Deseo que a los revendedores que creen que el pepino es una esmeralda y un tomate, un rubí, se den cuenta de que no es así y que de joyas no vive el hombre.
Deseo que la luz se mantenga, tanto la interior, esa que te ilumina los ojos como cuando suben el switch de una ciudad, como la otra, la que generan las termoeléctricas. Deseo no oír ni leer la palabra déficit nunca más.
Deseo que los hermanos, los de sangre y los de vida, puedan quererse sin importar la geografía y los trenes de aterrizaje. Deseo que Martin por fin termine de escribir Vientos de invierno y que tu club en el fútbol, sea cual sea, gane su liga.