La falta de sueño puede afectar el rendimiento de las personas. Ilustración: Carlos Daniel Hernández León

Ando muerto del sueño. Voy por la calle y creo que Dios con el mando universal ha puesto el mundo en X2 como si fuera una película de cine independiente y presupuesto ínfimo. Por eso me dan pánico los automóviles en las avenidas y me quedo parado en las aceras, porque no sé cuándo cruzar. Me parece que la realidad me va arrollar.   

Los niños no deberían saber qué es la Totaila ni la Triple M. Un niño no debe perrear hasta el suelo en la fiesta por el día del maestro de sexto grado. Las niñas no deberían parecer pequeñas damitas de discoteca con tacones de 10 centímetros, brillo liso y gangarria. Tampoco los niños deberían llevar cadenas y manillas de oro, como si necesitaran especular de haberse ganado el corazón del mercado negro. El escritor chino Lu Xin escribió una frase que me parece una advertencia y a la vez un vaticinio al respecto del tema: “Tal vez existan niños que no han comido carne de hombre. ¡Salvemos a los niños!”.  

¿Qué ocurre cuando una institución de Salud Pública (de las más importantes en la ciudad de Matanzas, por la cantidad de pacientes que allí concurren y los servicios que ofrece) no puede brindar ninguna de sus prestaciones porque no recibe electricidad? Pues todo se convierte en un caos: la población se irrita, los trabajadores se afectan salarialmente, los recursos materiales se echan a perder…

Tal vez muchos lectores se vean reflejados en la historia narrada por Ivet Betancourt Rodríguez (San Carlos, No. 6305, entre Jáuregui y Jesús María, municipio de Matanzas), quien expresa en su misiva el irrespeto vivido durante el proceso de compra de una lavadora mediante el comercio en línea, radicado en el extranjero Mallhaitech, que distribuye sus productos a través de Copextel. A continuación, lo sucedido.

Héctor Almeida Fernández, campesino matancero. Fotos: Del Autor

El fuerte sol del mediodía cae con furia sobre la posesión de Héctor Almeida Fernández. Las plantas que inician su desarrollo no resisten las altas temperaturas y se tornan mustias. Sus hojas languidecen por el intenso calor y desde la tierra emerge un vapor que poco a poco lo envuelve todo, produciendo una sensación de fatiga. Ni los animales osan emitir sonido alguno rehuyéndole a la soberbia del Astro Rey. Todos los seres precisan de alguna sombra donde guarecerse para mitigar el bochorno de la calurosa tarde.