promotor, quien fungió como director del espectáculo que pudimos disfrutar este año, el regreso de la Colla es un proceso que aún no termina. Queda mucho por estudiar y por redimir.

“En 1981 se logró restaurar muchas cosas que hoy nos faltan, los cantos, que en aquella ocasión fueron interpretados por aficionados de la Casa de la Cultura, el chivo que acompañaba la subida y luego se sorteaba, los peregrinos vestidos con trajes típicos, o los implementos de cocina, como cucharones o espumaderas, que acompañaban al pan y el caldo.

“Tenemos que seguir los pasos de Ruesca, porque ahora constituye nuestra responsabilidad mantenerla viva. A mí lo que más me preocupa es potenciar su carácter popular, que el pueblo matancero la sustente”.  

CATALANES EN MATANZAS

Los emigrantes procedentes de Cataluña dejaron una huella cultural muy fuerte en el devenir de la urbe yumurina. 

Muchos se hicieron de gran fortuna y decidieron contribuir a empeños culturales o caritativos. Así los Guiteras y los Gener crearon el colegio La Empresa, al cual Martí llamó “fragua de patriotas”, y José Tomás Ventosa fundó la Casa de Beneficencia.

Loreley Rebull, presidenta del Casal Catalán, asegura que los naturales de esta región son recios y trabajadores, pero también muy sensibles y humanos. 

“Construyeron su iglesia y trajeron a su virgen porque echaban de menos sus orígenes. Por eso se representan aquí las cuatro provincias: Barcelona, Lérida, Gerona y Tarragona. El que se va, siente añoranza de lo que dejó y busca revivirlo allí donde vaya. La ermita es nostalgia. 

“La Colla simboliza una reunión de amigos para tomar vino, pan y hacer un trayecto unidos en un abrazo de hermandad. Además, resulta una manera de recordar a nuestros mayores, el tronco del que venimos”. 

“Matanzas es el fruto de esa mezcla entre culturas, de ese espíritu de concordia que no podemos obviar”, sostiene esta escritora y narradora oral.

“Ya se cumplen veinte años del hermanamiento de nuestra ciudad con la urbe española de Vilanova i la Geltrú, algo que nos ha consolidado mucho. Además, nuestro Casal ha sido reconocido recientemente como Casal Catalán en el exterior, primero en Cuba en obtener ese nombramiento. La catalanidad se encuentra hoy más fuerte que nunca”. (Fotos: Ramón Pacheco Salazar)

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