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El Cinematógrafo: Barbie

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Ficha técnica

Título original: Barbie

Año: 2023

País: Estados Unidos

Dirección: Greta Gerwig

Guión: Greta Gerwig, Noah Baumbach

Fotografía: Rodrigo Prieto

Música: Mark Ronson, Andrew Wyatt, Dua Lipa

Reparto: Margot Robbie, Ryan Gosling, America Ferrera, Ariana Greenblatt, Kate McKinnon, Will Ferrell, Rhea Perlman, Helen Mirren (narradora)

Duración: 114 minutos

No es que hablar de Barbie se haya vuelto tan controversial como, en otras épocas, lo fue elegir entre una corriente cinematográfica y otra, entre un autor u otro, o debatir sobre una sola película que aglutine todos los ingredientes requeridos para la polémica traducida en taquilla: es que el intento de cuestionarla o defenderla ha pasado a tales extremos de descrédito y sectarismo, desde ambas posturas, que el producto se ha vuelto asombroso no ya como un fenómeno del que apenas se pueda hablar, sino del que valga realmente la pena decir algo por lo que es, por la forma en que está hecho, por lo que busca transmitir.

No creo, ni por lo que es, ni por cómo se hizo, ni por lo que me transmite, estar ante una de esas películas cuyos mayores encantos cuesta identificar por culpa de la predisposición, injustamente opacadas por el fervor de voces ajenas a la propia. En términos generales representa un musical de pequeña altura a la par que una muestra actualizada de cine feminista, con factura más desmedida de lo habitual y planteamiento arriesgado, acorde a líneas de pensamiento no necesariamente originadas desde el arte; y lamento que no mucho más, como me hizo creer la confianza en Greta Gerwig en un principio.

Al contrario de los más vistosos clásicos de Donen, dudo que el tiempo le eche una mano a esta colorida armazón, porque carece hasta de la que pudo ser su mayor virtud: ese encanto desvergonzado que tienen algunos panfletos de la gran pantalla, independientemente de su naturaleza; ese tufillo tendencioso que de tan obvio suele resultar inofensivo (simpático cuando no lo vemos venir y lo advertimos estando ya atrapados en pleno metraje), que lo mismo nos hace respirar fanatismo en los impresionantes documentales de Leni Riefenstahl que antinazismo en la divertidísima Ser o no ser (1942, Ernst Lubitsch), el new deal rooseveltiano en la maravillosa ¡Qué bello es vivir! (1946, Frank Capra), cristianismo y anticomunismo de la mano en la épica Los diez mandamientos (1956, Cecil B. DeMille), la incorrección política absoluta en la trepidante Uno, dos, tres (1960, Billy Wilder), militarismo de veteranía en Acorralado (1982, Ted Kotcheff) o el apoyo a la eutanasia en la lacrimógena Mar adentro (2004, Alejandro Amenábar).

A diferencia de estas, que poseen una entidad aparte de la causa que apoyen y temas paralelos tanto o más interesantes que el propio filón de actualidad en su momento, la pretenciosa Barbie solo transpira una aburrida conferencia de feminismo, al servicio de la cual bulle un acompañamiento artístico que no termina por tomar los mandos de la función.

Un feminismo menos inspirado que el de Lady Bird (2017) y Mujercitas (2019, el mayor logro de la poderosa Gerwig), las únicas dos películas que antes de esta ha dirigido, y menos convincente que el de cineastas ocasionalmente cercanos a la temática de género en el polo más mainstream del oleaje sin ser por ello todo lo “correctos” que se esperaría, como Tony Scott en Thelma y Louise (1992) o Quentin Tarantino en A prueba de muerte (2007).

Discernamos: en cuanto a tratamiento visual, Barbie significa un paso de avance en la carrera de Gerwig como cineasta, si bien por momentos a la fastuosidad de los decorados se opone una puesta en escena algo estancada, menos fluida que en sus trabajos citados; en cuanto a guión, se evidencia un retroceso hasta un nivel de torpeza y superficialidad inexistente por completo en los films anteriores, al punto de que la escritora se enfrenta a la directora, la contamina y la conduce por derroteros color de rosa rumbo al estrado.

Evidentemente, el tono infantil que de forma satírica adopta Barbie es atravesado, con ganas, por el puntero crítico de su trasfondo, y desde muy pronto, en medio de la película para niños, nace la película adulta (aunque no tan adulta como algunos esperábamos). Asimismo, el estilo apabullante que exhibe mediante su atrayente cromatismo y regodeo de cartón es fascinante, recuerda la osadía de gente como Tim Burton en la construcción de mundos imaginarios en estudio. Sin embargo, ni tono ni estilo me convencen para enunciar que se trata de una maravilla, lo cual me produce más rabia que cualquier otro sentimiento, incluyendo el desprecio que afortunadamente no llego a sentir y con su ausencia me facilitará revisarla en el futuro.

Sostengo en primer lugar que, cuando párrafos atrás empleaba el término panfleto, lo hacía como acostumbro, sin intención peyorativa hacia esas películas que pueden entretener, irritar, conmover o convencer a quien las consume (resultado de pronósticos siempre inexactos), por lo general con más éxito cuando están bien hechas y ofrecen lo que anuncian con seguridad, sin machaconería, de modo que con esto dejo claro el mal ejemplo de panfleto que Barbie me parece: burdo, tosco, petulante, insuficiente y autosuficiente.

En el fondo, a esta categoría no hay que pedirle más solidez que a cualquier otra clase de realizaciones con menor incidencia en lo político, en lo ideológico; he visto, provenientes tanto de industrias opuestas como de la misma, películas feministas y misóginas, inclusivas y no inclusivas, militaristas y antimilitaristas, liberales y conservadoras, etc., y en todas he tratado de encontrar, lográndolo en muchas ocasiones, ese “algo más” que distancia a la obra de su mera aparición y la hace sobrevolarnos en el tiempo porque algún atractivo tiene que no la deja morir, porque alguna sutileza la embellece o complejiza, más allá de si tenían razón o no hace medio siglo, o más tiempo o mucho menos, los personajes en cuya boca se emite un discurso, las indicaciones a veces maniqueas de quién es bueno y quién es malo, de quién es el oprimido y quién el opresor, de quiénes merecen vencer y quiénes ser derrotados.

Aquellas películas dependientes en exceso del peso de lo que cuentan, y que además carecen de pericia para contarlo y nos dan la información servida en cuchara con insistencia y condescendencia, suelen caer en mi olvido bastante pronto y perder mi interés al habérmelo recitado todo del tirón. Sobre todo si, además, solo unas pocas escenas son eficaces en sentido general, los personajes secundarios son pésimos y cargantes, o los chistes son tan modernos que su gracia pende del hilo del mañana, entre otras violaciones flagrantes de las reglas ancestrales. Claro, vivimos en la época de Todo a la vez en todas partes (2022, Daniel Kwan, Daniel Scheinert), tiempos en que lo novedoso desencaja las mandíbulas por más superfluo que sea y productos desestabilizados y penosos atraen la atención de un público históricamente cambiado, preparado a fuego lento en lo que llevamos de siglo para el desatino del panorama fílmico.

Sé en cambio, y expongo con estas últimas líneas una muestra de las subjetividades que para mí confieren valor a una película irregular o a otra impecable, que cuando vuelva a ver a ese Ken postrado de rodillas e incomprendido, implorando a lágrima viva su lugar en el mundo de la más humana de las muñecas, disfrazado con una ridiculez que deriva en dignidad, lamentaré que en un primer momento ese Ryan Gosling descomunal no me haya conmovido precisamente al recitar un buen guión, cuando la cámara ha captado probablemente la más sincera, cercana y emotiva de sus actuaciones.

Margot Robbie, por su parte, también es más que Barbie como Gosling es más que Ken. Barbie la película es solo Barbie la película, y más que eso es Greta Gerwig.

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