Por allá por el lejano 2013 un amigo me prestó un videojuego de terror que recién se estrenaba titulado The Last of Us, y que según él era lo mejor que había jugado en su vida. En aquel entonces yo ya había probado a los mandos algunas buenas entregas de sagas de terror como Resident Evil o Silent Hill, pero nada más introducir el disco en mi PlayStation 3 descubrí que la recomendación era totalmente acertada. 

El juego nos muestra los inicios de un desastre biológico sin precedentes en el que el hongo Cordyceps ha mutado y ahora infecta a millones de personas volviéndolos agresivos. En solo cuestión de horas la vida de Joel, nuestro protagonista, cambia radicalmente.

El cantautor cubano Tony Ávila lanzará su nuevo disco Universos, bajo el sello de Bis Music, el próximo 25 de marzo, según anunció en su perfil de Facebook.

Ávila expresó su deseo de que este fonograma tenga buena difusión y acogida tanto dentro como fuera de Cuba, donde también tiene muchos seguidores de su música.

Quizás Matanzas haya sido de las ciudades que más belleza le hayan traído a la de por sí hermosa literarura cubana.  Es casi una deuda histórica con esta tierra de poetas que la Feria Internacional del Libro ( FIL) sea un juego floral, una fiesta de esos lenguajes secretos que se cifran en letras.

En la noche de este primero de marzo, con una gala en el Teatro Sauto, quedó inaugurada la 31 FIl en la Atenas de Cuba, una ciudad que lucha y pervive para conservar su apodo y que no pierda veracidad.

La vida y obra de Josefina García Marruz Badía, la ilustre poetisa origenista, a cuyo centenario está dedicada este año la Feria Internacional del Libro, se encuentra estrechamente vinculada a la historia de Ediciones Vigía.

“Estas ediciones de belleza carmelitana algún día serán buscadas porque la obra que persiste es la obra de amor”. Con esa frase de lirismo premonitorio describió Fina García Marruz (La Habana, 1923-2022) a la editorial matancera Vigía.

Son las mismas palabras que vuelan a la mente del escritor Alfredo Zaldívar cuando evoca la relación que unió a la poetisa origenista con la célebre casa yumurina, hacedora de libros artesanales.