Ha pasado mucho tiempo desde que el bordado sirviera de excusa a muchas mujeres para reunirse y expresarse a través de la creación. Eran épocas en las que les estaba prohibido el acceso a la educación y a la vida política de la sociedad. Entonces, la imposición de este tipo de actividades, exclusivamente femeninas, devenía un pretexto para charlar, intercambiar ideas y conspirar contra el patriarcado imperante.  

No recuerdo exactamente el año en que conocí a Pedro Exequiel Rodríguez (Pacheco), pero sí sé que fue en una de las magníficas tertulias de filin que él organizaba, de manera itinerante, pues no disponía de una sede propia en esos finales de los años 80.

Sin embargo, durante un tiempo realizó dichos eventos nocturnos en la Casa de la Trova, la que devendría sede de la prestigiosa Ediciones Vigía, institución que asumiría el protagonismo absoluto del lugar.

Dicen que las manos son la prolongación del cerebro, e incluso las causantes de su desarrollo. Gracias a ellas, el homo habilis alcanzó las frutas y evolucionó hasta transformarse en sapiens, conquistar el fuego, moldear el barro, tallar la madera y construir su hogar. Agarran, halan, acarician, pero también aparecen y desaparecen objetos, sí, “como por arte de magia”, y es que justo hacen eso: magia.