¿POR QUÉ, DESPUÉS DE SESENTA AÑOS, SEGUIMOS DICIENDO PATRIA O MUERTE?
Por. Armando Castañeda Lozano, comunicador de la Uniòn de Historiadores en Matanzas.
Los cubanos que se lanzaron a la manigua, dando inicio a las guerras independentistas en el siglo XIX, ya se distinguían por modos de actuar y pensar -respondiendo a necesidades e intereses específicos surgidos en el medio sociocultural- como expresión no solo de una personalidad propia, sino también de un sentido de pertenencia a la tierra que los vio nacer.
En ellos se hacía notable la respuesta a una convocatoria patriótica que quedó expuesta para siempre en las estrofas del que sería adoptado como himno de la nación: “Al combate corred, bayameses, / que la patria os contempla orgullosa”, para luchar por la vida sin la opresión del yugo colonial, aunque en el empeño pudieran encontrar la muerte.
Su decisión no resultaba de una disyuntiva que se les presentaba, era la expresión de la conversión del tradicional apego a la tierra en un sentimiento patriótico, el rechazo a la explotación extranjera y la valoración de una cultura propia, estimulados también por las estrofas del himno: “No temáis una muerte gloriosa, / que morir por la patria es vivir.”
Desde entonces los cubanos lucharon durante casi un siglo hasta lograr la independencia de la patria. A partir de enero de 1959, un nuevo desafío se presentaba a las nuevas generaciones de revolucionarios patriotas: defender las conquistas alcanzadas con un elevado costo de vidas, contadas en miles solo durante la dictadura de Batista.
Contra el poder revolucionario se lanzó el imperio con todos sus recursos; propagandísticos, financieros, militares, para apoyar a los enemigos de la Revolución dentro y fuera del país e impedir su avance y hasta que se defendiera de los ataques. Ejemplo de ello fue el criminal atentado al vapor francés La Coubre, en marzo de 1960, que transportaba las primeras armas adquiridas para la defensa.
En el sepelio de las víctimas se escuchó por primera vez la consigna de Patria o Muerte. Tampoco fue entonces una disyuntiva ocasional; fue la decisión de defender la patria que emergía como resultado del sacrificio de sus hijos, dispuestos a dar por ella hasta sus propias vidas. Fue el juramento de fidelidad a la memoria de todos los caídos para lograr la independencia y ahora para defenderla.
Mientras oportunistas y renegados pujan por un espacio para recibir las migajas del amo y descargan su ponzoña contra símbolos, instituciones y todos los que no se presten a su maniobra contrarrevolucionaria y anexionista, hay todo un pueblo que libra, con dignidad y decoro, en medio de las más difíciles condiciones, desigual combate para alcanzar plena soberanía y garantizar el futuro.
Somos depositarios, en esta lucha por la vida, del legado de las generaciones de patriotas que nos antecedieron y, como ellos, nos corresponde decidir cejar en el empeño o seguir hasta sus últimas consecuencias. Nuevamente, no se trata de una disyuntiva, se trata de la convicción de que solo hay una manera de vivir en la patria que nuestros padres ganaron de pie. Por eso, después de sesenta años, seguimos diciendo: ¡Patria o Muerte!