En derecho a la intimidad de mi entrevistado su nombre permanecerá en el anonimato, agradecida por la confianza depositada en mí para que hoy muchos puedan conocer su historia como persona que vive con VIH.

En una familia el desenlace emocional que crea el diagnóstico de uno de sus integrantes que dio positivo al VIH es traumático, más si ese componente es un homosexual masculino. El paciente se hunde emocionalmente de manera que la comprensión y el cuidado deben ser realidades. A esta persona que todavía no acepta ante la sociedad su preferencia sexual y lo sucedido, le queda el apoyo incondicional de su entorno familiar.

“De vuelta del hospital me encontré dos tribunales, mi padre y mis dos hermanos. Excepto los médicos que me habían tratado y ellos más nadie lo sabía en el barrio. Mi madre sí, ella lloraba y estaba al lado mío. Mi hermano mayor se mudó a un cuarto lejos de casa antes de que me dieran el alta hospitalaria y mi papá, que nunca vivió con nosotros ni nada de eso, hizo una visita corta y después no la repitió más que de vez en cuando, muy de vez en cuando”.  

Una confirmación positiva de VIH/SIDA puede ser angustiosa y provocar sentimientos de ansiedad o depresión, pero a medida que pasa el tiempo debemos tener presente que conocer a profundidad lo que nos aqueja y también nuestro cuerpo es prioritario para lograr una vida plena.

“Yo tenía relaciones sexuales con un muchacho, lo adoraba. Lo compartíamos todo. Tenía certeza de que el portaba el virus, pero no podía alejarme de él. Bueno…, una tardecita que regresaba a la casa noté que mi cuerpo me pesaba más de lo ordinario, como si estuviera al caerme catarro. A media noche tenía fiebre, escalofríos, no hice caso, me dormí, al amanecer me dolían las articulaciones…, los músculos, la garganta, todo lo que podía doler me dolía.

«Entonces tuve la sospecha de haber contraído el VIH y esa certeza llegó de golpe. No se lo dije a nadie. Llegué al punto de deplorar la relación sexual con mi amado. A los pocos días mi mamá impuso su autoridad y fuimos al médico, análisis de sangre y después la noticia, yo era portador del VIH. He recibido todos los tratamientos y cuidados, conozco mi estado serológico, que hace un poco más de cuatro años me mantengo con carga viral indetectable”.

Se requiere tomar conciencia, fidelidad a los medicamentos, rutina diaria y metódica, siempre y cuando se adapte a un estilo de vida planificado.

“La gente hace comentarios muy equivocados sobre el VIH/SIDA. Esos conceptos, que son muy perjudiciales, son inhumanos para los que vivimos con el virus, que además no se transmite abrazando, besando, tocando la piel o usando la misma toalla o haciendo el boca a boca, no se transmite así… y hay que ser humano –respira profundo, las palabras salen firmes, pero cubiertas con lágrimas que salen sin previo aviso-, un paciente es una persona –respira profundo y prosigue–, los países, las instituciones, la gente, deben preocuparse por la cura del VIH/SIDA, por los que sufren, porque llegue ayuda, comprensión…

«En algún momento he sido herido por una frase, una cara cejijunta o por una repulsa. Pero también he recibido muchas muestras de solidaridad y eso, sea cuando sea el día final, será siempre lo mejor que ha sucedido en mi vida”.

¿Qué es lo que más te ha ayudado en este tiempo?

“La lectura, la lectura es un complemento muy grande para pasar el tiempo y para instruirse también. La literatura es al hombre una cosa esencial, lo que al hombre es la memoria, es la literatura para la humanidad y por eso yo me aferro a la lectura porque te enseña, te distrae y te ayuda. Ser aprendiz de tu propio tiempo, llenar los espacios necesarios para la satisfacción personal, superar cada obstáculo que la vida te imponga y aprender, sobre todo aprender».