La joven Laura María Hernández Lima recuerda los sucesos del Supertanquero como uno de los eventos más complejos con los que ha tenido que lidiar en su vida profesional como especialista de Psicología.

Al frente de una consulta en el Hospital Clínico Universitario Comandante Faustino Pérez, la mañana del 6 de agosto conoció de primera mano el esfuerzo y la labor que deben desempeñar los psicólogos ante un accidente de gran envergadura que afecta a un gran número de personas.

Ante la llegada masiva de los pacientes, los equipos de especialistas se encontraban movilizados en la institución. La primera acción consistió, según relata, en entrevistar a los accidentados. El que arribaba, recibía atención psicológica.

“Teníamos psicólogos en emergencia, y en cada una de las salas donde se hallaba un herido”.

Mientras transcurrían las horas de ese 6 de agosto tomaron la decisión de crear un puesto de mando donde se recibía toda la información, para una vez recopilada poder brindarla con precisión y veracidad a los familiares que llegaban al hospital indagando por el estado de salud de sus seres queridos afectados por el siniestro.

La joven Hernández Lima pondera el papel de los estudiantes de Medicina y de los profesores de Psicología de la Universidad de Ciencias Médicas.

“Se hizo muy buen trabajo en el manejo de la información, siempre ofreciendo datos certeros y oportunos. Conocíamos en cuál hospital, sala y cama estaba cada enfermo”.

Un trabajo sensible y difícil fue atender a los familiares de los desaparecidos. “Creamos un sistema para que, cuando llegara el familiar de alguno de ellos, desde el inicio fuera acompañado por un especialista, y posteriormente trasladado hasta el hotel Velasco, lugar de concentración de los familiares de los fallecidos”.

En cada área del hospital donde se hallaba un afectado por el accidente, rememora la doctora, junto a los médicos y enfermeras, estaba un psicólogo prestando servicio. Ese fue otro momento complejo, se trabajó en las salas de ingreso. Recuerda un caso grave de Terapia Intensiva donde ella estuvo con la familia en todo momento.

“En la sala de quemados permanecíamos las 24 horas. Cuando los casos egresaban y pasaban al sistema de cura también interactuábamos con ellos. Es decir, todos esos pacientes fueron tratados por Psicología”.

“En cada visita de los casos ambulatorios realizábamos un sondeo para indagar sobre algún síntoma psíquico o alteración que pudiera aparecer, de ser necesario analizábamos si llevaba consulta especializada”.

La labor se extendía a las comunidades donde vivían los afectados en recuperación, coordinando el trabajo con los psicólogos de las áreas de salud. Desde allí también se le daba seguimiento.

La doctora recuerda la sensación de culpa de los bomberos ingresados, y cuán difícil era convencerlos de permanecer en la institución. A pesar de las lesiones, todos exigían el alta para volver a la zona roja junto a sus compañeros.

Aunque no hay constancia de un proceso de estrés postraumático en la población matancera, la especialista sí señala que durante los días del siniestro los pacientes expresaban síntomas de hipervigilancia, ansiedad y trastornos del sueño, manifestaciones psicológicas que surgen cuando los individuos se enfrentan a grandes desastres naturales o accidentes provocados por la acción humana.

Mas no puede hablar de una manifestación general, aunque sí se puede dar el caso, advierte, de que las personas se sobresaltan y recuerdan aquellos momentos difíciles de agosto de 2022 cuando escuchan truenos o las continuas sirenas de ambulancias o bomberos, porque sin dudas la población yumurina, y esta joven psicóloga yumurina, quedaron marcados para siempre por el mayor incendio industrial ocurrido en Cuba.