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A 121 años de atropellos de los derechos territoriales de la Isla

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A 121 años de atropellos de los derechos territoriales de la Isla

El 16 de febrero de 1903, el imperialismo yanqui consolidó sus planes de dominación semicolonial sobre Cuba durante una ceremonia en el Palacio de Gobierno ante la presencia de diplomáticos estadounidenses, en la que el entonces presidente de la República, Tomás Estrada Palma, firmó el convenio de arriendo de la Base Naval en la Bahía de Guantánamo durante el tiempo que fuera necesario. De esa forma se iniciaron 121 años de atropellos y violaciones de los derechos territoriales de la Isla.

Los representantes de Estados Unidos tenían sobradas razones para su euforia, ya que además de la excelente ensenada en la costa sur oriental, no se excluía totalmente que en un futuro inmediato también se extenderían las llamadas bases navales o carboneras  a las bahías de Nipe, Cienfuegos y Bahía Honda.

La Base de Guantánamo le propició al país norteño apoyo fundamental  a su armada para ejercer la supremacía hacia la región de América del Sur, en sus rutas con Europa;  así como el control de la comunicación que abriría el estratégico Canal de Panamá, que concluyó en 1914 para la conexión entre el Mar Pacífico y el Atlántico.

Comenzaba así a cumplirse lo estipulado en la Enmienda Platt, impuesta a la Asamblea Constituyente cubana por EE.UU., con el chantaje de iniciar la retirada de las tropas yanquis solo después de que se aceptara ese postulado como apéndice de su Constitución, lo cual  estableció junto a otras prerrogativas el derecho a intervenir y la cesión a perpetuidad de las bahías para bases navales.

Meses después de la espuria ceremonia, en la mañana del 10 de diciembre de 1903, en la Bahía de Guantánamo, fue roto el silencio por los 21 cañonazos disparados desde el moderno acorazado Kearsarge, en saludo a la adquisición oficial de buena parte de ese enclave por la flota norteamericana.

El pueblo cubano repudió desde el inicio la infame imposición. También se opusieron veteranos y dirigentes independentistas, pero la división y desmoralización de las fuerzas progresistas agudizada por la estrategia yanqui impidió un real movimiento de masas contra los planes del imperio.

Manuel Sanguily cuando supo que una escuadra estadounidense se encontraba en la bahía le expresó a su amigo Enrique Trujillo: “Han visto a Guantánamo  ¡Jamás renunciarán a poseerla!” y sus palabras fueron proféticas.

Recogen las crónicas de entonces que fue tanta la humillación que provocó aquel saqueo que  ningún alto representante del gobierno cubano participó en la ceremonia.

Pasados los años, desde la Base Naval durante la lucha de liberación por el Ejército Rebelde se abastecían de combustibles, bombas y proyectiles los aviones de la dictadura de Fulgencio Batista que hostigaban la Sierra Maestra.  

Después del  triunfo de la Revolución, ese emporio se convirtió en plataforma de permanente agresión a la Isla y de apoyo a las organizaciones contrarrevolucionarias y las redes de la CIA, que recibían de ese enclave todo el apoyo material necesario.

Durante más de medio siglo de agresiones fueron asesinados los combatientes fronterizos Ramón López Peña y Luis Ramírez López, en 1964 y 1966, respectivamente; así como en 1961, Rubén López, humilde trabajador y conocido revolucionario, y en 1962 el pescador y miliciano Rodolfo Rosell, crímenes que nunca se han esclarecido por las autoridades del Imperio.

Desde 1994 existe un clima de distensión en el área fronteriza gracias a la voluntad cubana de evitar provocaciones en el perímetro de la instalación norteamericana, que además se convirtió en centro de detención y tortura a prisioneros durante  la llamada guerra contra el terrorismo, lo cual ha sido denunciado reiteradamente por instituciones defensoras de los derechos humanos en el orbe. (Por Jorge Wejebe Cobo, ACN)

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