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En lo que va de 2020, la vida de los cu­banos se define en jerga médica: in­fes­tados, asintomáticos, recuperados...

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Labores de higienización en el hospital Faustino Pérez. Matanzas, Cuba.

En lo que va de 2020, la vida de los cu­banos se define en jerga médica: in­fes­tados, asintomáticos, recuperados. Ca­da mañana las personas esperan la conferencia de prensa para que el doctor Francisco Durán, director nacional de Epi­demiología comente si la curva – probablemente, el gráfico más importante en la historia de la Isla – ascendió o descendió y así poder calcular cuánto falta para regresar a la cotidianidad, aunque nadie sepa si habrá una, porque la Covid 19 constituye una enfermedad con la que tendremos que aprender a convivir, al igual que lo hicimos con el dengue o el sida.

En la segunda semana de mayo, cuando la curva alcanzaba su punto de inflexión más bajo y en proporción aumentaba la esperanza de los cubanos de un regreso a la “normalidad”, un brote epidemiológico en el Hospital Clí­nico Quirúrgico Comandante Faustino Pérez impactó contra los buenos au­gurios; en sí, el contexto temporal ha provocado que el suceso del centro hospitalario más importante de la provincia quedara expuesto ante los reflectores de la opinión pública.

Se trata del segundo caso de contagio dentro de un centro de Salud en la provincia, previamente fue el Hospital General Docente Julio M. Aristegui Vi­llamil, de Cárdenas,  durante el pasado mes de abril. Pero en Cuba ya habían ocurrido otros eventos tan sensibles como este, uno de ellos en un Hogar de ancianos de Villa Cla­ra y otro en el Centro de Protección Social del Cotorro, en La Ha­bana. 

Causas y azares se han unido para dar origen a este evento que hasta el miér­coles, 20 de mayo, acumulaba 46 po­si­tivos al Sars Cov-2. Según cifras ofrecidas por Haydeé Linares Sosa, jefa del De­par­ta­mento de Epide­mio­logía Hospitalaria de la institución mé­dica, siete corresponden a pacientes,  15 a familiares o acompañantes y 24 son trabajadores, entre médicos, enfer­me­ras, secretarias de sala, tecnólogos de rayos X, auxiliares de limpieza, estu­dian­tes internos, entre otros.

Este reportaje busca denotar los azares; pero, sobre todo, señalar las causas.

PACIENTE ÍNDICE

Acerca del origen del incidente se han manejado varias teorías populares, como ocurre casi siempre que se crean vacíos informativos; pero también ha resultado complicado para los especialistas determinar por dónde entró la infección al hospital.

Acerca del llamado caso índice, la máxima responsable de la epide­mio­lo­gía en el centro explicó que el inicio, se presume, esté en el arribo a mediados de abril de “una paciente, proveniente de Triunvirato, una de las zonas que ha­bía sido declarada en cuarentena por el alto número de casos infestados”.

“Fue una mujer que llegó con neo­plasia de mama, insuficiencia renal y problemas urológicos, lo cual hizo que transitara por varias especialidades. La enferma no exhibió ningún síntoma propio de la Covid-19 al arribar al cen­tro, solo al final del día al realizarle una radiografía de tórax se de­tecta una neumonía y se evalúa como caso sos­pe­choso”, explicó Andrés La­mas Acevedo, director ge­neral del Faustino Pérez.

Al instante se remite al Hospital Militar Doctor Mario Muñoz Monroy. El protocolo dispone que el paciente sea trasladado en una hora; no obstante, de­moró cerca de 14 en que lle­gara el Sistema In­te­gra­do de Urgencias Médicas (Sium).

Haydeé  Linares Sosa re­co­noce que “este servicio en Matanzas dispone de muy pocos medios de transporte y eso dificulta la rigurosidad en el cum­pli­miento del tiempo de permanencia de las personas en el hospital”.

Lamas Acevedo relata que “al llegar la noticia de que el PCR de la paciente era positivo, se generó un control de foco alrededor de ese primer caso, en el que se realizaron las pruebas a un grupo de trabajadores, entre ellas una interna de Urología que fue una de las que atendió directamente a la paciente y trabajó ade­más, en la sala de Terapia Inter­media”.

Por las declaraciones de varios de los entrevistados, se supone que esta re­si­dente en Medicina fue la que pudo haber servido de puente para la transmisión ha­cia la terapia. “Posteriormente se detectó otro grupo de pacientes po­siti­vos que se trasladaron al Hospital Mi­litar y como consecuencia se aislaron a todos los médicos de la Terapia Inter­me­dia. En este control se detecta un pa­ciente asintomático que fallece con la en­fermedad, pero no a causa de esta y se am­pliaron las pruebas de PCR que hasta el momento superan las 1 200”, con­clu­yó Lamas Acevedo.

AZARES NO TAN FORTUITOS

Una comisión investigativa del Mi­nisterio de Salud Pública, cuyos re­sultados se analizaron por el Consejo de Defensa Provincial, reveló como causas del evento producido en el Faustino Pé­rez violaciones higiénico-epi­­­de­miológicas, indisciplinas del personal médico y acompañantes, entre otras.

Aunque la mayoría de los en­tre­vistados por estos reporteros coin­ci­die­ron en que sí se incumplieron pro­to­colos, cometieron indisciplinas y hubo baja percepción de riesgo en algunos trabajadores, ellos agregan a estas, otras causas objetivas que condujeron al lamentable hecho.

A Laudelino Fernández Medina, jefe del Servicios de Ur­gen­cia y Emergencia del hospital Faustino Pérez, le preocupaba desde finales del mes anterior la posibilidad de que se produjera un fenómeno parecido al de Cárdenas.

“Al surgir el brote de contagio en ese hos­pital se decide cerrarlo y con ello se in­cre­men­tó el flujo de pacientes hacia el ‘Faustino’ proveniente de áreas activas de trans­mi­sión, a lo que se añade el hecho de que aún hoy recibimos a muchos casos con enfermedades respiratorias de toda la provincia, cuando la orientación oficial es que se dirijan directo al Hospital Mi­litar”.

Con otras palabras, el especialista sostiene que le preocupa que el Faustino cumpla función de intermediario, “porque la labor de clasificación le co­rresponde a los niveles de atención de Salud municipales para evitar un pro­ceso que necesita ser inmediato y puede generar aglomeraciones”.

Para ilustrarlo Fernández Medina relata: “ayer mismo yo recibí cinco casos con neumonía, y lo peor es que esto también genera largas estadías de los pacientes en nuestra institución, porque a pesar de que el protocolo es­tablece una hora para el traslado, no siempre es así”. 

Nada de esto representa un conflicto novedoso o coyuntural. Las condiciones y complejidades de la asistencia médica y los servicios abarrotados del Hospital Faustino Pérez constituyen, entre otros factores, y según concordaron algunos de los especialistas entrevistados, la consecuencia irremediable del cierre del Hospital Provincial José Ramón López Tabranes, y la concentración en una sola instalación de múltiples servicios que hoy podrían organizarse de manera más eficiente.

“En medio de estas complejidades nuestro centro también comenzó a recibir casos del Hospital Militar con PCR negativos, para lo cual se crearon todas las condiciones. Además, en un momento deter­mi­nado el hospital de Jo­ve­llanos limitó servicios que tuvimos que asumir nosotros”, resaltó el di­rector general del Faus­tino.

Yisel Martínez Pérez, residente de Oftal­mo­lo­gía de la mencionada ins­titución, considera que no contaban con los medios de protección adecuados. “Es cierto que en este aspecto debemos ser más auto­críticos y celosos con el cumplimiento de las estrategias de seguridad in­dividual, pero en la práctica, el personal de este centro se ha cuidado con lo que ha tenido y como ha podido.

“Por ejemplo, a mí en todo este tiempo me han dado solo dos nasobucos N-95, los recomendados, que son dese­cha­bles, y algunos de tela para nada idó­neos, por lo que el riesgo siempre está latente”, destacó.

“En el tratamiento a pacientes con ven­tilación que se deben chequear cada tres o cuatro horas, muchas veces se tenían que reutilizar los guantes, entonces, con todo este panorama no resulta para nada descabellado pensar que pudiese existir algún contagio. Eso, quienes trabajamos allí, lo sabemos”, agrega la joven interna.

Así lo confirma el jefe de Urgencias y Cuerpo de Guardia: “Los guantes que yo uso para examinar a los pacientes son los domésticos, de goma. Luego del evento de transmisión se recibió un nuevo lote, pero hasta hacía muy poco esa era una de las principales preo­cu­pa­ciones para el servicio que dirijo”.

“En nuestro caso, las caretas que nos repartieron se encontraban tan mal fabricadas que se rompían con facilidad y no nos dejaba una visión nítida. De esta manera, continuamos los pro­cedimientos habituales como la entu­bación y los abordajes venosos pro­fundos”, confiesa Car­los Sanz Horta, re­sidente de primer año de Terapia In­ten­siva, quien se en­cuentra in­gresado en el Hospital Ma­rio Muñoz como caso positivo.

En tal sentido, Hay­deé Linares Sosa aclara que en un principio el hospital Faustino Pérez no fue concebido para el trabajo directo con pacientes de la Covid-19, por lo que como es lógico los medios de protección se priorizaron para otras entidades.

El suministro de insumos médicos se encuentra mediado por la situación económica que atraviesa el país, no obs­tante la institución continuó la pres­tación de sus servicios, en gran medida, gracias a la vocación humanista del Sis­tema de Salud cubano, a pesar del  ries­go que entraña para el personal médico.

“Llegamos a tener más de 200 pa­cientes internados en momentos donde se abogaba en el país por la disminución de los ingresos. Asumimos, incluso, cerca del 80 por ciento de los servicios a nivel provincial”, explicó Lamas Acevedo con respecto al escenario com­plejo en el que se produce el evento de transmisión.

“Mantuvimos los cuidados esta­ble­ci­dos, todos los pacientes sos­pechosos eran remitidos, sin embargo hay otros que no llegan con un cuadro definido y rotan por diferentes servicios”, agrega el director.

Una de la situaciones más críticas la tenía la Terapia Intermedia, principal foco de la infección, que desde hace más de un año permanecía sin agua corriente. Según Lamas Acevedo se de­sarrollaron varias acciones para so­lucionarlo, aunque en la práctica nin­guna resolvió el problema, a pesar de la constante demanda por parte de los pa­cientes y de él mismo y otros directivos del hospital a las autoridades de Salud Pública en la provincia.

No obstante esto no es justificación para violar los protocolos. Haydeé Linares Sosa reconoce el incum­pli­miento en algunas áreas del hospital de normas de bioseguridad como la utilización adecuada de los medios de protección, el rigor en el lavado fre­cuente de las manos u otras medidas sanitarias.

Junto a la capacidad asistencial y la concentración de los servicios, la limpieza de la instalación ha constituido por años otra vulnerabilidad para el hospital, contexto que apremia y de­termina, más en medio del evento de transmisión local.

“El personal de limpieza ha sido es­caso durante mucho tiempo y ha pasado por varias etapas: primero hubo una cooperativa a cargo de la higienización, después tuvimos un grupo de reclusas limpiando y actualmente, aunque contamos con 60 trabajadores por cuenta propia contratados, sigue siendo insuficiente si se tiene en cuenta la cantidad de áreas, departamentos, salas y servicios que tiene la institución.”, confirmó la epidemióloga.

“A mí, como a muchos, me afecta el tema, por­que sostener la limpieza del hospital no es limpiar una vez al día, un hos­pital necesita un equipo fijo para estas funciones y eso es lo que no te­ne­mos. Yo llevo cuatro días limpiando con ayuda de mi personal, aunque algunos organismos es­tén cooperando. Por lo menos para mantener las condiciones, requerimos de un equipo permanente”, comentó Fernández Medina.


Labores de higienización en el hospital Faustino Pérez. Matanzas, Cuba. / Foto: TV Yumurí

¿RESPONSABILIDADES COMPARTIDAS?

Entre la población se manejó la idea de que se limitarían los servicios del hospital como sucedió en la Ciudad Ban­dera ante una situación similar. Sin em­bargo, no fue así, algo que con­firmarían los medios provinciales el domingo 17 de mayo.

“Este hospital tiene otras carac­te­rísticas. En el de Cárdenas se pudo aislar estratégicamente el personal para la higienización, sin ningún problema. No­sotros hemos tenido que enfrentar esta situación con pacientes incluidos y prestando servicios, operando. Ahora mismo tenemos las dos salas de Orto­pe­dia completamente ocupadas y eso, sin dudas, nos pone en una situación mu­cho más comprometida”, resaltó Mara González, jefa del Departamento Do­cen­te de la institución.

Lamas Acevedo aclara que aunque muchos pensaron que se cerraría la Terapia Intermedia, de donde son la ma­yor parte de los trabajadores infectados, esto no es posible porque “ella es el paso entre cuidados in­tensivos y mínimos. No se puede cerrar por­que sin ella el hos­pital colapsa“.

En menos de 72 ho­ras, después de la visita ministerial, se comenzaron a colocar los tanques que se prevé solucionen definitivamente el abasto de agua en la Terapia Intermedia, nu­merosos orga­nis­mos se han sumado a las labores de de­sinfección y han llegado nuevos in­sumos. 

A esto se suma un mayor rigor palpable en el seguimiento por parte de las autoridades del organismo en la provincia.

“La higienización del centro ha sido profunda, en todo el sentido de la palabra. Consta de tres pasos: primero una desinfección profunda con agua y detergente, luego con hipoclorito al 0,5 por ciento y después alcohol al 60 %. Hablamos de todas las superficies, ca­mas para pacientes, colchones y bas­tidores, específica Haydeé Linares Sosa.

La especialista explica que, además, “se refuerza la vigilancia epidemiológica en la institución, la pesquisa activa de todo trabajador y paciente que ingrese al centro, ya sea por termometría o por búsqueda de síntomas respiratorios. A esto se suma un régimen diferente que limita el relevo de acompañante”.

Causas y azares provocaron el brote epidemiológico en el Faustino Pérez y sus consecuencias se han sentido en el país, porque además de fuente de contagio también constituyó fuente de polémicas. Ahora solo que­da continuar los es­fuerzos para contener la expansión del virus y que episodios así no se repitan en el futuro.

Lo sucedido es res­pon­sabilidad de quienes vio­laron el protocolo, pero, ¿y la de quienes debieron velar porque esto no su­cediera? ¿Acaso el primer evento en Cárdenas no alertó suficiente a las au­toridades para encauzar y prevenir lo ocurrido?

Nada, ni siquiera un evento de trans­misión en un centro asistencial puede restarle méritos al personal de Salud, quienes en un contexto de pandemia, solo por el hecho de servir en ins­titu­ciones de cualquier nivel, demuestran nuevas formas de comprender el heroísmo.

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