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Fidel hace 50 años sobre Allende: El más alto ejemplo de heroísmo (+ Video)

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El 28 de septiembre de 1973 asistieron a la Plaza de la Revolución “José Martí” de La Habana más de un millón de personas al acto conmemorativo por el XIII aniversario de los Comités de Defensa de la Revolución. Entre banderas cubanas y chilenas el pueblo cubano conoció detalladamente por Fidel Castro los hechos ocurridos en Chile el 11 de septiembre.

En la plaza había grandes efigies de Salvador Allende. Un clarín militar rindió honores póstumos y se guardó un minuto de silencio absoluto en memoria del presidente Allende, donde los presentes no escondieron sus lágrimas por el emotivo momento.

Al Fidel iniciar sus palabras, comienza con un saludo a Hortensia Bussi, viuda de Allende y a Beatriz Allende, hija, presentes ambas en el acto y explica:

“Este aniversario de los Comités de Defensa de la Revolución se ha dedicado al recuerdo del presidente Allende y a la solidaridad con el pueblo de Chile. Y nuestro pueblo, expresando su profundo afecto al presidente Allende y su profundo espíritu revolucionario, ha respondido colmando esta Plaza en número superior a ninguna otra concentración anterior”.

En ocasión del 50 aniversario Cubadebate y el Sitio Fidel Soldado de las Ideas comparte con sus lectores fragmentos del discurso de Fidel que reafirman los lazos de solidaridad entre Cuba y Chile.

Hombre horado, firme y leal amigo

Hace apenas diez meses, el 13 de diciembre de 1972, en esta misma Plaza nuestro pueblo tuvo el último encuentro con el presidente Allende (APLAUSOS). Cientos de miles de cubanos se reunieron con él en esta Plaza para escuchar sus magníficas palabras y para expresar nuestra confianza, nuestras simpatías y nuestro apoyo al presidente Allende y al proceso revolucionario de Chile (APLAUSOS); para expresar nuestra decisión de apoyarlo en la medida de nuestras fuerzas, demostrada en aquella ocasión con un gesto que nosotros sabemos que caló profundamente en el corazón del presidente Allende, que fue aquella decisión de quitarnos un poco de nuestro propio alimento para enviárselo al pueblo chileno (APLAUSOS).

Recordamos cuán feliz se sentía el Presidente en aquellos breves días en que nos visitó, porque se sentía entre amigos, se sentía entre verdaderos hermanos, se sentía en familia.

Profunda impresión le causó aquel recibimiento multitudinario, a pesar de la hora, a pesar de que el pueblo se había movilizado para recibirlo por la mañana, cambió la hora de llegada, y aun de noche las calles de nuestra ciudad se llenaron del entusiasmo de nuestros hombres y mujeres para recibirlo, para saludarlo y para vitorearlo.

Podríamos decir que en los tres años de intenso esfuerzo, de gran tensión, en el Gobierno, aquellos tres o cuatro días fueron para él como un sedativo.

Y todos recordamos cómo en aquella visita, en su carácter de Presidente de la República de Chile, no olvidó a nadie, no dejó de visitar a ningún amigo. Hombre profundamente humano, encontró tiempo para recorrer todos aquellos lugares donde había estado, donde había residido en sus numerosas visitas a nuestra patria cuando todavía no era Presidente de Chile. Y a todos los compañeros que lo atendieron alguna vez fue a verlos, a darles las gracias y a expresarles su reconocimiento.

Esa es la imagen que nosotros recordamos de aquel hombre humano, de aquel hombre decente, de aquel hombre honrado, de aquel hombre firme, de aquel amigo leal que fue el presidente Salvador Allende (APLAUSOS).

Y en esta misma Plaza nos dio la convicción de que él sabría comportarse revolucionariamente en las horas críticas, y en esta misma Plaza nos dijo que a la violencia contrarrevolucionaria, el pueblo chileno respondería con la violencia revolucionaria! (APLAUSOS)

La figura del presidente Allende y el proceso revolucionario chileno despertaron profundas simpatías e interés en todo el mundo.

El presidente Allende se encontró con un país terriblemente endeudado

En Chile se desarrollaba por primera vez en la historia una experiencia nueva: el intento de llevar a cabo la revolución por las vías pacíficas, por los caminos legales. Y en ese esfuerzo encontró la comprensión y el apoyo de todo el mundo, no solo del movimiento comunista internacional, sino de muy diferentes tendencias políticas. Digamos que encontró el reconocimiento incluso de aquellos que no eran marxista-leninistas.

Y nuestro Partido, nuestro pueblo —a pesar de que nosotros habíamos hecho la revolución por caminos diferentes—, y todos los pueblos revolucionarios del mundo le dieron el apoyo, nosotros no vacilamos en un solo instante, porque comprendíamos que en Chile se daba la posibilidad de obtener un triunfo electoral, a pesar de todos los recursos del imperialismo y de las clases dominantes, a pesar de todas las circunstancias adversas. Y no vacilamos en el año 1970 en exponer públicamente nuestra comprensión y nuestro apoyo al esfuerzo que la izquierda chilena realizaba para triunfar en las elecciones de aquel año.

Y se produjo efectivamente una victoria electoral. La izquierda, la Unidad Popular, con su programa social y político, obtuvo un triunfo en las urnas.

Claro que aquello no significaba el triunfo de una revolución; significaba el acceso a importantísimas posiciones de poder por las vías legales y pacíficas.

No era, sin embargo, una tarea fácil la que tenía delante el presidente Allende. Desde el primer instante se iniciaron las conspiraciones. Se trató de evitar su ascenso a la presidencia después de las elecciones. El imperialismo y sus agencias —la CIA y las compañías multinacionales— conspiraron para evitar que Salvador Allende fuera Presidente de la República. Incluso asesinaron al Jefe del Ejército de Chile para impedirlo.

El propio presidente Frei, hombre soberbio y profundamente reaccionario (ABUCHEOS), no se resignaba a que Salvador Allende ocupara la Presidencia de la República, como lo había determinado el voto popular. Pero a pesar de todas esas conspiraciones, a pesar de los esfuerzos del imperialismo, Salvador Allende, en nombre de la Unidad Popular, tomó posesión de la Presidencia de la República.

Pero, ¿con qué problemas se encontró? Se encontró, en primer lugar, con que el aparato estatal burgués estaba intacto; se encontró con unas fuerzas armadas que se llamaban apolíticas, institucionales, es decir, aparentemente neutras en el proceso revolucionario; se encontró con aquel Parlamento burgués, donde una mayoría de sus miembros respondía a las clases dominantes; se encontró con un sistema judicial que respondía por entero a los reaccionarios. Y dentro de aquellas circunstancias se veía obligado a realizar sus tareas de gobierno. Pero se encontró también con que la economía del país estaba totalmente en quiebra, con que el Estado chileno debía 4 000 millones de dólares.

Esas enormes deudas eran consecuencia de la política imperialista, eran consecuencia de los manejos de Estados Unidos, tratando de crear una vitrina con el gobierno de la Democracia Cristiana para enfrentar y frenar el avance del movimiento social.

Le concedieron a Chile enormes créditos cuando Frei era presidente. Pero no créditos para desarrollar el país, sino créditos para gastos suntuarios: para comprar automóviles, para comprar televisores, refrigeradores, y todo tipo de artículos suntuarios, que dieran una imagen de progreso y de bienestar durante el gobierno de la Democracia Cristiana.

El presidente Allende se encontró con un país terriblemente endeudado; un país donde el imperialismo había introducido sus costumbres, sus hábitos de consumo; un país donde los medios de divulgación masivos —la prensa, la televisión y la radio— estaban en manos de la oligarquía y de la reacción. Y además, coincidiendo con un instante en que el precio del cobre bajaba de 75 centavos a 48 centavos la libra.

Pero, como además había urgentísimas necesidades populares que atender, puesto que existía un enorme desempleo, y era necesario buscar solución al problema de los desempleados, y era necesario atender las necesidades más urgentes del pueblo, las demandas más sentidas de la población, el Gobierno de la Unidad Popular se encontró con enormes obstáculos económicos en su camino.

Cuando comenzaron a aplicar la reforma agraria, los latifundistas y los burgueses agrarios se dieron de inmediato a la tarea de sabotear la producción agrícola. Los burgueses, propietarios de los centros de distribución, propietarios de los almacenes, y propietarios de las tiendas, se dieron a la tarea de acaparar las mercancías y sabotear al Gobierno de la Unidad Popular.

El imperialismo, tan pronto se aprobó la nacionalización de las empresas de cobre —empresas que eran propiedades yankis: empresas que habían extraído miles y miles de millones del trabajo y del sudor del pueblo chileno— inmediatamente congeló todos los créditos de todos los organismos internacionales al Gobierno chileno, y se dio a la tarea de asfixiar la economía de Chile.

Esas fueron las enormes dificultades que el presidente Allende se encontró al llegar al poder.

Un verdadero representante del pueblo

Los partidos políticos burgueses, esencialmente el Partido Nacional y el Partido Demócrata Cristiano, orientado por una dirigencia reaccionaria, se dieron a la tarea, en complicidad con el imperialismo y con las clases reaccionarias y con la prensa reaccionaria, de obstaculizar por todos los medios la gestión del presidente Allende.

Y virtualmente no lo dejaban gobernar; virtualmente mantenían al gobierno con las manos atadas, para impedir su gestión.

Esos tres años de Gobierno de la Unidad Popular fueron realmente tres años de lucha, de dificultades, de agonía, para poder llevar adelante el programa. Y junto a eso, unas Fuerzas Armadas —repito— que se llamaban apolíticas e institucionales.

Fueron tres años de conjura tras conjura, de conspiración tras conspiración. Las clases dominantes reaccionaron como era de esperarse, ellas y sus partidos. Los gremios de propietarios, de comerciantes, e incluso gremios de profesionales, integrados por ese tipo de profesional que nosotros conocimos aquí, en su mayoría al servicio de las clases dominantes, sabotearon las tareas del gobierno: decretaban paros y huelgas con carácter indefinido, y más de una vez paralizaron el país.

Y no solo eso, sino que hacían constantes llamados a las Fuerzas Armadas para derrocar al Gobierno de la Unidad Popular.

Y en medio de esas enormes dificultades se realizaba la gestión del presidente Allende. Y en medio de esas dificultades trató de hacer e hizo muchas cosas por el pueblo chileno. Y al menos en estos tres años el pueblo chileno, en especial sus obreros y sus campesinos, comprendieron que allí, en la presidencia de la República, no estaba un representante de los oligarcas, de los terratenientes y de los burgueses, sino un representante de los humildes, de los trabajadores: ¡un verdadero representante del pueblo, que luchaba por él, a pesar de las enormes dificultades que tenía delante! (APLAUSOS)

El combate del presidente Allende

Palacio de La Moneda durante el golpe de estado del 11 de septiembre de 1973. Foto: Archivo.

Nosotros nos vamos a referir esencialmente al carácter de combatiente y de soldado de la revolución del presidente Allende el 11 de septiembre.

A las 6:20 de la mañana de ese día, el Presidente recibió una llamada telefónica en su residencia de Tomás Moro, informándole del golpe militar en desarrollo. De inmediato pone en estado de alerta a los hombres de su guardia personal y toma la firme decisión de trasladarse al Palacio de La Moneda para defender, desde su puesto de Presidente de la República, al Gobierno de la Unidad Popular. Lo acompaña una escolta de 23 hombres, armados con 23 fusiles automáticos, dos ametralladoras calibre 30 y tres bazookas, que se traslada con el Presidente en cuatro automóviles y una camioneta al palacio Presidencial, donde llegan a las 7:30 de la mañana.

Portando su fusil automático, el Presidente, acompañado por la escolta, penetró por la puerta principal de La Moneda. A esa hora la protección habitual de carabineros se mantenía normal en el Palacio.

Ya en el interior se reunió con los hombres que lo acompañaban, les informó de la gravedad de la situación y su decisión de combatir hasta la muerte defendiendo al gobierno constitucional, legítimo y popular de Chile frente al golpe fascista, analizó los efectivos disponibles y dictó las primeras instrucciones para la defensa de Palacio.

Siete miembros del Cuerpo de Investigaciones arribaron para sumarse a los defensores. Las postas de carabineros, mientras tanto, se mantenían en sus puestos y algunos adoptaban medidas para la defensa del edificio. Un pequeño grupo de la escolta personal custodia la entrada del despacho presidencial con instrucciones de no dejar pasar ningún militar armado, para evitar una traición.

En el espacio de una hora se dirige tres veces por radio al pueblo expresando su voluntad de resistir.

Pasadas las 8:15, por los citófonos de Palacio, la Junta fascista conmina al Presidente a la rendición y la renuncia de su cargo, ofreciéndole un transporte aéreo para abandonar el país en compañía de sus familiares y colaboradores.

El Presidente les responde que «como generales traidores que son no conocen a los hombres de honor» y rechaza indignado el ultimátum (APLAUSOS).

El Presidente sostiene en su despacho una breve reunión con varios altos oficiales del Cuerpo de Carabineros que habían acudido a Palacio, los cuales rehúsan cobardemente en aquel instante defender al Gobierno. El Presidente los reprocha duramente y los despide con desprecio, conminándolos a que abandonen de inmediato el lugar. Mientras se efectuaba esta reunión con los jefes de Carabineros llegaron los tres edecanes militares; el Presidente les expresa que no era momento para confiar en los uniformados y les pide que se retiren de La Moneda. No obstante, el Presidente se despide con afecto del comandante Sánchez, que había sido su eficiente Edecán por la Fuerza Aérea durante varios años.

Minutos después de retirarse los edecanes y los altos oficiales de los Carabineros, el Teniente Jefe a cargo de la Guarnición de Carabineros del Palacio Presidencial, obedeciendo órdenes de su jefatura, instruye a un carabinero que recorra el edificio impartiendo la orden de retirarse a los miembros de la guarnición, los cuales comienzan de inmediato a abandonar La Moneda, llevándose parte de su armamento. Lo mismo hacen los carros blindados de carabineros, que hasta ese instante estaban en posiciones de defensa del Palacio.

Un grupo de 10 carabineros, acompañados del portador de la orden de retirada y cumpliendo, sin duda, instrucciones, cuando se retiraban por la escalera principal y ya próximos a la salida, vuelven sus fusiles intentando disparar contra el Presidente, siendo enérgicamente ripostados por el personal de la escolta. Son estos los primeros disparos que se cruzan con los golpistas.

Mientras estos hechos ocurrían, numerosos ministros, subsecretarios, asesores, las hijas del Presidente, Beatriz e Isabel y otros militantes de la Unidad Popular, van arribando al Palacio para estar junto al Presidente en esas horas críticas.

A las 9:15 de la mañana aproximadamente, se realizan las primeras descargas desde el exterior contra Palacio. Tropas fascistas de infantería, en número superior a 200 hombres, avanzaban por las calles de Teatinos y Morandé, a ambos lados de la Plaza de la Constitución, hacia el Palacio Presidencial, disparando contra el despacho del Presidente. Las fuerzas que defendían el Palacio no pasaban de 40 hombres. El Presidente ordena abrir fuego contra los atacantes y dispara él personalmente contra los fascistas, que retroceden desordenadamente con numerosas bajas (APLAUSOS).

Los fascistas introducen entonces los tanques en el combate apoyados por infantería. Un tanque avanza por la calle Moneda, otro por Teatinos, otro por Alameda con Morandé y otro en dirección de la puerta principal por la Plaza Constitución. En ese instante, desde el propio despacho del Presidente se abrió fuego de bazooka contra el tanque que estaba junto a la puerta principal, que fue totalmente destruido (APLAUSOS). Otros dos tanques concentran su fuego sobre el gabinete del Presidente y un carro blindado dispara sus ametralladoras hacia la Secretaría privada y la oficina de escoltas. Varias piezas de artillería, situadas por el lado de la Plaza Constitución, disparan también contra Palacio. El Presidente recorre las distintas posiciones de combate alentando y dirigiendo a los defensores. La lucha violenta se prolonga más de una hora, sin que los fascistas logren avanzar una pulgada.

A las once menos cuarto el Presidente reúne en el Salón Toesca a los ministros, subsecretarios y asesores que habían acudido a Palacio para estar junto a él, y les expresa que la lucha en el futuro necesitaría de conductores y cuadros, que todos los que estaban desarmados debían abandonar La Moneda en la primera ocasión posible y todos los que tenían armas debían continuar en sus puestos de combate. Naturalmente que ninguno de los colaboradores que carecían de armas estuvo de acuerdo con esta tesis del Presidente, tampoco las hijas del Presidente y demás mujeres que se encontraban en La Moneda, se resignaban a abandonar el Palacio.

El combate prosiguió violento. Por los citófonos de palacio los fascistas lanzan rabiosamente nuevos ultimátums, anunciando que si los defensores no se rinden emplearían de inmediato la Fuerza Aérea.

A las doce menos cuarto el Presidente se reúne con las hijas y restantes mujeres que en número de nueve se encontraban en el Palacio, ordenándoles con toda firmeza que debían abandonar La Moneda, pues consideraba que no tenía sentido que murieran allí indefensas. Y, de inmediato, solicitó de los sitiadores una tregua de tres minutos para evacuar el personal femenino. Los fascistas no conceden la tregua, pero sus tropas comenzaban en esos instantes a retirarse de los alrededores de Palacio, para llevar a cabo el ataque aéreo, lo que produjo un impasse en el combate que permitió la salida de las mujeres.

A las 12:00 aproximadamente comienza el ataque de la aviación. Los primeros roquets cayeron en el Patio de Invierno que está en el centro de La Moneda, perforando los techos y estallando en el interior de las edificaciones. Nuevas oleadas de aviones y nuevos impactos se suceden unos tras otros, inundando de humo y de aire tóxico todo el edificio.

El Presidente da órdenes de recolectar todas las máscaras antigases, se interesa por la situación del parque y exhorta a los combatientes a resistir firmemente el bombardeo.

El parque de los fusiles automáticos de la guardia personal del Presidente se estaba agotando después de casi tres horas de combate, por lo que el Presidente ordenó derribar de inmediato la puerta de la armería de la guarnición de Carabineros del Palacio, donde podía encontrarse parte del armamento de aquella. Al impacientarse por la tardanza de la información sobre dichas armas, él mismo, cruzando el Patio de Invierno se dirigió a la armería y observando que se demoraban en derribar la puerta ordenó que se emplearan granadas de mano en la operación, lográndose abrir un boquete en el cuarto de armas, de donde extrajeron cuatro ametralladoras calibre 30 y numerosos fusiles Sik, gran cantidad de parque, máscaras antigases y cascos. El Presidente ordena que todo se lleve de inmediato a los puestos de combate y personalmente recorre los dormitorios de los carabineros, recogiendo fusiles Sik y otros armamentos que allí quedaban. El propio Presidente cargó sobre sus hombros numerosas armas para reforzar los puestos de combate, exclamando: «Así se escribe la primera página de esta historia. Mi pueblo y América escribirán el resto» (APLAUSOS), lo que produjo profunda emoción en todos los que lo acompañaban.

Mientras el Presidente transportaba pertrechos desde la armería, de nuevo se reanuda el ataque aéreo con violencia. Una explosión quebró cristales próximos al sitio donde se encontraba el Presidente, lanzando fragmentos de vidrio que lo hieren por la espalda. Fue esta la primera herida que sufrió. Mientras recibía atención médica ordenó que continuara el traslado de las armas, y no cesaba de preocuparse por la suerte de cada uno de los compañeros.

Minutos después los fascistas reanudan violentamente el ataque, combinando la acción de la Fuerza Aérea con la artillería, los tanques y la infantería. Según los testigos presenciales, el ruido, la metralla, las explosiones, el humo y el aire tóxico convirtieron al palacio en un infierno. No obstante la instrucción dada por el Presidente, de que se abrieran todos los grifos y llaves de agua para evitar el incendio de la planta baja, el palacio comienza a arder por el ala izquierda y las llamas se propagan hacia la sala de los Edecanes y el Salón Rojo. Pero el Presidente, que no se desalentó un solo instante, ni en los momentos más críticos, ordena hacer frente al ataque masivo con todos los medios disponibles.

Tuvo lugar entonces una de las mayores proezas del Presidente. Mientras el Palacio estaba envuelto en llamas se arrastró bajo la metralla hasta su gabinete, frente a la Plaza Constitución, tomó personalmente una bazooka, la dirigió contra un tanque situado en la calle Morandé —que disparaba furiosamente contra palacio— y lo puso fuera de combate con un impacto directo (APLAUSOS). Instantes después otro combatiente pone fuera de acción un tercer tanque.

Los fascistas introducen nuevos carros blindados, tropas y tanques por la calle Morandé 80, intensificando el fuego por la puerta de acceso a La Moneda, mientras el Palacio continuaba ardiendo. El Presidente desciende a la planta baja con varios combatientes para repeler el intento de los fascistas de penetrar al interior del Palacio desde la calle Morandé, rechazándolo.

Los fascistas suspenden entonces el fuego en ese sector y piden a gritos dos representantes del gobierno con carácter de parlamento. El Presidente envía a Flores, secretario general de Gobierno y a Daniel Vergara, subsecretario del Interior, quienes salen por la puerta de la calle Morandé y se dirigen a un jeep militar que se encontraba enfrente. Esto tenía lugar aproximadamente a la 1:00 de la tarde. Flores y Vergara conversan con un alto oficial que se encontraba en dicho jeep. Al regresar a palacio y ya próximos a la entrada, desde el mismo jeep les disparan a traición, recibiendo Flores un impacto en la pierna derecha y Daniel Vergara varios disparos por la espalda, que lo abatieron, siendo recogido por sus compañeros bajo el fuego protector de otros defensores.

Los fascistas habían pedido el parlamento para exigir de nuevo la rendición, ofreciendo facilidades al Presidente y los defensores para abandonar palacio y dirigirse al destino que escogieran. El Presidente reiteró de inmediato su decisión de combatir hasta la última gota de sangre (APLAUSOS), interpretando no solo su deseo, sino el de todos los heroicos defensores de Palacio. Desde la planta baja resistieron las embestidas procedentes de Morandé, mientras la entrada principal de palacio estaba ya prácticamente destruida.

Próximo a la 1:30 p.m., el Presidente sube a inspeccionar las posiciones de la planta superior. A estas alturas, numerosos defensores habían perecido por la metralla, las explosiones o calcinados por las llamas. El periodista Augusto Olivares asombró a todos por su comportamiento extraordinariamente heroico (APLAUSOS). Habiendo sido herido grave, fue atendido y operado en la sala médica de Palacio, y cuando todos lo suponían yaciendo en una cama, con el arma en la mano ocupó de nuevo su puesto de combate en el segundo piso junto al Presidente (APLAUSOS). Sería prolijo enumerar aquí los nombres y los actos de heroísmo de los combatientes que allí se destacaron.

Pasada la 1:30 p.m. los fascistas se apoderan de la planta baja de Palacio, la defensa se organiza en la planta alta y prosigue el combate. Los fascistas tratan de irrumpir por la escalera principal. A las 2:00 p.m. aproximadamente logran ocupar un ángulo de la planta alta. El Presidente estaba parapetado, junto a varios de sus compañeros, en una esquina del Salón Rojo. Avanzando hacia el punto de irrupción de los fascistas, recibe un balazo en el estómago que lo hace inclinarse de dolor, pero no cesa de luchar, apoyándose en un sillón continúa disparando contra los fascistas a pocos metros de distancia (APLAUSOS), hasta que un segundo impacto en el pecho lo derriba y ya moribundo es acribillado a balazos.

Al ver caer al Presidente, miembros de su guardia personal contraatacan enérgicamente y rechazan de nuevo a los fascistas hasta la escalera principal (APLAUSOS). Se produce entonces, en medio del combate, un gesto de insólita dignidad: tomando el cuerpo inerte del Presidente lo conducen hasta su gabinete, lo sientan en la silla presidencial, le colocan su banda de Presidente y lo envuelven en una bandera chilena (APLAUSOS).

Aun después de muerto su heroico Presidente, los inmortales defensores del palacio resistieron durante dos horas más las salvajes acometidas fascistas. Solo a las 4:00 de la tarde, ardiendo ya durante varias horas el Palacio Presidencial, se apagó la última resistencia.

Muchos se asombrarán de lo que aquí se acaba de narrar. Y así es, sencillamente asombroso. La alta oficialidad fascista de los cuatro cuerpos armados se habían levantado contra el Gobierno de la Unidad Popular y solo 40 hombres resistieron durante siete horas el grueso de la artillería (APLAUSOS), los tanques, la aviación y la infantería fascista. Pocas veces en la historia se escribió semejante página de heroísmo.

El Presidente no solo fue valiente y firme en cumplir su palabra de morir defendiendo la causa del pueblo, sino que se creció en la hora decisiva hasta límites increíbles (APLAUSOS). La presencia de ánimo, la serenidad, el dinamismo, la capacidad de mando y el heroísmo que demostró, fueron admirables. Nunca en este continente ningún Presidente protagonizó tan dramática hazaña (APLAUSOS). Muchas veces el pensamiento inerme quedó abatido por la fuerza bruta. Pero ahora puede decirse que nunca la fuerza bruta conoció semejante resistencia, realizada en el terreno militar por un hombre de ideas, cuyas armas fueron siempre la palabra y la pluma.

Salvador Allende demostró más dignidad, más honor, más valor y más heroísmo que todos los militares fascistas juntos (APLAUSOS). Su gesto de grandeza incomparable, hundió para siempre en la ignominia a Pinochet y sus cómplices.

¡Así se es revolucionario!

¡Así se es hombre!

¡Así muere un combatiente verdadero!

¡Así muere un defensor de su pueblo!

¡Así muere un luchador por el socialismo! (APLAUSOS PROLONGADOS)

Hace unos minutos a esta tribuna nos llegó el texto de las últimas palabras del presidente Allende.

Trabajadores de mi patria: tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo, donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

¡Viva Chile, viva el pueblo, vivan los trabajadores! (APLAUSOS)

Estas son mis últimas palabras, teniendo la certeza de que el sacrificio no será en vano. Tengo la certeza que, por lo menos, habrá una sanción moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición (APLAUSOS).

Los fascistas han tratado de ocultar al pueblo de Chile y al mundo este comportamiento extraordinariamente heroico del presidente Allende. Para ello han tratado de enfatizar la versión del suicidio.

Pero incluso si Allende, herido grave, para no caer prisionero del enemigo hubiese disparado contra sí mismo, ese no sería un demérito, sino que habría constituido un gesto de extraordinario valor (APLAUSOS).

¡Qué pretenden negarle al presidente Allende! ¡Qué puede negársele en esa hora suprema de sacrificio y de heroísmo!

El imperialismo no está dispuesto a tolerar nada que huela a independencia

Hay algunos que se asustan de oír mencionar la palabra marxismo. También aquí, al principio de la Revolución, mucha gente se asustaba, porque esa es la cultura que el imperialismo le ha inculcado y los prejuicios que ha sembrado en las masas latinoamericanas. Pero afortunadamente ya nadie se asusta de oír hablar aquí de marxismo-leninismo (APLAUSOS). Ya nadie se asusta de oír hablar de socialismo (APLAUSOS). Ya nadie se asusta de oír hablar de comunismo (APLAUSOS). Y marxismo-leninismo, socialismo, quieren decir definición política (APLAUSOS); definición política bien clara y precisa.

Es tener una ciencia política a la disposición del pueblo, es tener una guía, es tener un norte, es tener una brújula, es saber qué pasos hay que dar por la senda revolucionaria.

Es precisamente esta característica sin paños tibios, estas definiciones completas las que hacen sólida y fuerte a la Revolución Cubana. Es eso lo que la ha hecho resistir al imperialismo yanki. Que ya llevamos una larga lucha con el imperialismo de unos cuantos años sin importarnos los años que tengamos que luchar todavía (APLAUSOS).

El imperialismo conoce a la Revolución Cubana y sabe que contra ella se estrellaron todas sus artimañas y todas sus triquiñuelas y todos sus planes y todas sus ofensivas.

Y desde luego que ahora ya no se discute si la Revolución Cubana va a sobrevivir o no. Se discute si va a sobrevivir o no la revolución latinoamericana. Eso es lo que se discute (APLAUSOS).

Y el imperialismo está empeñado ahora no en aplastar la Revolución Cubana, que luce algo difícil de aplastar a estas horas; trata de aplastar la revolución latinoamericana, aplastar el movimiento en Bolivia, aplastar el movimiento obrero en Uruguay, ilegalizar los partidos de izquierda, disolver las organizaciones sindicales, instaurar el fascismo, destruir el movimiento popular chileno, liquidar los partidos, las organizaciones obreras, aunque tenga que acudir a las formas más retrógradas de gobierno.

Y ahora tratarán de golpear el movimiento argentino. No es un movimiento por el socialismo, no es un movimiento marxista. Todavía no han llegado tan lejos. Es un movimiento progresista, es un movimiento popular, es un movimiento que tiene propósitos de luchar por la soberanía nacional. Hasta hace unos años el Gobierno argentino era un lacayo servil del imperialismo yanki. Y hoy no existe esa situación.

Sin duda que ese movimiento popular con gran arraigo obrero se ha traducido en cambios importantes en Argentina. Incluso en la actual dirección de las fuerzas armadas argentinas se observan ciertas inquietudes, ciertas preocupaciones positivas, al extremo de que han planteado la necesidad de que salgan de aquel país los asesores militares yankis (APLAUSOS). Y eso sin duda significa un progreso.

Pero el imperialismo no está dispuesto a tolerar nada que huela a independencia nacional, nada que huela a movimiento popular, nada que huela a progresismo en América Latina. Y por ello tratará de aplastar, o al menos apartar de su cauce, al movimiento popular argentino.

Y desde luego que hace rato que el imperialismo viene ya luchando contra el gobierno nacionalista de la Fuerza Armada de Perú.

Y una lección que hay que sacar de este ejemplo chileno es que con pueblo solo no se hace la revolución: ¡hacen falta también las armas! (APLAUSOS) y que con armas solo no se puede hacer la revolución: ¡hace falta también el pueblo! (APLAUSOS)

Hemos hecho estas consideraciones para esclarecer a nuestro pueblo sobre la situación general en este continente.

Allende ha entregado a su pueblo el más alto ejemplo de heroísmo

El presidente Allende ha entregado a su pueblo el más alto ejemplo de heroísmo que se pueda ofrecer. Y es imposible que cada chileno honesto, cada chileno digno, no sienta hervir su sangre, no sienta arder la más profunda indignación ante los hechos que han ocurrido en su país y ante el ejemplo del presidente Allende, ante el ejemplo de los combatientes que cayeron junto a él.

¡El presidente Allende ha sintetizado lo mejor del patriotismo, del valor, del honor y del espíritu combativo del pueblo chileno! (APLAUSOS)

Los cubanos no tuvimos esa bandera extraordinaria el 10 de marzo.

Los fascistas dicen que hay paz en Chile después del 11 de septiembre. Pero si hubo un 11 de septiembre, como en Cuba hubo un 10 de marzo, ¡en Chile habrá también un 26 de Julio y en Chile habrá también un Primero de Enero! (APLAUSOS)

Cuando nosotros llegábamos aquí y contemplábamos esta impresionante, gigantesca multitud, cuando escuchábamos el himno de Chile y el himno de Cuba, cuando un millón de personas eran capaces de guardar un silencio absoluto en memoria del presidente Allende, en esos instantes de emoción, de profundo cariño y de respeto hacia el pueblo chileno, pensábamos que también algún día ellos reunirán multitudes como esta en un pueblo sin explotadores ni explotados, en un pueblo en que fuerzas armadas y pueblo sean una misma cosa, en un pueblo también armado como nosotros, en un pueblo también unido como nosotros (APLAUSOS), en un pueblo organizado como nosotros y con un nivel de cultura política como el pueblo cubano de hoy, sin latifundistas, sin esbirros, sin explotadores de ninguna índole, sin fascistas, sin prensa burguesa, sin un solo radio, sin un solo medio masivo de divulgación que no esté en manos del pueblo; en un Chile sin parlamento burgués, sin Pacto de Río de Janeiro, sin maniobras conjuntas (APLAUSOS). Y teníamos la convicción de que el pueblo chileno lo logrará, por su espíritu revolucionario, por sus virtudes cívicas, por su entusiasmo, por su calidad humana, por su valor; estábamos seguros de que de la misma forma que lo ha logrado el pueblo cubano lo logrará también el pueblo chileno (APLAUSOS), y además porque representamos la causa justa, la causa del porvenir, la causa de la liberación de los pueblos, porque las fuerzas progresistas se desarrollan y crecen en todo el mundo y el imperialismo declina.

Nosotros vimos declinar el imperialismo en este continente, nosotros iniciamos el declinar del imperialismo en este continente (APLAUSOS) ¡Y nuestros pueblos verán el fin del imperialismo en este continente! (APLAUSOS)

Y nuestro pueblo será solidario con el pueblo de Chile, y le dará toda la ayuda que esté al alcance de sus manos, en todos los terrenos (OVACION).

Y si un día fuimos capaces de arrancarnos el azúcar de nuestra cuota para dársela al pueblo chileno, ¡estaremos dispuestos a arrancarnos hasta el corazón por ayudar a la revolución chilena! (OVACION)

Nosotros tuvimos fe, tuvimos confianza en el presidente Allende. Todo nuestro pueblo confió en él. Todo nuestro pueblo estaba íntimamente convencido de su integridad, de su valor, de que sabría morir defendiendo su puesto. ¡Y el presidente Allende no le falló a su pueblo chileno, no le falló a su pueblo cubano! (APLAUSOS)

¡Del mismo modo, el pueblo chileno no le fallará al presidente Allende! ¡Los revolucionarios chilenos no le fallarán al presidente Allende! ¡Y sobre todo, escucharán sus llamados a la unión más estrecha para llevar adelante la lucha libertadora! (APLAUSOS)

¡Y el pueblo cubano no le fallará a su amigo leal, a su amigo heroico, a su compañero, a su hermano de lucha, el presidente Allende! (APLAUSOS)

¡Gloria eterna a Salvador Allende junto al Che, junto a Martí, Bolívar, Sucre, San Martín, O’Higgins, Morelos, Hidalgo, Juárez y todos los grandes hombres que consagraron sus vidas a la libertad de este continente! (APLAUSOS)

¡El pueblo chileno aplastará al fascismo! (APLAUSOS)

¡Patria o Muerte!

¡Venceremos!

En Video: Fidel Castro explica el Golpe de Estado en Chile el 11 de septiembre

 

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