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La venta de erotismo en píxeles

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La venta de erotismo en píxeles. Fotos: Tomadas de Internet

Hace un par de semanas me escribió una muchacha por Messenger. No la conocía para nada. Había aceptado su solicitud de amistad, porque al revisar su perfil encontré algunos amigos en común.

La primera vez que contactó conmigo pidió que le realizara una transferencia a su tarjeta, más o menos de 250 pesos. Al preguntarle para qué necesitaba dicha cantidad, respondió que su mamá estaba enferma de alergias y requería medicamentos.

No soy un gran conocedor de medicina, pero me pareció que ese padecimiento no conllevaba tanto aspaviento. Le contesté que me olía mal, me olía a estafa, y no le devolví más los mensajes; de hecho, le quité la amistad en Facebook.

Unos días atrás me llegó otra notificación suya: «Tata, pásame 250 pesos ahí para recargar». Supongo que había olvidado o borrado nuestro anterior diálogo.

Intenté profundizar más en la cuestión, porque me pareció que solía utilizar esa técnica con frecuencia, y no solo conmigo. Esta vez no me mintió con alguna supuesta emergencia alérgica, sino que me confesó que quería el dinero para comprar datos y conectarse a Internet.

Al interrogarla sobre el motivo por el cual yo le regalaría dinero a alguien que no conocía de ninguna parte, comenzó a enviarme fotos suyas en poses comprometedoras: con hilo dental, modelando sus partes íntimas. Por un momento quise creer que todo era un engaño, y que al otro lado del teléfono estaba un señor descarado que había descargado instantáneas pornográficas de Internet que empleaba como carnada para ingenuos; pero se identificaba con claridad que pertenecían a ella. A ella que, según la información personal, tenía solo 18 años; a ella que, en su imagen de perfil, vestía un uniforme de pre.

Había oído acerca de la venta de contenido erótico en Cuba a través de la web, los llamados «pack», donde inclusive te hacían ofertas según lo atrevido o perverso del envío. Las redes sociales poseen sus usos y sus rincones oscuros, y en muchas ocasiones no solo reflejan, sino también amplifican prácticas que provienen del mundo real. Además, se le suma cierta lejanía, al no ser cara a cara, que ofrece ventajas para el intercambio disimulado y el anonimato.

Mas, en el caso que tomo de ejemplo, la adolescente insistió, incluso luego de que yo le había asegurado que lo concebía como un engaño. Ello me condujo a pensar que desarrolla este ejercicio de pesca con varios sujetos, random y al mismo tiempo. Enviará este anzuelo a tantas personas, hombres lo más seguro, hasta que alguien caiga; y siempre hay quien lo hace, porque no puede resistirse a la carne fácil, al erotismo descarnado a un click de distancia.

No sé nada acerca de la vida privada de la muchacha, ni si le empuja a llevar a cabo estos intercambios una situación de precariedad, o solo se percató de que resultaba una vía de aumentar sus finanzas de una manera más rápida y sencilla que trabajar detrás de un mostrador de una cafetería o de un buró en una empresa estatal.

También desconozco si los padres se hallan al tanto de las acciones de su hija o si alguien se aprovecha de su corta edad y la coacciona para que efectúe estos tratos. Realmente, en esta circunstancia me saltan encima muchos vacíos informativos y solo permanece el hecho en sí, las imágenes que aparecieron en mi chat y lo censurable y preocupante de dicho acto.

El objetivo de este texto no se encuentra en juzgar, sino en advertir sobre un fenómeno que, como mismo lo realizó esta joven, pueden haber otras, o muchachos, que recurran a dichas artimañas como una forma de ganar kilos extras.

No vendría mal alertar a progenitores o tutores legales para que supervisen, sin incidir en lo metiche, en qué utilizan los menores —aunque esta en particular ya no lo fuera— su acceso a las redes. Igual, debiera pedirse a los profesores, que son los otros individuos que más cercanía poseen con los jóvenes, que tomen cartas en el asunto.

Ella, dos días después de mandarme las fotos y de que yo le dijera que esa no era una vía para obtener ganancia, que podría traerle problemas, me volvió a contactar. De nuevo me puso lo de «Tata, pásame 250 pesos ahí que necesito estar conectada plis». Ni le respondí, pero estoy seguro de que alguien sí. Si su técnica no funcionara, entonces no acudiría a ella, una y otra vez. Si no funcionara, entonces no vendería su erotismo en pixeles por un poco de saldo.

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