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Daniel, el baterista de todos

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Daniel David León Pérez es un tipo simple, que no busca resaltar, algo ya de por sí extraño en un artista. Tal vez por esa característica suya es que llevo años con una historia tan curiosa como la de él justo delante y nunca se me ocurrió contarla, hasta ahora. 

Resulta que, debido a la emigración de artistas, a la falta de instrumentos y demás carencias que afectan al desarrollo de la música rock en la provincia, el Dani fue asumiendo, de a poco, la función de utility en la batería para varias bandas del territorio. Al punto tal de que, cuando en los eventos terminaba de tocar un grupo y comenzaba el siguiente, Daniel simplemente se mantenía en su puesto mientras repasaba en su cabeza el repertorio; algo que incluso se convirtió en una especie de chiste entre los seguidores del género en la ciudad. 

De momento, el Dani es parte de la alineación de las siguientes seis agrupaciones: Straitjacket, War of Attrition, Blood Heresy, Apha Seed, Barra Abierta Project y Drowned in Vomit. Estas incursionan en subgéneros tan diversos como el hardcore, el metal industrial y electrónico, el metalcore, el nu metal, el pop y el slamming. Vamos, que todo el que asista a un concierto del género en Matanzas tiene un alto porcentaje de probabilidades de encontrarse a Daniel tras la batería, incluso en más de una ocasión en un mismo evento.  

daniel

—¿Cómo te inicias en el rock y cómo aprendiste a tocar batería?

—Llego al rock gracias a mi prima, que un día estaba en la casa y me puso un video de Bullet for my Valentine, en el que alguien se transformaba en un hombre lobo y aquello estaba potente. Después de eso comencé a interesarme por la música y me junté con un par de socios del barrio que escuchaban Linkin Park, Bon Jovi y géneros más suaves.

“Ahí fue que comencé a hacer vida de friki, ir al parque, a los conciertos que antes se hacían en la casa de cultura de Tirry y luego al Patio Colonial. Mediante ese contacto con otras personas que compartían mi gusto por el género empecé a plantearme lo de aprender a tocar algún instrumento. 

“Con la batería inicié cuando tenía 15 años. Me enseñó lo básico Pedro René, director actual de la banda Malas Noticias, que además fue una de las primeras bandas que vi en vivo. Fui aprendiendo lo demás por el camino, mientras practicaba, pero sobre todo preguntándole a los músicos que conocía y probando todo lo que veía en los videos de rock que consumía”. 

—¿Cuán difícil es tocar para varias bandas?  

—Hay algunas bandas con las que ya tengo cierta experiencia tocando y no necesito tanto ensayo, pero con nuevos proyectos a los que me he sumado sí me cuesta a veces administrarme el tiempo y estar al día con todo.

“Algo que sí me representa una complicación grande es sincronizar los tiempos con el resto de los integrantes para poder practicar, y tengo días en los que tranquilamente se me acumulan cinco horas de ensayo; lo que al final uno le pone empeño y la cosas salen.

“Lo más duro del asunto es la cuestión física. Un concierto de un grupo puede llegar a 45 minutos; imagínate repetir eso dos o tres veces en un mismo evento. En ocasiones he tocado hasta tres horas casi seguidas, y te puedo decir que uno de ahí sale hecho tierra. 

“Aún así, vale la pena cada minuto de ensayo para que el resultado que se le muestre al público esté lo más pulido posible. En el escenario el tiempo no importa, porque al final uno está haciendo lo que disfruta y una vez ahí lo que quiere es quedarse a vivir pegado a la batería”. 

—¿Cuál ha sido tu mayor reto cómo músico? 

—En el Festival Atenas Rock del 2023 tuve que tocar con cuatro de mis bandas y, además, trabajar de productor del evento para la Asociación Hermanos Saiz; casi que me tengo que dividir en pedazos para poder quedar bien con todo.

“Aquello fue una locura. Cargué mesas, ayudé en el montaje, a transportar equipos de sonido, traer comida. Con la misma, tuve que ponerme a ensayar con un grupo, luego con el otro, y después volver a hacer otra cosa completamente diferente. Fue muy estresante y agotador. 

“Además, todo eso que te conté se hace con las manos. Después de los conciertos apenas las podía mover, era como si hubiera hecho pesas sin calentar. También me salieron, mínimo, una ampolla por dedo, al punto de que tuve que dar un concierto con una curita en cada dedo, y lo peor es que todavía hay gente que cree que los tenía así por una cuestión estética. 

“De momento, me lo pensaría para vincularme a un nuevo proyecto, porque, evidentemente, el tiempo ya no me da y, si se me siguen juntando conciertos, creo que la salud tampoco. Pero bueno, ¿quién sabe? Si al final aparece un piquete al que le haga falta un baterista para poder sacar el grupo adelante, muy probablemente me costaría bastante decirles que no”. 

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