Dijeron que su cadáver fue entregado a las llamas por el enemigo, con el fin de borrarlo totalmente, pero lo cierto es que eso no se cumplió nunca: el Mayor General del Ejército Libertador Ignacio Agramonte y Loynaz, caído en combate el 11 de mayo de 1873 en los potreros de Jimaguayú a los 31 años, cabalga todavía a sangre y fuego en la memoria de sus compatriotas y paisanos de los llanos camagüeyanos.
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