Escribí estas páginas el 30 de agosto de 1996, fecha en que, a los ochenta años de existencia, el noble escritor nos dejó de forma súbita.
Al triunfo de la Revolución, en 1959, Soler Puig ya pasaba de los 40 años y, sin embargo, gracias a la propia Revolución, se convirtió en uno de los nuevos valores que brotaron de ella. Merecerá siempre ser considerado uno de los primerísimos escritores surgidos después del triunfo revolucionario,
hombre de pueblo, de la vida cotidiana, raíz de trabajador que supo entender con finura y narrar con arte, la vida del pueblo santiaguero y al hacerlo revivió épocas de la historia, de la vida cubana, de la vida del trabajo y de las luchas sociales en este país.
José Soler Puig (Santiago de Cuba, 10 de noviembre de 1916 - La Habana, 30 de agosto de 1996).
Cuando se publicó la novela Bertillón 166 y obtuvo el primer premio literario de Casa de las Américas, era ya un hombre maduro y al propio tiempo un escritor joven ¿por qué?. Porque la vieja sociedad republicana, no le facilitó a este talentoso escritor, las condiciones, ni los incentivos imprescindibles para desarrollarse y fue solo la Revolución la que le brindó esa posibilidad.
La obra literaria de José Soler Puig, por sí sola, bastaría para explicar la política de promoción y de aliento al arte que ha llevado a cabo la Revolución, el hecho de que un narrador de sus méritos haya tenido que esperar hasta el triunfo de enero de 1959, para adquirir la reputación que merecía, muestra cuánto engaño hay en la sociedad burguesa acerca de la “libertad de la creación artística”. Hasta los cuarenta y tres años de su vida, este escritor permaneció oculto, porque no había el ambiente de creación necesario en el país, para la realización y exaltación de su obra.
Tras el triunfo de la Revolución, desde su ciudad natal, pudo realizar una obra de valor nacional que a juicio de un creador de la talla del poeta uruguayo Mario Benedetti, tendría una amplia repercusión internacional. Al narrar lo santiaguero, describió la cultura y la vida cubana de una época histórica y lo hizo, desde una óptica particular y con un sentido de profunda raíz cubana. Sus narraciones trascendieron porque las elaboró con gracia, con dominio del oficio y con talento.
Dedicó sus esfuerzos al estudio y desde su Santiago de Cuba, adonde permaneció siempre atento hacia el mundo literario y artístico de su época.
En el incansable empeño por ampliar su cultura, en su inconformidad frente a cualquier trabajo realizado y en su interés por mejorarlo, deben encontrar los jóvenes y las nuevas generaciones de escritores, un ejemplo a seguir y debe verse, asimismo, que escribir no es tarea sencilla, sino que requiere esfuerzos, disciplina, rigor y pasión. Quienes escriben saben lo difícil de ese oficio. Soler se dio a ese oficio con imaginación, modestia, disciplina y con un esfuerzo tesonero.
Cuando se publicó la novela Bertillón 166 y obtuvo el primer premio literario de Casa de las Américas, era ya un hombre maduro y al propio tiempo un escritor joven.
Es un hecho universalmente reconocido que la literatura latinoamericana a partir de los sesenta, adquirió un nivel y una resonancia universal y se colocó en un lugar preponderante en el mundo. Al destacar que Soler Puig fue merecedor del Premio Casa de las Américas 1960, quiero subrayar la importancia que ese Premio ha adquirido para nuestra literatura y para la literatura latinoamericana.
La vida y la obra de José Soler Puig constituyen un gran ejemplo a seguir. Su obra cargada de sentido vital y hondura, su vida sencilla, de hombre de pueblo, forman parte de una experiencia irrepetible, pero ellas nos muestran un camino y una enseñanza que le pueblo cubano no olvidará jamás.
José Soler Puig (Santiago de Cuba, 10 de noviembre de 1916 - La Habana, 30 de agosto de 1996)
